Marina Casado (Madrid, 1989) es profesora de Lengua Castellana y Literatura en un instituto público de Usera. Estudió Periodismo y Filología Hispánica y se doctoró en Literatura Española con una tesis sobre Rafael Alberti. Ha publicado ensayo, novela (de género negro y juvenil) y poesía. Entre sus ocho poemarios, destacan Este mar al final de los espejos (Torremozas, 2020, Premio Carmen Conde), Entra la noche (Celya, 2023, Premio Internacional León Felipe) y Otros sabrán de mí (Fundación Valparaíso, 2023, XIV Premio Paul Beckett). Este último se ha reeditado en 2025 con BajAmar Editores. Acaba de obtener el 46 Premio Kutxa Fundazioa Irun en la modalidad de poesía en castellano con Un mar que nadie mira (Reino de Cordelia, 2025).
Sus poemas han sido traducidos al francés, al italiano, al rumano y al portugués, y han aparecido en las revistas Turia, Piedra del molino, Anáfora, Estación Poesía, Ærea, Barcarola y La Revista Áurea, entre otras. Ha publicado reseñas en diversos medios literarios como Zenda, Paraíso, Quimera o Culturamas. Fue colaboradora habitual en El País y actualmente es columnista en Prensa Ibérica y colabora en “Hoy por Hoy” de Cadena SER Henares.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Marina Casado: Es un libro que consideraba cerrado desde hace un año, más o menos. Mi primera idea era presentarlo a algunos certámenes y, si después de un tiempo no había suerte, buscaría una editorial para publicarlo. ¡Pero no esperaba que ocurriese tan pronto ni de esta manera! Ha sido una sorpresa maravillosa. Me anunciaron que había ganado el premio en septiembre y el libro fue una realidad solo dos meses después. Sin duda, Reino de Cordelia trabaja eficazmente.
Ahora, además, entiendo que ha llegado en el momento justo en el que cierro una etapa de mi vida y comienzo otra. Este libro representa, de algún modo, una despedida a ese tiempo que ya ha terminado.
¿Cómo y cuándo surge la idea de Un mar que nadie mira?
Lo cierto es que surge a partir de dos libros anteriores que deshice, porque no me terminaban de convencer: me encontraba en un momento ya distinto, en una transición poética y vital. Hablando con una persona muy querida, nació la idea de ese mar que cada uno llevamos en nuestro interior y que nadie más que nosotros mismos podemos contemplar, porque solo existe en el recuerdo. A partir de ahí, reestructuré todo ese corpus poético que tenía y añadí nuevos poemas. Este nuevo libro sí me representaba.
Escribo partiendo de un recuerdo que burbujea
¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Ha cambiado tu forma de trabajar con respecto a otros?
Mi forma de trabajar siempre es la misma: la escritura del poema surge a partir de una chispa, de un fogonazo de inspiración que nace desde
un punto concreto de la memoria. Es decir, escribo partiendo de un recuerdo que burbujea y que yo tomo entre mis manos y acaricio y contemplo. Sé que otros poetas escriben desde la observación de su entorno o de su presente, pero yo soy una arqueóloga de la memoria, literariamente hablando. Además, me sirve para equilibrar esas emociones.
Lo que sí ha cambiado respecto a obras anteriores es que ahora lo reviso todo más; soy más exigente conmigo misma, o tal vez más madura, y veo errores que antes no veía.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?
Esta obra es un viaje por ese mar íntimo que todos guardamos en la memoria. La nostalgia y la soledad nacida de una ausencia tienen un papel preponderante, pero también hay sitio para el amor; incluso para el humor, que es algo que no había incorporado con anterioridad a mis poemas. Los lectores que ya me conozcan encontrarán una nueva ración de “marinismo”, pero más depurado, con menos florituras, más directo.
Quiero que cada uno encuentre en mi mar el suyo propio
¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?
Me gustaría que encontraran en mi obra eso que yo siempre busco en este género: su propia historia. Concibo la poesía como algo que parte de la experiencia personal, pero aspira a una universalidad. No me gusta la “ombliguista” ni la excesivamente abstracta: la identificación, el despertar de una emoción en el lector, debería ser el objetivo. Rafael Alberti llamaba a eso “el temblor”. Quiero que cada uno encuentre en mi mar el suyo propio.
