“Verás rotas carreteras”, de Raúl Zurita


«VERÁS ROTAS CARRETERAS»

Serie de poemas

Raúl Zurita
SU ROTA NOCHE

Él ya estaba por correrse y yo me monté encima y
de golpe el resplandor rojo de la aurora entrando
por la ventana me inundó los ojos cegándome y
entonces yo le dije espérame y nos corremos
juntos y él deteniéndose me preguntó y si te hago
ahora un hijo ¿qué sería? y yo le dije por favor
no pares ahora y él me respondió es que me lo
pregunto y yo le dije puedes correrte si quieres y
él alcanzó todavía a preguntarme una vez más y
después se vino muy rápido y entonces yo le dije
no me importa que esta vez te hayas corrido solo
y él saliéndose murmuró sería mi sobrino y yo le
repliqué fue sólo un sueño y él me respondió
siempre sueño lo mismo y yo le repuse no te
hagas mala sangre y él me preguntó qué harías y
yo le dije mejor sales y te fumas un cigarro y él
sentándose me dijo sabes bien hermana que ya no
fumo.
Queridos parientes, querida y lejana humanidad:
la cara de mi hermano se borraba en el contraluz.
Más allá, mucho más allá, la luz de otros soles
despuntaba sobre las estepas de planetas
desconocidos y seguramente algo de su palidez
alcanzaba también a teñir este remoto amanecer,
la pieza donde dos niños dormían, el detalle de un
sueño de amor flotando en la inmensa noche rota.

SU ROTA AURORA

Desde hace un rato miro las enormes nalgas que
suben y bajan cada vez más rápido dejando
entrever trozos del miembro que las penetra. De
pronto la cara de la mujer se da vuelta cruzada
por el color rojo sangre de la aurora, mientras
detrás el sonido de los pesados testículos
golpeándola resuena con un ritmo perentorio,
seco, como los latidos de un corazón. Di con
youporn pocos meses atrás y ahora la luz de la
pantalla se dibuja como una pequeña ventana
en medio de la oscuridad del amanecer. Me
recuesto entonces a tu lado como siempre y me
preparo para recibirlo como lo recibes tú, en tus
glúteos y en tu boca: largo, duro, incontenible.
Lo tocas, estiras hacia atrás tu mano palpándolo
como si quisieras reacomodar un poco su tamaño
al de tu concha pequeña y espesa que se dilata
interminablemente mientras el chillido crece y ni
tú misma sabes si es tu grito o es el grito del que
ahora te coge en vilo abriéndote con los dedos el
pequeño orificio oscuro…
El gigantesco falo negro eyacula entre las nalgas
anchas y blancas inundándolas sin prisa, con
espasmos largos, y recuerdo que mamá estaba
en la cocina, completamente traspasada, con la
boca llena de sangre mirando subir la rota aurora.

SU ROTO AMANECER

Al fondo la rompiente entraba con furia entre los
cortes del roquerío y yo le estiraba la mano para
que pudiera subir. Me decía que los filos de la
roca le herían los pies y que volvería por sus
zapatos. El salpique de las olas empapaba su
blusa de niña transparentándola y yo temía que
se resbalase y cayera. El sol me hizo apretar los
ojos y sentí que el océano se cerraba. Ella se
había ido y abajo las olas seguían rompiéndose.
Me volví entonces a buscarla. Caminaba por una
calle atestada de vendedores que ofrecían videos
de pornografía dura a viva voz. Estaba en el DF,
a dos cuadras del Zócalo, y apenas podía avanzar.
En la fotografía unas morochitas de no más de
ocho años se la chupaban a un gringo y vi que
estábamos de nuevo en el roquerío. Cuando me
estiró su mano para que le ayudara yo se la
tomé subiéndola y luego se la puse en mi palo
ya duro. Abajo las espumas blancas estallaban
haciéndose añicos contra el negro de las rocas
y arriba su pequeña mano me masturbaba con
prisa. Le empujé entonces la cabeza hacia
abajo y cuando finalmente mi hija tocó con su
boca mi glande, el océano se terminó de cerrar
encima de ella. La ciudad de México amanecía
y era un amanecer rojo sangre. Inmenso, infinito.

[Poemas extraídos de Cuadernos de guerra, Amargord, Madrid, 2009]


Raúl Zurita

(Santiago de Chile, 1950). Estudió Ingeniería Civil en la Universidad Santa María de Valparaíso. En 1979 creó junto con otros artistas el grupo CADA, Colectivo de Acciones de Arte, dedicado a realizar un arte público de gran formato de carácter político y de resistencia a la dictadura militar. Ha publicado Purgatorio (1979); Anteparaíso (1982); El paraíso está vacío (1984); Canto a su amor desaparecido (1985); El amor de Chile (1987); Canto de los ríos que se aman (1993); La Vida Nueva (1994); El día más blanco (2000); Sobre el amor el sufrimiento y el nuevo milenio (2000); Poemas Militantes (2000); INRI (2003); Mi mejilla es el cielo estrellado (2004); Los países muertos (2006); Las ciudades de agua (2007) y Zurita/ In Memoriam (2007).
En 1982 sobre la ciudad de Nueva York, traza el poema «La Vida Nueva» mediante aviones y sus fotografías forman parte de Anteparaíso. En 1993, de forma permanente, la frase «ni pena ni miedo» sobre el desierto de Atacama que puede ser vista desde las alturas y que finaliza el libro La Vida Nueva. Su poema Canto a su amor desaparecido, encabeza el Memorial de los Detenidos Desparecidos de Chile.
Ha recibido las becas Guggenheim y DAAD de Alemania y, entre otros, los premios Pablo Neruda (1989), Pericles (Italia, 1995), Premio Nacional de Literatura (Chile, 2000) y el Premio José Lezama Lima (Cuba, 2006). Libros y poemas suyos han sido traducidos al inglés, alemán, ruso, italiano, sueco, chino, bengalí, turco e hindi. Actualmente es Profesor de Literatura en la Universidad Diego Portales, Chile.

http://www.raulzurita.com/
http://www.edicionesamargord.com/
http://amargordtransatlantica.blogspot.com/

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