Horacio Otheguy Riveira.

Una obra de José Luis Alonso de Santos estrenada en 2008 con dirección de Miguel Narros con su título original: La cena de los generales. Ahora llega al cine con un guion espléndido firmado por veteranos como Joaquín Oristrell, Yolanda García Serrano, Manuel Gómez Pereira. Este último también máximo responsable como director (inolvidables comedias en su haber, tales como Boca a boca y Todos los hombres son iguales).

 

Allá y entonces: el maître Sancho Gracia (Madrid, 1936-2012)  y el teniente, Juanjo Cucalón (Madrid, 1962). Un ritmo de vodevil teatral muy controlado por el gran Miguel Narros (Madrid, 1928-2013), quien supo plasmar el febril devenir de republicanos en torno a temibles generales en una cena encabezada por Franco.

 

 

Un festejo súper fascista cocinado por republicanos

 

Aquí y ahora, la adaptación cinematográfica aumenta -en muchos aspectos- la crítica a una cena ficticia con mayor resonancia política, ya que, entre otros muchos elementos puestos en juego, Franco y Carmen Polo aparecen, notablemente interpretados por Xavi Francés y Gloria March, encantados de haberse conocido mientras disfrutan de una sopa de mariscos abundantemente orinada por uno de los cocineros, todos ellos a punto de ser fusilados, quedan en libertad obligados a rendir honores a los altos jefes en un gran festejo del final de la guerra, ya que mientras preparan la cena más exquisita se organizan para una fuga no menos espectacular.

 

Alberto San Juan (Genaro) fascinado por el guapo teniente de Mario Casas (Medina). Una amistad con sugerentes ambiciones románticas.

 

Al principio distantes y formales, he aquí a dos hombres rodeados de la guardia mora, que acabarán uniendo esfuerzos libertarios.

 

Los protagonistas masculinos con la vocalista de la orquesta de señoritas, formidable Nora Hernández, vestida con el talento característico de Helena Sanchis, figurinista con gran dominio de colores y hechuras históricas, impacta en los trajes de todas las mujeres de la película, especialmente en este personaje y en el de Luchi (Eva Ugarte) la muy seductora esposa del teniente.

 

El reparto es a todas luces espléndido. De entrada, sorprende lo bien que el director Gómez Pereira supo armonizar estilos de interpretación tan distintos como los de Mario Casas y Alberto San Juan, perfectamente ensamblados en la feroz sátira y, a la vez, elegante comedia, mientras a su alrededor, con un ritmo muy notable, destacan todos -numerosos personajes se entrecruzan- con especial lucimiento de Asier Etxeandia -en un perverso falangista, con rasgos criminales de impecable psicópata- y Elvira Mínguez en el papel de una infatigable anarco-sindicalista.

Todos a una en una implacable farsa antifranquista en la que nada se descuida para homenajear el fin de la dictadura; magno compromiso al estrenarse en estos días de noviembre en que se cumple el 50 aniversario de la muerte del generalísimo, acontecimiento que entra en el ventarrón de la derecha (toda ella ultra) que festeja de diversas maneras aquel 1939 en que, como escribiera Fernán Gómez en su obra Las bicicletas son para el verano: «No ha llegado la paz, sino la victoria». Un triunfo que dará continuidad al ruido y la furia fascista.

De las muchas escenas estupendas de la película, hay una en que el teniente está dispuesto a matar a un general de su propio bando, y el maître se lo impide…

—¡Pero es que se está follando a mi esposa!

—A todos nos están follando, Medina, ¡a todos!