Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma y Licenciado en Filología Alemana por la Universidad Complutense, Jorge de Arco es Profesor Universitario de Literatura Española e Hispanoamericana. A un lado su labor como poeta, es traductor. Ha vertido al castellano poesía inglesa, alemana, italiana y estadounidense. Ejerce la crítica literaria en distintos medios y pertenece a la Asociación Española de Críticos Literarios (AECL).
Ha publicado hasta la fecha once poemarios: Las imágenes invertidas (1996), Lenguaje de la culpa (1998) -Premio “Ciudad de Alcalá”-; De fiebres y desiertos (2000) -Premio “Comunidad de Madrid de Arte Joven”-; La constancia del agua (2007); La casa que habitaste (2009) -Premio “San Juan de la Cruz”; Las horas sumergidas (2013) -Premio “José Zorrilla”-; La lluvia está diciendo para siempre (2016) -Premio “Rafael Morales”- ; El sur de tu frontera (2017), Después de ti (2023) y Días de la desobediencia (2025). Una muestra de estos poemarios se recoge en su antología Huellas. 1996–2017. En 2010, se editó su primer poemario infantil, Con el balón en juego. En 2014, apareció su primera antología -en versión bilingüe castellano/inglés- El árbol de tu nombre / The tree of your name (1998 -2013).
Es Hijo Adoptivo Arcos de la Frontera y de Fontiveros -cuna de san Juan de la Cruz- y Académico Correspondiente de la Academia jerezana de San Dionisio. Desde 2004, dirige la revista impresa de poesía “Piedra del Molino”. Hoy nos visita para darnos su primera impresión acerca de Días de la desobediencia (De Torres Editores, 2025).
Javier Gilabert: ¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Jorge de Arco: Sucede, a veces, que un libro nace sin un título concreto. Los poemas, sencillamente, van alzándose al par de cuanto uno quiere cantar y contar y, sin embargo, nada se sabe de ese encabezamiento que los aúne. Por contra, hay ocasiones en las que una frase, un verso, un pensamiento… dan pie a un universo lírico que acaba convirtiéndose en un nuevo poemario. Días de la desobediencia es ejemplo, al cabo, de cómo un epígrafe encendió esa mágica llama que lleva a la creación. No me había ocurrido antes, en ninguno de mis once poemarios editados. Después, la generosa invitación del poeta y editor Calixto Torres para a formar parte la colección que conmemora los veinticinco años de Detorres Editores, fueron el acicate para darle forma y fondo al libro.
Creo en una desobediencia que hace al ser humano más independiente
Su título sugiere inconformismo. ¿Qué clase de “desobediencia” recorre sus páginas?
Como reza la cita inicial de Henry David Thoreau, “La desobediencia consolida la libertad”, yo también creo en una desobediencia que hace al ser humano más independiente, más firme a la hora de alinear sus valores y consolidar sus experiencias. Hay, en estos versos, una mirada al
ayer y al mañana, una mirada que ofrece el privilegio —que no la ventaja— de los años, y que sirve para reconocerse de una forma más profunda, mas cómplice. No se trata de un ajuste de cuentas con lo pretérito, porque, en verdad, lo vivido es siempre aprendizaje, dicha futura por cuanto uno es más consciente de este regalo que es la vida.
¿Qué papel desempeña la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
Los poemas fueron naciendo de forma ordenada y en el libro mantienen su cronología. Había, en cuanto quería decir, una trama íntima que me llevaba desde al pasado hasta el momento presente. Y, cómo no, al futuro. Las citas de sus cuatro apartados son, también, parte importante para entender más y mejor el mensaje común y la manera en que, sí, de forma deliberada fue conformándose el volumen.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Días de la desobediencia, ¿cuáles serían?
Bueno, es cierto que resulta algo compleja la elección, pero quizá como muestra de ese mensaje citado que tiene el poemario, te dejo tres que resultarán ilustrativos: “Olas”, “Manta” y “Patio”.
Lo amatorio determina en buena medida las experiencias vitales de cada ser humano
Tu poesía aborda con frecuencia reflexiones existenciales y un diálogo constante con la tradición. ¿Hay algún hilo conductor que vertebre toda tu obra?