¿Qué papel desempeña la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
La elaboración de una estructura fue algo posterior a la escritura de los poemas. A partir de un corpus de poemas que provenían de dos libros anteriores que deshice y de otros nuevos, construí esa estructura dándoles un orden, un sentido, dejando que contaran una historia. Me parece fundamental la estructura en un poemario; aunque no sea narrativa, tiene que haber un sentido global, un viaje, un camino hacia alguna parte.
En este libro distingo cuatro secciones: “El mar”, que es un homenaje a mi padre; “Escondites” –poemas en torno a lugares simbólicos–, “Los que duermen” –poemas a un amor inalcanzable o platónico– y “Certeza” –poemas más cotidianos y realistas; muchos de ellos, también amorosos–.
Has recibido el 46 Premio Kutxa Fundazioa Irun por el poemario. ¿Qué ha supuesto este reconocimiento para ti y cómo lo vives dentro de una carrera tan joven y tan premiada?
Como ya he dicho, ha sido una sorpresa maravillosa: no me lo esperaba en absoluto. Me siento muy agradecida; no solo porque se trata de un premio muy bien dotado, económicamente hablando, sino, sobre todo, porque he podido trabajar con Reino de Cordelia, que es una de las editoriales de poesía que más me han gustado desde siempre. Y también porque un jurado compuesto por poetas muy admirados (Manuel Rico, Raquel Lanseros y Antonio Colinas) ha valorado así una obra mía. Lo he vivido como un punto de inflexión en mi carrera; ha sido una bomba contra el “síndrome del impostor” que frecuentemente me ha invadido desde que empecé a publicar.
Publicar libros es la consecuencia práctica de mi necesidad constante de crear
Lo decía porque en muy pocos años has logrado publicar ocho poemarios y ser reconocida con premios relevantes como el Carmen Conde o el Internacional León Felipe. ¿Qué te impulsa a mantener este ritmo creativo y qué retos asocias a la juventud en el mundo literario?
Escribo porque, por muy estereotipado que suene, necesito hacerlo. La poesía y la narrativa son modos de equilibrar el torrente de emociones que me invade por dentro. Al exteriorizarlas, esas emociones se ordenan: me conozco mejor. Lo de publicar libros es la consecuencia práctica de mi necesidad constante de crear.
Respecto a los retos de la juventud en el mundo literario, considero que son los mismos que, por ejemplo, para un septuagenario: leer, vivir, sentir. Son los tres ingredientes necesarios para seguir creciendo literariamente, porque lo hermoso es continuar avanzando siempre. Sería terrible pensar que ya hemos llegado a nuestro punto culminante.
Hay que leer poesía contemporánea
Publicas reseñas en diversos medios, eres columnista y colaboras en prensa y radio. ¿Qué aporta tu faceta de reseñista y periodista a la voz poética, y de qué manera te influye, si lo hace, el contacto con la actualidad literaria y cultural?
Hay que leer poesía contemporánea. Eso es algo que no siempre he hecho, porque, durante muchos años, me centré en los clásicos exclusivamente; quizá porque había tanto por descubrir –y que ya estaba reconocido y encumbrado– que no encontraba el interés en lo actual. Pero, al final, no podemos ignorar la época en la que vivimos. Se hacen cosas muy interesantes ahora, como bien sabes, y se aprende leyendo a nuevas voces que te aportan perspectivas novedosas. Por eso, desde hace años, me gusta conocer la actualidad literaria y desgranarla, cuando tengo tiempo.
Lo más importante, sin embargo, es que hay que leer. Así, en general: cualquier género, de cualquier tiempo. Ahora mismo, a menudo me parece que hay más “poetas” que lectores de poesía, y eso es una barbaridad… ¿Qué vas a aportar a la poesía si no has leído a quienes ya han estado ahí mucho antes que tú?
Toda mi obra gira en torno a la nostalgia
Tu tesis doctoral versó sobre Rafael Alberti, y has profundizado en su poesía y teatro. ¿Hasta qué punto se “contamina” una de Rafael cuando lo estudia a fondo?
