TUMBAS QUE NO SON NUESTRAS
Por Natalia Loizaga
En la gran sala blanca se balancea un cuerpo marchito. El peso de los años ha hecho de él un ser diminuto, con el cabello tan blanco como corazones existen. Viste de gris, todo él lo es, tanto que parece que su presencia son matices. El hombre ajado pasea entre fatalidades y observa con callado compromiso imágenes de guerras que ya nadie recuerda y de personas que nadie llegó a conocer.
Es cuestión de tiempo que su sosegada caminata conduzca sus pisadas hasta la fotografía de Adis Smajic. Tal vez en su reflejo, como hicimos nosotros con disimulo y no sin cierto reparo, se atuse el pelo tan blanco como corazones existen. En la oscuridad que rodea al joven postrado de la imagen, en los carices de una negrura callada e intacta, quizá encuentre una excusa para contemplar su propia presencia. Puede que después, como hicimos nosotros y otros tantos, con las manos en la espalda y un ademán que creímos interesante, lea el minúsculo cartel a su izquierda.
“Adis Smajic perdió un ojo y una mano por la explosión de una mina en marzo de 1996, tres meses después de acabar la guerra. Ha sufrido una treintena de operaciones, media docena de cirugía estética. (Bosnia-Herzegovina). 1996. Una fotografía de Gervasio Sánchez.”
A la misma imagen llegaron nuestros pasos de jóvenes acostumbrados a mirarse sin saber reconocerse. En el mismo fondo negro, una sala de operaciones con un único foco de luz sobre Smajic, vimos nuestras siluetas dibujadas y sin apenas pensarlo arreglé mis labios y él su pelo. Lo comentamos con gallardía desvergonzada y adolescente, esa que todavía juramos conservar pero que tal vez hayamos perdido. Una más de todas las veces que bailamos sobre espíritus.
En cuántas desgracias nos habremos reflejado, nos preguntamos. Qué huellas habremos borrado con el trazado de un nuevo camino emprendido, en los somieres de qué muertos habremos soñado con escapar. Sobre cuántas miserias habremos dibujado nuestra historia, qué tierras ajenas nos quedarán por remover.
Cuánto tiempo, continuamos cavilando, seguiremos levantando recuerdos de tumbas que no son nuestras.