Ese hilo conductor que apuntas vendría determinado por el amor; claro que, éste, sería un amor derramado en sus más diversas tipologías. A mi entender, lo amatorio determina en buena medida las experiencias vitales de cada ser humano y, a partir de ellas, lo vivido se torna materia poetizable, temática solidaria con el yo que canta y cuenta de sí y de su derredor.
Es fundamental el contacto con la gente joven
Con tu sólida formación universitaria y tu labor como profesor, ¿cómo interactúan la faceta académica y la creación poética?
Para mí, es fundamental el contacto con la gente joven. Te mantiene al tanto de las inquietudes, dichas, sinsabores… de un colectivo que es trascendental en nuestro presente y futuro. Además, hay una parte importante del ayer que se reconoce en ese estado y estadio juveniles que una vez fue también parte de mí.
Por otra parte, es atractiva la idea de acercarles la poesía, pues, en general, sus conocimientos no son muy amplios en este género. Y, lo cierto, es que funciona muy bien y hay capacidades y destrezas que tienen ocultas y son capaces de compartir y trascender entre versos propios y ajenos.
Ha resultado muy interesante y productivo verter al castellano poesía en otras lenguas
Has traducido poesía de varias lenguas al castellano. ¿De qué manera se ha filtrado esa experiencia en tu escritura?
Pues ha resultado muy interesante y productivo verter al castellano poesía en otras lenguas. En mí, ese silencioso laboreo que acomete el traductor me ha dado posibilidad de explorar formas de expresión más concisas, más sugerentes y acotar, en ocasiones, esa derramada expresividad que tiene nuestra maravillosa lengua española; o lo que es lo mismo, apostar más por lo sugerente de nuestro idioma que por lo evidente.
Mi constante tarea de crítico me ayuda a abordar la lectura desde planos muy variados
Desde tu posición de crítico literario y miembro de la AECL, ¿cómo manejas el equilibrio entre el poeta y el lector analítico?
Ambas actividades me permiten estar muy al día de los distintos universos poéticos que van naciendo y consolidándose. En ocasiones, mi constante tarea de crítico me ayuda a abordar la lectura desde planos muy variados, a estar abierto a muy diferentes modos creativos. Pero, sobre todo, lo que me ha permitido esta doble vertiente es la de ser extremadamente respetuoso con todas las escritoras y los escritores que editan sus libros. Sin duda que, se puede hacer mejor o peor, que puede gustar más o menos, pero hay algo que no debe perderse nunca de vista, y es la crítica constructiva, considerada, profesional y honesta.
Más de dos décadas al frente de “Piedra del Molino” te han permitido conocer y difundir a muchas voces. ¿Cuál es el bagaje de esa labor editorial?
La revista “Piedra del Molino” nació en el año 2004, y surgió como una ventana nacional e internacional abierta a la poesía. Es una publicación bianual, de la que ya han salido 41 números. En estos veinte años, han sido más de mil doscient@s escritor@s l@s que han desfilado por sus páginas. Desde su inició, se acordó que no repitiesen autoras o autores que ya hubiesen publicado en anteriores entregas. La idea era hacer una revista plural, ajena a tendencias o estéticas y en la que tuviera cabida todo tipo de voces de la lírica actual de nuestro país.
Pienso que “Piedra del Molino” se ha consolidado en el panorama de nuestras letras como un referente creativo en este siglo XXI y sigue siendo un espacio propicio para palpar la creatividad lírica de hoy día. Al hilo de ello, recuerdo las palabras de mi admirado y recordado Leopoldo de Luis: «Un libro es como un ave que encuentra sosiego, mas la revista es una compañera de la libertad, un pájaro cantando, porque en ella, el poeta joven escribe con fe y el poeta adulto escribe con esperanza».
El papel forma parte de la identidad de “Piedra del Molino”
En un contexto dominado por la digitalización y los formatos digitales, ‘Piedra del Molino’ sigue apostando exclusivamente por la edición en papel. ¿Qué retos y ventajas implica mantener un proyecto impreso en la era digital, y cómo percibes la viabilidad y el futuro de este tipo de publicaciones literarias?
