‘El camino más corto’, de Manuel Leguineche

Por Ricardo Martínez Llorca

El camino más corto

Manuel Leguineche

Ediciones B

Barcelona, 2016

678 páginas

camino corto

Manu Leguineche tenía veintitrés años cuando logró unirse a una insólita expedición para recorrer el mundo en coche. Era el año 1965 y todo estaba cambiando. Este libro, escrito años después y convertido en un clásico, recuerda aquel viaje.

Rompiendo la costumbre que tengo reseñando libros, al tratar sobre esta obra solo puedo hacerlo en primera persona. Recuerdo haber comprado una edición de bolsillo en una librería de segunda mano, desconfiando de qué era lo que me llevaba a casa. Yo estaba empezando en esto de la literatura de viajes, algo a lo que me incorporé muy tarde. Como a todo, por otra parte. Pero ya había leído a Chatwin y pensar que un escritor español pudiera escribir algo a la altura del inglés me parecía no un atrevimiento, sino una bufonada. Es cierto que El camino más corto no está a la altura de En la Patagonia. Ni lo pretende. En Chatwin había mucho de artista y demasiado del deseo de que se le recordara como un bohemio. Lo de Leguineche era otra cosa, menos sutil, pero más humana: lo que pretendía era ser feliz. Y luego, años después, recurriendo más a la prodigiosa memoria que hizo de él un muy buen periodista, quiso compartir esa felicidad con nosotros. Entonces escribió El camino más corto, que es voluminoso por la sencilla razón de que fueron muchos los días que pasó fuera de España. Sin nada semejante a la melancolía por la juventud perdida, esa que le permitió afrontar un viaje que a los cincuenta años no se puede protagonizar, y por tanto sin rencor, queda una versión de la alegría de vivir que no da envidia, porque mientras leemos el texto, participamos de ella.

Todo es descubrimiento, aprendizaje. El muchacho que se embarcó en esta vuelta al mundo en coche, disponía de más sentido del humor que de dinero. Y de unos sentidos abiertos al mundo. Y solo quien está dispuesto a aprender puede ser feliz. Porque aburridos de esos periodistas que relatan sus viajes como una hazaña, Leguineche se va haciendo más y más grande a medida que lo leemos. Pero no solo en este libro. También en el resto de su obra. Recuerdo La felicidad de la tierra como un libro crepuscular, sí, pero un homenaje a haber vivido. Otra lección. Tal vez no esté tan dotado para la escritura como alguno de los literatos que fueron contemporáneos a él. Pienso, como no, en Miguel Delibes. Pero sí mucho más que la mayoría de los periodistas que han poblado diarios y revistas de todo pelaje.

Ahora Ediciones B recupera El camino más corto y nos anuncia que recuperará toda su obra. Ojalá. Porque han pasado casi treinta años desde que compré aquel ejemplar en una librería de segunda mano. Pero hoy, que vuelve a caer en mis manos en esta hermosa edición, vuelvo a comenzar a leerlo. Iré poco a poco, porque quiero que, durante un buen tiempo, sea el libro de mi mesilla de noche, lo último que haga cada día antes de dormir. Pueden acusarme de utilizar El camino más corto para lo mismo que los bebés utilizan el chupete. Pero yo estoy convencido de que la vida, por muy duro que haya sido el día, es algo que merece ser celebrado al final de cada jornada. Y este libro es una lección sobre ese concepto, sobre el arte de vivir.

«¿Cómo pretendes dar la vuelta al mundo en una expedición como esta si no sabes conducir?, me preguntaron, con buen acierto, los organizadores de aquel viaje al fin del mundo. Tengo otras condiciones, respondí. No sé conducir ni nada de mecánica, pero sé cantar, jugar al mus, tengo muy buen humor, sé algo de geografía y he leído a Conrad, Stevenson y Verne.»
«Una obra única, un relato que se puede leer una y otra vez, lleno de personajes, de historias, de vida.»
Guillermo Altares, El País

«Un libro canónico en la literatura viajera del siglo XX español.»
Javier Reverte

«Un libro maravilloso. Sesenta mil kilómetros de viajes y aventuras. Un canto a la libertad.»
Mariano López, revista Viajar

«Este libro debería ser de lectura obligatoria para todos los estudiantes de Periodismo.»
Enric González

«Un clásico del periodismo escrito por un reportero que define una época.»
Joaquín Bardavío

 

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