Creo que esa “contaminación” ya existía cuando decidí escribir mi tesis sobre él; de hecho, fue una de mis razones para hacerlo. Más allá de las influencias estéticas, que son muchas, me identifico de manera global con un punto fundamental de su poética: lo que él llamó la “nostalgia inseparable”. Toda mi obra gira en torno a la nostalgia; contemplo la poesía como un medio para regresar a momentos de mi vida –a personas, lugares, recuerdos– que no existen más que en la memoria: escenarios temporales que componen una suerte de paraíso –iniciado en la infancia– del que el tiempo me ha expulsado. Estudiar a fondo a Alberti solo me sirvió para confirmar esa identificación sentimental.
Ya van varios mares en tu obra literaria [risas]. ¿Sientes que hay un hilo conductor o un motivo recurrente en tus poemarios, o cada libro surge desde una mirada diferente? ¿Dónde se posiciona Un mar que nadie mira dentro de ese mapa personal?
Es verdad; en 2020 publiqué Este mar al final de los espejos en Torremozas… Entre ese mar, este nuevo y el de mi nombre, hay un claro peligro de ahogamiento… Dejando a un lado la broma, es cierto que la imaginería “marinística” es una constante a lo largo de mi obra: continúan los otoños, la noche, los jardines… Creo que, mejor o peor, tengo una voz propia y distinguible. La nostalgia es el eje central en todos mis libros, y esa profundización en la memoria. Creo que la diferencia con obras anteriores es más estilística –en cuanto a “depuración”– que temática.
En un mapa personal, como dije al principio, representa la despedida de una etapa vital y el comienzo de otra: una más madura y consciente, menos basada en la idealización. Se nota especialmente en algunos poemas de tema amoroso, que parecen perseguir algo o a alguien inalcanzable, inexistente; frente a otros que tienen un destinatario real. Hay mucha ingenuidad en este libro.
La poesía influye en mi forma de mirar el mundo
Tu trayectoria pasa por la filología, el periodismo, la enseñanza y la creación literaria. ¿De qué manera se relacionan todas estas facetas a la hora de enfrentarte a un nuevo libro de poesía?
Distingo bien cada dimensión. La crítica social y política, por ejemplo, la dejo para mis columnas, y tampoco llevo mi propia poesía al aula… Sí la de otros autores, claro. Mi vertiente pedagógica rara vez se refleja en algún poema. La filología siempre ayuda, porque te abre los ojos a muchas perspectivas distintas y te otorga un mayor grado de autoanálisis. Pero creo que, más que influirme de otras facetas a la hora de escribir poesía, es la poesía la que invade el resto de mis facetas. Está presente en mis columnas periodísticas, en la forma de transmitir conocimientos a los alumnos… La poesía influye en mi forma de mirar el mundo, en general.
Por último, como lectora, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Me gustó mucho el último poemario de Ariadna G. García: Adamar, publicado en Pre-Textos. Creo que la autora tendría muchas cosas interesantes que aportar sobre este libro y su poética, en general, porque se trata de una perspectiva distinta a la habitual. Y ahí os dejo con la intriga…
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Tres poemas de Un mar que nadie mira
UN MAR QUE NADIE MIRA
La noche ha despertado.
Imágenes sin nombre,
dentro de la memoria,
mimetizan la luz
de todo cuanto amaba;
a hurtadillas, defienden
la persistencia inútil del recuerdo.
Veo tu cuerpo al fondo
de algún verano,
quieto sobre ese mar
que ya no mira nadie.
EN ESTA SOMBRA
En esta sombra que tu ausencia dibuja
hace frío y te busco. Quiero decir:
el invierno tiene la culpa de mi tristeza.
O tal vez: todo es azul y escribo contra el miedo.
La muerte se resume en pronunciar tu nombre
muchas veces
y no entender mi voz.
TEMPUS FUGIT
Helena se derrumba ante el espejo.
En su cabello rubio ya han brotado
las primeras serpientes de plata.
Los treinta ahora son los nuevos veinte,
trata de recordarse.
Pero encuentra sus manos huérfanas
de un cuerpo fiel que acariciar,
los labios apretados por la ausencia de besos,
tristes los ojos que una vez
reflejaron la luz de Troya en llamas.
Para qué tanta guerra, tanta sangre,
aquel te adoraré hasta el fin de los días,
si después de un caballo de madera
y de un príncipe herido de capricho,
solo queda la eternidad del calendario
y el abrazo leal de una crema antiarrugas.

