RAPAPOLVO, de Rivas Buenache: la palabra como incendio y disciplina
Por José Luis García.
En Rapapolvo. Poemas de reprensión. El libro de las cincuenta erres (Ediciones Oblivium, 2024), el poeta y arquitecto Rivas Buenache (Málaga, 1970) propone una experiencia verbal que combina rigor, furia y belleza. Su voz —seca, musical y crítica— convierte cada poema en una advertencia, un espejo y, a la vez, una herida.
El libro, compuesto por cincuenta poemas breves, articula un universo poético donde el sonido de la letra “R” se transforma en eje rítmico y simbólico. Esa reiteración sonora no es caprichosa: funciona como martillo y latido, como una manera de recordar al lector que la lengua, cuando se toma en serio, puede ser también un acto moral.
Buenache, cuya trayectoria une la creación literaria y la mirada estructural del arquitecto, apuesta por una poesía de contención y precisión, más cercana a la revelación que al ornamento. Sus versos, de una economía extrema, evocan la concisión del haiku o la sequedad de la sentencia clásica, pero están cargados de una energía contemporánea, casi eléctrica.
En Rapapolvo, la palabra no se limita a describir el mundo: lo interroga, lo sacude, lo pone en crisis. Este equilibrio entre lucidez y desgarro convierte la obra en un testimonio singular dentro de la poesía española reciente.
Rapapolvo confirma a Rivas Buenache como una de las voces más exigentes y personales de la poesía actual: un autor que entiende el verso como una forma de conciencia, y la conciencia como una forma de arte.
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Entrevista con Rivas Buenache
Rapapolvo es un título rotundo. ¿Qué significa para ti en el contexto del libro?
—Es una sacudida. Un acto de conciencia. La poesía, en lugar de adormecer, puede despertar. El “rapapolvo” no es reprimenda moral, sino un impulso vital: la necesidad de mirar de frente.
El libro juega con la letra “R” como estructura sonora y simbólica. ¿Por qué esa elección?
—La “R” tiene algo telúrico. Es vibración, rugido, revuelta. Quise construir un poemario que se moviera por impulsos fonéticos, casi físicos, donde cada palabra tuviera cuerpo y temblor.
Tus poemas son breves, casi fulgurantes. ¿Hay una búsqueda deliberada de silencio o de concentración del sentido?
—Sí. Creo que el poema breve exige precisión y riesgo. Me interesa lo que queda fuera, el eco. A veces el silencio dice más que la retórica.
¿Qué papel tiene la crítica o la rebeldía en tu escritura?
—No entiendo la poesía sin conflicto. Escribir es cuestionar lo establecido, incluso lo que uno cree. Cada poema es una forma de resistencia ante la indiferencia.
¿Y qué esperas que encuentre el lector en Rapapolvo?
—Una vibración. No una historia, sino un estado. Si el lector siente que las palabras lo descolocan un poco, el libro ha cumplido su función.
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Selección de poemas
Rabotazo
con los oídos bajo las axilas
pides un deseo bajo las estrellas
naufragar a salvo
pie quebrado
en puerto de mar
Radical
vaya el mar lejos de el mar
en hocico ajeno marina
cómo quema
cuánto
la arena de los párpados
Rubor
un león rugiente
luego a lo lejos
el océano rojo bajo un sol ardiente
distante como un bramido sordo
frágil de gigante que llora
después nada

