Por Cristina Chumillas
 

Las galerías de arte contemporáneo en España pasan por uno de sus momentos más delicados. La crisis las ha afectado y no sólo por la situación económica tan compleja que vivimos a nivel mundial, sino por la crisis del sector que llevan sufriendo desde hace bastante tiempo.

 

Cada vez más nuestras galerías se preocupan por programar mejores exposiciones y cada vez el público está menos interesado en ellas.

 

A diferencia de los museos e instituciones, las galerías sufren los desprecios y críticas de muchos. Para empezar, se las mira con desconfianza por su labor mercantil. Parece ser que el promocionar el trabajo de los artistas y ganar dinero con ello no sea correcto.

 

Las galerías son las que verdaderamente promocionan a los artistas y les dan la oportunidad de mostrar su trabajo al público. Un público que, por desgracia, visita las magnas exposiciones que se realizan en determinados museos, pero desconoce plenamente qué se expone en las galerías.

 

Es magnífico conocer esos resultados estadísticos en los que se nos informa del gran número de visitantes que ha tenido una determinada muestra o museo en el último año pero ¿sólo nos interesan los artistas afamados que han llegado a la cima?, ¿se nos olvida que esa persona ha llegado ahí gracias a la labor previa de las galerías? La respuesta es sí. Se nos olvida que ese artista está ahí porque un día un galerista, formado para ello, confió en su trabajo, le organizó exposiciones individuales, le llevó a ferias de arte y, lógicamente, vendió su obra para que formase parte del mercado del arte. Y toda esa promoción lleva a artistas a los museos.

 

Las galerías están cada vez más abandonadas por parte de las instituciones públicas, intentando evitarlas a la hora de adquirir obras para sus museos, corriendo el riesgo de ser excelentes contenedores llenos de contenidos cuestionables. Están más que abandonadas por parte de los medios de comunicación, aunque también ellos lo tienen cada vez más difícil porque se recortan por minutos las páginas dedicadas a cultura. Están casi olvidadas por un público que desconoce lo que hacen porque no se les educa ni se les informa para que vayan a ellas. Y están, cada día más, cuestionadas por los artistas que en lugar de verlas como la mejor salida a su trabajo, las ven como un mero intermediario que les exige demasiado.

 

Con todo esto, tan sólo se está planteando una reflexión sobre la situación que se vive en el terreno galerístico donde cada día, por desgracia de todos, se cierran más espacios. Si los artistas no tienen galerías donde exponer su trabajo, difícilmente podrán llegar a vender sus obras. Si los museos no recurren a las galerías para completar sus colecciones con calidad y coherencia, difícilmente podrán tener visitantes y todo el dinero estatal invertido en ellos, que dicho sea de paso es el de todos, será un gasto más que infundado. Y lo que es más importante, la cultura perderá uno de los medios más útiles que tiene para que en nuestro tejido social se muestren distintas formas de expresarse y de ser.