La sociedad prefiere la injusticia al desorden: Roorda-Mario Gas

Horacio Otheguy Riveira.

Un encuentro excepcional, el del profesor Henri Roorda ante su inminente suicidio y el actor Mario Gas. Más conocido por su extraordinaria labor de director escénico en múltiples producciones de zarzuela, ópera, teatro clásico y contemporáneo, así como director artístico del Español en sus años más gloriosos (2004-2012).

En un espacio escénico donde lo poético se instala y desplaza orgánicamente -diseñado por el director Fernando Bernués- se rinde tributo a la palabra para despedirse de la radiante existencia, hermosa y sensual, con su sobrecarga de reglas contrarias a la razón.

Sobre un tablado similar al del profesor ante sus alumnos, discurre sobre lo humano y lo divino, añorando «los pechos de Alicia, la infinita ternura donde el impetuoso deseo ahora está instalado».

Las palabras que protestan también se lamentan en la elegancia interior y el cuerpo impecablemente trajeado del autor de su libro El pesimista alegre, «aunque poco me queda, ahora mismo, de alegría», convertido en testimonio directo de Mi suicidio, y su portavoz es un hombre entero que recuerda retales de placer y desdichas de su vida, contradictorio rebelde que lleva 33 años enseñando matemáticas en un colegio.

Llueve en una ciudad invernal, y él llega de la lluvia para escribir una carta a su mejor amigo, en la que anuncia su irrevocable decisión de suicidarse en breve. El monólogo que sigue a continuación carece de la capacidad humorística del personaje, pues, los adaptadores de su libro decidieron abocarse al trasfondo de tristeza, a un duelo de sí mismo que comienza por la corbata negra de una indumentaria que le recuerda cuando era un dandy, junto a un exquisito vino que le acompañará en este su último trayecto. Eso sí, despedida final tarareando melodías que le fascinan.

Henri en una de sus divertidas clases de matemáticas.

Intensa alegría que opta por desaparecer

Henri Roorda (1870-1925) está considerado el humorista más original que ha conocido la Suiza francófona. Profesor de matemáticas en el Gymnase de Lausanne, publicó, además de sus manuales de aritmética, libros que recogen sus crónicas humorísticas, publicadas en La Tribune o la Gazette de Lausanne , así como en La Tribune de Genève .

Autor de «El pedagogo no ama a los niños» (1917), se pronunció durante toda su vida contra un sistema escolar autoritario, que imponía esquemas educativos rígidos y estériles, desalentando el deseo de conocimiento de los jóvenes. Bajo el nombre de Balthasar, firmó sus divertidas columnas periodísticas y publicó cuatro Almanaques , «un tesoro de alegría», entre 1923 y (póstumamente) 1926. Deprimido, endeudado y desilusionado, Henri Roorda se quitó la vida el 7 de noviembre de 1925 en Lausana.

En «Mi suicidio» , un texto póstumo publicado un año después, evoca y justifica las razones de su decisión. Con lucidez e ironía, expresa su desesperación ante el peso de la vida social —dinero, hipocresía— y admite su cansancio. «Quizás fracase. Si las leyes las hicieran hombres caritativos, el suicidio sería más fácil para quienes desean irse».

Una creación minimalista

Minimal y magnífica creación la de este «espectáculo dedicado al pueblo palestino» en la minuciosa elaboración de un personaje cuya fuerza atemporal nos alcanza en todo cuanto lamenta y regocija: nos implica en el desolador paisaje de un capitalismo que corroe todo cuanto toca, mira, sugiere y explota.

El cuerpo del actor (que nos deleitó en 2022 con Amici Miei, en esta misma sala), camina, bebe, se sienta y se levanta, alentando la reflexión minada por dolorosa confesión de un gran fracaso sentimental por egoísmo («Soy bueno, sí, pero un bueno pasivo»)… en la tarea de traernos a un hombre desconocido en España, Mario Gas desmenuza pensamiento y emociones con la serenidad de una sabiduría al fin conseguida. Precisamente porque con un disparo bien dado en el corazón se alejará para siempre del mundanal ruido.