El papel forma parte de la identidad de “Piedra del Molino”. Así se concibió y así continua su periplo. El hecho de que no tenga un formato digital es también una marca de distintiva con la intención de mantener una forma tradicional, si cabe romántica, de que la poesía tenga también el tacto y el aroma de lo impreso.
La viabilidad suele ser compleja por temas económicos, pero no dejamos de lucha en pro de esta apuesta que ya lleva en pie más de dos décadas.
Un poemario perdura cuando encarna una verdad que no se desgasta
Has formado parte de jurados de premios importantes. Desde tu experiencia, ¿qué rasgos distinguen un poemario que merece perdurar?
Creo que un poemario perdura cuando encarna una verdad que no se desgasta, cuando su lenguaje sugiere y se revela. Sobrevive, también, porque lo humano está dicho con tal intensidad que pareciera recién descubierto. La música del verso, su dominio técnico, lo preserva frente a su misma voz interior y, ello, ayuda a compartir el mensaje desde lo íntimo hasta rozar lo universal. Además, el poemario persiste en su época, porque su misterio no se deja clausurar por la lectura rápida. Es aquel que ofrece belleza como necesidad, como enigma interior. Los textos que siguen vivos son los que saben callar a tiempo, dejar espacio, sugerir lo que el lector aún no sabe que va a llegar a sentir. Al cabo, lo que permanece es lo que se atreve a ser honesto sin gritarlo.
La intuición es fundamental para dialogar con los ritmos antiguos
En tu obra conviven tradición y contemporaneidad. ¿Qué estrategias o intuiciones te ayudan a mantener ese equilibrio?
Para mantener ese equilibrio entre la tradición y la contemporaneidad que mencionas, me apoyo en una tensión personal, en un espacio de transfiguración donde lo heredado no se reescribe, se vuelve íntimo. La intuición es fundamental para dialogar con los ritmos antiguos, con la imaginería que atraviesa siglos. Y lo hago desde mi voz, que es, a su vez, fragmento, que es cuerpo, que es misterio abierto en el presente. Mi escritura, en suma, habita ese lugar incierto donde la memoria y lo inmediato se funden para dar lugar a lo que entiendo como verdaderamente poético.
Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Me gustaría conocer la “Primera impresión” de Tomás Hernández Molina. Disfruté mucho con su último poemario, Orillas de los ríos.
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Tres poemas de Días de la desobediencia
CONQUISTA
Amarse en el desorden,
saber que ya
las sombras no son fieles a su origen.
Resucitar la furia,
negar la flor, la voz de la conciencia.
Hablarle al cuervo ciego de la noche
y escuchar su llamada,
y acudir a su cita.
Vivir entre lo incierto,
al filo de un lenguaje sin fronteras.
Desviar la mirada
de lo aprendido
y conquistar sin prisa, para siempre,
el alba y sus abismos,
los días
de la desobediencia.
OLAS
Tuvimos
la vida
en
la
palma
de
tu
mano.
Tuvimos
a nuestros pies la fe de las mareas,
la plata de las olas, su espuma y su vaivén,
su sal en nuestros labios.
Fuimos hijos del agua y de otros cielos,
dichosos en la guerra y la imprudencia,
sencillamente, héroes de amor.
Y, tanto nos quisimos, que creímos
que el horizonte
era un lugar al que llegar.
Tuvimos
la vida
en
la
palma
de
tu
mano.
Y, sin embargo, hoy, tan sólo
somos restos de luz
que miran hacia el alba en soledad.
MANTA
Como si aún pudieras coserme en la distancia,
sigo envuelto en la manta de tu aliento.
A veces, un regalo
es un adiós,
un lienzo
de niebla para
no escuchar más el eco del olvido.
Hoy he doblado en cuatro
aquel pedazo inmenso
de nuestra historia,
zurcido con tus manos,
las mismas que abrigaron la orilla de mis huesos.
Por cada pliegue asoma, todavía,
nuestra ebriedad sin culpa,
las algas de otro tiempo, esquivas hebras
de un horizonte ausente,
los hilos de tus labios,
el ojo de tu aguja en mis costuras.

