Qué bonito mirar la sombra que hacen las rejas
mientras meto las orejas en el centro de tu andar
si el mundo está del revés habrá que buscar cordura
y una pizca de locura para saber quererte más.

Ayer te escribí una carta hoy te escribo esta canción
mañana tenemos cita donde le roban tiempo al amor
volaremos sin movernos y donde haya que firmar
me haré una pequeña herida con sangre que abarca el mar.

Por David Farré /

Pasan unos minutos de las 11 de la noche, cuando salgo con una sonrisa y la sensación de haber vivido una noche que nunca olvidaré, sensación que comparto con las 17000 almas que hoy han llenado el Palau Sant Jordi, todos nosotros recordando los 3 minutos y 40 segundos que dura el tema “Vis a vis”, uno de los momentos del concierto. Esos 3 minutos y 40 segundos que a muchos nos pareció una eternidad, cuando los móviles que continuamente suelen grabar cualquier momento del concierto, cuando esas voces que no paran de comentar la jugada quedaron en un segundo plano para escuchar como si en una iglesia se tratase, uno de los temas más emblemáticos de Leiva.

The Project ha organizado una velada espectacular, empezando por unos teloneros y buenos amigos de la Leivand, los catalanes Sidonie, 7 temas que sirvieron para ir calentando poco a poco el ambiente de un Sant Jordi que se iba llenando.

Pocos minutos pasan de las 9 de la noche cuando el madrileño Leiva aparece en escena, vestido con sombrero de ala ancha, camisa negra desabotonada, botines blancos, mirada torva, sonrisa ladeada— como un forastero que llega a su propio sueño, junto a su inseparable banda mientras suenan los primeros compases del tema “Bajo presión” y como dice la canción, Leiva está en su mejor momento de largo y sí, puede decirlo bien alto.

Empatizar, para uno sería el requisito a más valorar de un artista y en eso (como en muchas otras cosas) Leiva es un diez. Agradecer el momento, el poder estar tocando ante 17000 personas (un sueño), agradecer el esfuerzo para comprar una entrada, desnudarse contando los nervios del día que le han impedido conciliar el sueño y tener una buena diarrea; son guiños que lo hacen cercano, como uno más de aquellos que estamos expectantes ante su actuación.

El setlist, previsto y publicado es exquisito, el que muchos escribiríamos en nuestra línea de deseos. Entre ellas las que siempre quise escuchar en directo: “Superpoderes”, “La llamada”, “Sincericidio”, “Breaking bad”, “El polvo de los días raros”, “No te preocupes por mi”, “Como si fuera a morir mañana”, … y como no, un pequeño paso por alguno de los temas de Pereza, entre ellas las emblemáticas “Lady Madrid” y “Princesas”.

Y es que Leiva tiene esa rara habilidad de ser un tipo de barrio y un poeta del exceso al mismo tiempo, moviendo la noche como un péndulo entre la herida y el grito. En su música cada acorde tiene textura: la guitarra suena a asfalto mojado; la batería, a verano en Lavapiés; su voz, a carretera nocturna con la ventanilla bajada. Él se mueva con una cierta timidez no falta de elegancia, deja que el público complete frases, coree canciones y entre en las mismas, haciéndoselas suyas, porqué todos un día hemos sentido lo que cuentan, porqué muchos nunca encontramos esas palabras para contarlas.

Mientras termino esta crónica me voy a su página web, chequeo próximos conciertos y me pillo entrada para verle en Zaragoza; seguro que no seré el único.