«El infierno prometido», de Elsa Drucaroff [El Aleph Editores]

El Aleph Editores presenta su novedad editorial (a la venta a partir del 7 de octubre de 2010) El infierno prometido. Polonia, 1926. Dina es una joven judía de dieciséis años. Vive en el pequeño pueblo de Kazrilev, pero tiene el privilegio de poder ir cada día al colegio. En la escuela, los niños polacos la ignoran. Un día, Dina se encuentra con Andrei, un compañero de clase, en el bosque. Andrei se acerca suavemente y la besa. Ella se deja. Finalmente, él la viola. Al poco, el pueblo entero sabe lo ocurrido. Dina se siente sucia y mala. Todos la acusan de su desgracia. Sus padres están avergonzados. Algo más tarde, encuentran la solución: Hersch Grosfeld, un judío porteño en busca de mujer, se halla en la zona y está dispuesto a desplazarse al pueblo para conocerla. Grosfeld arregla todos los papeles para llevársela a su país. Los documentos que trae dicen que Dina tiene veintidós años. Se casan por el rito judío. Cuando desembarcan en Buenos Aires Dina es conducida directamente a un burdel de la calle Loria. Enseguida comprende que los rumores que corrían por su pueblo son ciertos. Muchas judías van a la Argentina a perderse. Ella también. El burdel pertenece a una prestigiosa organización judía llamada «La Varsovia». Dina conocerá a un Juez de la Nación, un anarquista y un periodista. Dina será deseada por los tres, pero sólo uno decidirá ayudarla, si puede, a escapar de la esclavitud.

Elsa Drucaroff (Buenos Aires, 1957) es escritora, ensayista, investigadora y docente. Ha publicado las novelas La patria de las mujeres (1999) y Conspiración contra Güemes (2002). Es también autora de los ensayos Mijail Bajtín, la guerra de las culturas (1995) y Roberto Arlt, profeta del miedo (1998). Actualmente, es investigadora y docente en la Escuela Nacional de Profesorado Joaquín V. González y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. El infierno prometido: una prostituta de la Zwi Migdal es la tercera novela de Elsa Drucaroff, una obra extraordinaria sobre la Zwi Migdal, organización judía creada como supuesta «mutual» que encubría una poderosa mafia y que supo traer a principios del siglo XX jóvenes mujeres de Polonia, con falsas promesas, para luego esclavizarlas en prostíbulos.

Aunque, repetimos, la novela saldrá a la venta el próximo 7 de octubre, El Aleph Editores nos deja las primeras páginas de esta interesante novela.

Capítulo 1 – Vas a terminar en buenos aires

«La sola mención de Buenos Aires hacía temblar a muchos europeos».

Donna J. Guy

I

Cerca del río el terreno hacía una pequeña hondonada donde crecían unos cuantos árboles. En primavera el piso húmedo y frío se llenaba de fresas silvestres; en otoño, de hojas secas. Y era otoño (una gris, amenazante tarde de otoño) cuando Dina, acurrucada junto a un tronco, leía ensimismada, ignorando el frío, envuelta en el chal que se había tejido tres veranos atrás.

Kazrilev, 2 de julio de 1926

Querido Diario:

El miércoles la tía Jaique me regaló tres rosas de su jardín: una roja, dos rosadas. Las rosadas eran dos pimpollos tan bellos y llenos de vida como yo misma. Los puse en el agua para que se abrieran. La roja se abrió en seguida y la que me había parecido más fea fue pronto la más bella. Los dos pimpollos vivieron hermosos, cerrados y frescos el miércoles, el jueves y el viernes. A pesar de que les cambié el agua todos los días y les prodigaba todos los cuidados, se negaron a abrirse. Ayer se empezaron a marchitar. Hoy están muertos. Murieron con toda su belleza escondida, dejaron pasar la oportunidad que les di (¡incluso el sábado les cambié el agua a escondidas!). En cambio la rosa roja recién hoy agoniza feliz. Se ha abierto tanto que me emociona mirarla. ¿Moriré como las rosas rosadas? ¡Voy a cumplir dieciséis años y tengo tanto para dar! Ahí están, caídas, fúnebres, pequeños pimpollitos mustios que desperdiciaron la Oportunidad por la que Dios los creó, por la que fueron cultivados, recogidos, cuidados. ¿Terminaré igual que ellos, soltera, mi cuerpo intacto, a espaldas de la vida?»

«En todo caso, si sigo acá voy a terminar con pulmonía», pensó Dina tiritando. Y también pensó en la ropa que se apelmazaba mojada, lista para colgar, en la palangana, y en los gritos de la madre porque una vez más desaparecía cuando se iba al río a lavar, justo ahora que el tiempo cambiaba y las cosas ya no se secaban tan rápido como antes. Ya no era primavera, definitivamente. «Hay libros más interesantes que tus penas», se recriminó incorporándose y guardando el Diario; muchas veces se consideraba a sí misma soberbia, egoísta y decididamente mala.

Una hojita pequeña planeó muy cerca de su mano y tocó tierra junto a su bota, con increíble delicadeza. Dina no supo por qué se le llenaron los ojos de lágrimas. Le ocurría a menudo, porque sí, cuando estaba en los días impuros.

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