¿Cómo el monstruo de Frankenstein pasó a ser Frankenstein a secas?

Viñeta sobre la confusión de nombres
Viñeta sobre la confusión de nombres

Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)

Con el paso del tiempo Frankenstein ha pasado a formar parte, por mérito propio, de ese pequeño grupo de personajes literarios que pertenecen al imaginario colectivo. A estas alturas se podría afirmar que es menos de Mary Shelley, su creadora, que de todos. Ahora bien, poniéndonos puntillosos, hay que decir que el Frankenstein que solemos tener en mente no es exactamente el mismo que imaginara la señora Shelley. La cultura popular es tan poderosa que, como ocurre con otros personajes literarios como Sherlock Holmes, ha terminado por hacer su versión propia del personaje, transformándolo hasta tal punto que ya es difícil concebir que fuera de otra forma. Pero no solo lo es sino que, en un giro que parece más un trabalenguas que otra cosa, lo cierto es que el verdadero nombre de Frankenstein ni siquiera es Frankenstein, aunque ya nada podría impedir que así se le llamara.

Según Mary Shelley, el nombre de Frankenstein también provenía del sueño que le había inspirado la novela. Sin embargo, es muy posible que como ocurre con el nombre de Drácula, su origen pudiera ser algo más prosaico. En alemán «Frankenstein» significa «piedra de francos» y se utiliza con frecuencia para designar diversos castillos en Alemania. El historiador Radu Florescu afirma que en 1814 durante su regreso a Inglaterra de su fuga a Suiza el matrimonio Shelley podría haber visitado el castillo de Frankenstein cerca de Darmstadt, donde nació el alquimista Johann Conrad Dippel, que para algunos es una posible influencia para el protagonista de la novela gótica por excelencia.

Ilustración de Frankenstein realizada por Theodor von Holst para la edición de 1831
Ilustración de Frankenstein realizada por Theodor von Holst para la edición de 1831

De cualquier modo, en realidad Frankenstein es el nombre del científico que creó a la criatura, Víctor Frankenstein, pero en la novela original ni Shelley ni Víctor le ponen nombre alguno al ahora conocido como Frankenstein, quizá para reforzar esa idea de orfandad y de falta de identidad que caracteriza al personaje. En lugar de eso, a lo largo de la novela se le llama de distintas formas, como por ejemplo «monstruo», «criatura», «demonio» o «diablo». Cuando Víctor conversa con su creación en el capítulo diez se dirige a él nombrándolo con expresiones tan afectivas como «vil insecto», «monstruo aborrecible», «miserable diablo» o simplemente «demonio». Como mucho, en algún momento Shelley se refiere a él como Adán, en referencia al primer hombre del Jardín del Edén ‒y es que es fundamental la influencia de El paraíso perdido de Milton‒.

La primera edición de la novela fue publicada de forma anónima en Londres en 1818 y el nombre de Shelley aparece por primera vez en la portada en una reimpresión de 1831. Durante las primeras décadas posteriores a su publicación la gente empezó a referirse a la criatura como Frankenstein a secas. A fin de cuentas el propio monstruo se considera a sí misma como hijo de Víctor Frankenstein, así que no sería descabellado pensar que ese podría ser su apellido. Ya a principios del siglo XX había escritores, críticos y periodistas que se quejaban de que el nombre de Frankenstein se usaba de forma incorrecta para referirse a un monstruo horrible.

Boris Karloff en La novia de Frankenstein, de 1935
Boris Karloff en La novia de Frankenstein, de 1935

Pero fue sin duda el cine la industria que se encargó de instaurar definitivamente esa confusión. La obra, como tantos otros libros universales, fue adaptada al cine muy pronto: la primera versión, de la Compañía Edison, es de 1910, con una duración de menos de quince minutos. Aunque es la adaptación de los estudios Universal de 1931, protagonizada por Boris Karloff en el papel de la criatura, la que termina por unir para siempre el nombre de Frankenstein con el monstruo ‒a pesar de que en los créditos el personaje de Karloff aparece con signos de interrogación‒. Además del nombre esta película popularizó otros clichés que no están presentes en la obra original, como el ayudante jorobado, el origen de la criatura en un laboratorio y un monstruo sin inteligencia, descerebrado, y convertido en una máquina de matar. Otras adaptaciones posteriores como La novia de Frankenstein inciden en el uso del nombre para denominar al monstruo aunque, por otra parte, muestran una imagen del personaje más fiel al original de Shelley. A partir de la década de los 50 el aluvión de películas de la Hammer basadas en Frankenstein no harían sino reforzar la imagen que ofrecía la película de Karloff.

Posteriormente hubo numerosos intentos por recuperar el Frankenstein original pero aunque se consiguió en gran medida lo de la confusión de nombres ya es otra cuestión. Hoy en día se sigue llamando Frankenstein al monstruo de Frankenstein ‒Santiago Posteguillo lo hace en La noche que Frankenstein leyó el Quijote‒ y lo más probable es que mientras se recuerde al personaje así sea. Que es como tiene que ser, porque como decía antes el personaje no es ya tanto de Shelley como de toda la humanidad.

4 thoughts on “¿Cómo el monstruo de Frankenstein pasó a ser Frankenstein a secas?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *