'Las bibliotecas imposibles', homenaje a la literatura

Por Ricardo Reques.

Fuente: Portada del libro ‘Las bibliotecas imposibles’

Autores: José María Merino, Clara Obligado, Lola López Mondéjar, Juan Francisco Ferré, Carmen Velasco, Alberto Chimal, Pablo de Santis, Roberto Valencia, Mercedes Cebrián, Juan Jacinto Muñoz Rengel y Juan Gómez Bárcena.

Edición y prólogo: Mario Cuenca Sandoval.

Editorial: Cuadernos del Vigía (2017).

El universo de Borges, su biblioteca de Babel, está formada por galerías hexagonales en las que, en cuatro de sus caras, se disponen anaqueles repletos de libros distribuidos de forma uniforme. En el centro de cada hexágono hay unos pozos de ventilación y desde allí se pueden ver los interminables pisos superiores e inferiores a cada celda. Los bibliotecarios pueden desplazarse libremente durante su vida por todas las galerías buscando un libro o el catálogo de catálogos de libros. Siguiendo su descripción, una de las caras libres de cada hexágono tiene un angosto zaguán que comunica con otra galería y que está provista de una escalera en espiral para subir o bajar a los pisos superiores o inferiores. En aquella biblioteca borgiana, que contiene todos los libros posibles, necesariamente hay, al menos, un ejemplar del libro de relatos Las bibliotecas imposibles ―publicado de forma muy cuidada por la editorial Cuadernos del Vigía― y también multitud de facsímiles imperfectos de este libro que no difieren sino por una letra o por una coma.

Para conmemorar los diez años que lleva funcionando la Biblioteca Central de Córdoba, Mario Cuenca Sandoval ha reunido a once grandes autores de cuentos unidos por su devoción a lo fantástico, por esa querencia a que sus personajes ―sumidos generalmente en sus quehaceres cotidianos― se aparten de lo que entendemos por realidad. En todos ellos, aunque con estilos y temáticas muy diversas, se aprecia un conocimiento de los grandes maestros del género ―a los que, en algunos casos, hacen su particular homenaje―, así como la influencia del cine, el cómic o los videojuegos.

Conviene leer despacio el generoso prólogo en el que Mario Cuenca Sandoval nos descubre algunas de las bibliotecas ficticias que han pensado autores como Lasswitz, Lem, Asimov, Bradbury, Doctorow o el propio Borges, entre otros, y en el que da un pormenorizado avance de lo que el lector va a encontrar en las páginas de este volumen.

Aquí podemos descubrir una biblioteca minúscula y extraña escondida en otra biblioteca, compartir la obsesión por conservar lo escrito de cualquier agresión externa, hojear los manuscritos de una biblioteca de grandes obras rechazadas por las editoriales, examinar sorprendentes títulos en la Gran Biblioteca de Oz, acompañar a unos investigadores hasta la sede de la biblioteca digital Diabase, intentar evitar el encuentro con el Libro maldito, buscar la forma de escapar descubriendo el Pasaje en la biblioteca de la casa oscura, comprobar algunas de las consecuencias que traen los recortes económicos en cultura por parte de las administraciones públicas, discriminar los libros construidos para confundir la literatura científica con la de ficción, aprender a enamorarse de una persona a través de sus lecturas privadas o adentrarnos en los almacenes del Ministerio de la Ficción donde están escritas todas las posibilidades históricas, mundos futuros imaginados que en cualquier momento podrían servir para construir la realidad.   En esta colección de cuentos, la irrupción del elemento fantástico ―esa yuxtaposición conflictiva de órdenes de realidad de la que habla David Roas―, ocurre a veces de un modo muy sutil, casi imperceptible, y otras, en cambio, se apodera del espacio de ficción y los personajes se apartan de toda realidad lógica sucumbiendo a mundos casi oníricos.

Una biblioteca, cualquier biblioteca por modesta que sea, siempre tiene algo de fantástico por lo que contiene. Si en el relato de Borges la certidumbre de que todo está ya escrito abrumaba al narrador hasta anularlo, a muchos lectores nos reconforta el hecho de tener constancia de que sólo a través de la lectura podremos estar acaso un poco más cerca de lo que puede ser la sabiduría. Al fin y al cabo, los libros, parafraseando a Cortázar, van siendo los únicos lugares en los que todavía se puede estar tranquilo.

Con Las bibliotecas imposibles, Mario Cuenca Sandoval y los once autores de estos relatos consiguen hacer un bello homenaje a la fascinación que las bibliotecas despiertan en los lectores al descubrir allí su mejor refugio.

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