Horacio Otheguy Riveira.
Una mujer vive una situación límite que le sirve para desvelar el corazón y las tinieblas de su experiencia vital. Un personaje vibrante que desanda el desasosiego y la celebración de cada momento en una función poliédrica a cargo de Laura Cepeda: dramaturga, codirectora y protagonista junto a tres actores excelentes que asumen diversos personajes en una sala muy íntima para que el espectador se sienta como en casa, compartiendo la espléndida sonrisa de la actriz, la divertida -a ratos amarga- vivencia de su personaje.
Fuerza potente y regalo espiritual para que cada espectador pueda pensar que si la vida es sueño, en ese ámbito tan personal de andar a tientas próximo a la muerte, pueden encontrarse los caminos más emblemáticos, tales como la vertiginosa infancia, la ardiente juventud con sus imponentes amores, la inquietante madurez, y la angustia ante situaciones despiadadas como la que padece Eva, víctima de una sesión de petardos por jóvenes aburridos en un mercado lleno de gente…
Una función que cabalga muy a gusto en las fronteras de los mayores dramas, manteniendo un ritmo de comedia, una cadencia en el cruce de historias y personajes propia de un musical. Pero si se canta es en off, por voces conocidas y de manera fugaz, las más bellas canciones permanecen en las generosas manos tendidas de un reparto espléndido que da voz a las muchas voces de Eva, la mujer que conocerá la muerte, y frente a frente, aprenderá que del otro lado hay un sinfín de razones para perder el miedo.
Una mañana cualquiera, Eva —trabajadora social, soltera y de unos 60 años— sale a hacer la compra sin imaginar que su rutina terminará convertida en tragedia. Una broma cruel y absurda la deja gravemente herida, y mientras los médicos luchan por salvar su vida, ella se sumerge en un viaje interior donde los recuerdos, los sueños y las invenciones se entrelazan como muñecas rusas.
La eternidad: una soledad absoluta y sin consuelo
[…] ROMEO.- ¿Sigues siendo sonámbula?
EVA.- Un verano yendo hacia Ibiza, de noche, en un barco de la Transmediterránea, me desperté cuando ya había cruzado el cordón que te impide llegar
a proa; dos metros más y ya solo hubiera habido mar.
ROMEO.- Eva, a veces, qué rara eres.
EVA.- Pero te gusto.
ROMEO.- Porque estás muy buena.
EVA.- Llamándote Romeo deberías ser algo más romántico.
ROMEO.- Y lo soy cuando te digo que estás muy buena, solo que no me entiendes. Cuando vivamos juntos también te ataré una cuerdita al tobillo para que no te vayas de casa dormida.
EVA.- Te lo tienes muy creído lo de que me voy a ir contigo.
ROMEO.- Despierta nunca te ataré.
EVA.- Cuando acabe la universidad viajaré durante un año y luego, si aún nos apetece, nos vamos a vivir juntos.
ROMEO.- Podrías aceptarme como compañero de viaje.
EVA.- No sería lo mismo. No quiero depender jamás de un hombre, al menos económicamente, necesito ser independiente. No tener miedo.
ROMEO.- Tener miedo de alguien, a algo, es normal. Yo creo que solo un monstruo podría no tener miedo a nada y aun así…
EVA.- A mí me da miedo el mar. Sé que el mar me quiere, que por algún motivo quiere tenerme ahí, abajo, en su cajita de tesoros, con los restos de tantos naufragios, por eso me asusté cuando me desperté a punto de saltar.
ROMEO.- Regálame un miedo.
EVA.- No sé si fue el miedo, o si fue un sueño, o si realmente pasó. ¿Me prometes que nunca me recordarás que lo sabes?
ROMEO.- Prometido.
EVA.- Una vez me anestesiaron con éter. Fue espantoso. Me pusieron un algodón tapándome la boca y la nariz y cuando el ahogo era insoportable, me desperté en medio de la oscuridad. Me veía a mí misma flotando y tenía los dedos pulgar e índice, apretados con mucha fuerza, sosteniendo un cable muy tenso que desaparecía en la oscuridad. Intenté gritar, pero por más que me esforzaba no me salía nada por la boca. Me di cuenta que, para siempre, siempre, estaría sola, flotando en medio de la nada. Eso era la eternidad: una soledad absoluta y sin consuelo. Solo pensamiento y dolor. De pronto supe que había otra persona como yo, alguien que estaba sosteniendo el cable del otro lado, que también se sentía inmensamente solo y asustado y esa certeza me hizo me hizo sentir en paz y dispuesta a aceptar mi eternidad. Lo siguiente que recuerdo es a una enfermera que olía a ajo dándome cachetadas para que me despertara. ¿No me vas a preguntar por qué me anestesiaron con éter?
ROMEO.- No.
EVA- Ahora te toca a ti.
ROMEO.- Yo soy el que está al otro lado del cable tenso y no puedo moverme. Lo único que intento hacer es despertarme porque sé que estoy dormido y si me despierto estaré a salvo y te podré salvar. […]
Entre la realidad y la alucinación, Eva reconstruye su existencia: amores, soledades, decisiones y deseos no cumplidos se mezclan en un espacio donde la frontera entre la vida y la muerte se vuelve cada vez más difusa. Su cuerpo está herido, pero su mente nunca ha estado tan viva.
Dirección: Laura Cepeda y Diego Cabrales
Intérpretes: Laura Cepeda, Eva Quirós, Ricardo Reguera, Gonzalo Hermoso
Voces off: David Tortosa, Virginia Salinero, Diego Cabrales
Producción: Misamigos Producciones / La Sala Teatro
Diseño gráfico: Juan Varela
Espacio escénico: Laura Cepeda




