Luis Ziembrowski: “La actuación es un devenir existencial. Esa es mi filosofía. Ser y no ser”.

Por: Mauricio A. Rodríguez Hernández.

Luis Ziembrowski habla de la actuación como un “devenir existencial”, un tránsito entre la luz y la oscuridad que cada personaje le exige habitar. Desde aquel niño marcado por el abandono paterno hasta el actor que hoy reconoce que “la independencia es el valor ético y creativo más importante de la vida”, su recorrido artístico ha estado atravesado por la búsqueda de sentido, la parodia y la entrega total. Con Donato Aguirre improvisó y encontró en la risa un espejo de lo ridículo; con villanos de gran carga interna, buceó en la “mugre” personal para darles verdad y humanidad.

Su filosofía es clara: “ser y no ser”. En la escena, frente a la cámara o sobre el escenario, Ziembrowski no se aferra a métodos, sino que juega la situación, se lanza a vivirla, porque allí está la posibilidad de que ocurra “el milagro de lo nuevo”. En esta conversación, el actor argentino reflexiona sobre la independencia creativa, el sacrificio del oficio y la batalla cultural que hoy atraviesa el arte. Un testimonio que revela no solo al intérprete versátil, sino también al pensador que entiende la actuación como una forma de resistir y existir.

Mauricio A. Rodríguez Hernández (MARH): ¿Cómo definirías tu premisa o mantra ante la vida y cómo crees que ha influido en la elección de tus personajes a lo largo de tu carrera?

Luis Ziembrowski (LZ): Creo que el abandono paterno en la infancia, la ausencia, ha generado mi decisión de transformarme para el devenir la vida. Cierto resentimiento ha influido en los personajes elegidos.

MARH: ¿Qué inspiración encontraste al interpretar a Donato Aguirre en Lalola y qué aspectos del personaje crees que lograron conectar más con el público?

LZ: Una época en la que improvisaba y me dieron una libertad total para eso. La parodia sobre un personaje de clase alta fue un gran enganche con el público.

MARH: ¿Cómo llegó a ti el personaje de Donato Aguirre? ¿Qué retos enfrentaste al construir un personaje tan icónico dentro de la televisión argentina?

LZ: Me llamó Sebastián Ortega y simplemente jugué y con un gran elenco es más fácil.

MARH: ¿Qué similitudes encuentras entre Luis Ziembrowski y Donato Aguirre? ¿Cómo gestionaste estas semejanzas en el proceso actoral?

LZ: Mi aspecto ridículo lo compartí con Aguirre.

MARH: Al interpretar personajes tan diversos como Donato Aguirre y el villano en El Patrón: Radiografía de un Crimen, ¿cómo adaptas tu enfoque creativo para capturar la complejidad de cada rol?

LZ: Yo trabajo la escena, no tengo el método de la memoria emotiva. Soy más de la escuela inglesa. Jugar la situación y bucear la luz o la oscuridad que tengo para habitar cada personaje.

MARH: Tu filmografía muestra una notable amplitud en géneros y roles. ¿Qué criterios filosóficos o artísticos te guían al elegir tus proyectos?

LZ: Aportar al creador independiente es lo que más me estimula. Pero la profesionalidad la acepto y me adapto.

MARH: En tu experiencia como director y guionista, ¿cómo se diferencia el proceso creativo detrás de la cámara del trabajo actoral frente a ella?

LZ: Yo solo soy guionista de lo que quiero actuar. Si no lo hago delante de cámara o en el escenario porque lo dirijo, hago actuar a los elegidos.

MARH: ¿Cuál ha sido el personaje más desafiante de tu carrera y por qué? ¿Qué lecciones filosóficas o artísticas te dejó esa experiencia?

LZ: Los personajes de gran carga emocional interno fueron los más desafiantes. Raulo en El Eslabón podrido de Diment, Ramón en El Delantal de Lili de Galperín, Lalo en Un amor de Paula Hernández, las obras que dirigió Veronesse. La actuación es un devenir existencial. Esa es mi filosofía. Ser y no ser.

MARH: En cuanto a la administración cultural, ¿cómo percibes el rol de los gobiernos en el apoyo a las artes? ¿Por qué crees que sectores políticos de derecha tienden a relegar la cultura a un segundo plano?

LZ: Porque son brutos, crueles y la derecha occidental está en una fase terminal y están tratando de imponer la batalla cultural: lo que no da ganancias no existe.

MARH: Has trabajado tanto en cine como en teatro y televisión. Desde un punto de vista estético y creativo, ¿cómo se diferencian estos formatos y qué retos se plantean como actor?

LZ: El sacrificio de entregar la carne al público es igual. El escenario es un desafío de dominar la tridimensionalidad. Pero la cámara y el primer plano es la pepita de oro a conquistar.

MARH: En tu experiencia en Diablo y otros roles en películas independientes, ¿qué importancia le das al cine como medio para explorar temas filosóficos y sociales?

LZ: La independencia es el valor ético y creativo más importante de la vida. En el arte está la posibilidad de que se produzca el milagro de lo nuevo. La gigantográfica expresión del cine única forma de penetrar emocionalmente los grandes temas de lo humano.

MARH: ¿Cómo crees que tu formación y trayectoria han moldeado tu capacidad para dar profundidad y humanidad incluso a los personajes más oscuros o ambiguos?

LZ: Cuando se habla de formación es saber que hay un personaje nuevo para seguir el estudio de lo humano. Eso también es bucear en la mugre interna que tengo. Es tomar la decisión de lanzarse a vivirlo.