Naughty Bear: Mil maneras de matar a un oso

Por Lucía Perdomo.

Gracias a la inmediatez de Internet, aunque más aún al “boca a boca”, llegó a mis oídos antes que el juego a mis manos que Naughty Bear no estaba a la altura de las expectativas que Digital Bros (distribuidores del juego en nuestro país) habían creado con su inversión en publicidad. Pero mal comentaría el juego si me dejase llevar por lo que oigo; a la hora de opinar, esto de los videojuegos es como el fútbol. Así que hago borrón y me quedo con la base: el argumento. Éste consiste en que un osito de peluche, que vive en una especie de Aldea del Arce, es ninguneado y humillado por sus pares, tras lo que decide vengarse de una forma brutal animado por una vocecilla bobalicona -tipo “narrador de series infantiles”- a dar sustos de muerte, tender trampas y, sin cortapisas,  “cargárselos”. Un planteamiento original que, de tan siniestro, suena muy divertido.

Lo que uno debe hacer es lo siguiente: esconderse, tender trampas, asustar al oso que caiga en ellas y rematarlo (literalmente). Cuando los demás osos que retozan en cada nivel se enteren de tu presencia e intenciones, la acción se acelerará, y deberás continuar con tu cometido pero cumpliendo unos requisitos en cada fase que te la darán como superada.

Transcurridos unos minutos desde que comienzo con él, no sé si será por la banda sonora, o por el propio narrador, pero la sensación con que me doy cuenta de que estoy jugando es de incoherencia entre los elementos que tengo a mi alrededor: nada en la atmósfera del juego alienta tanta violencia y mala idea como pide, y eso deja un regustillo no a violencia gratuita –admitámoslo: en el “mundo paralelo” de los videojuegos la violencia gratuita no tiene por qué ser mala- sino a algo mucho peor: a desgana.

En cuanto a la vocecilla malévola que te acompaña, es como si escucharas la narración de un cuento clásico, con esas subidas y bajadas en el tono pero, en vez de contar que Hansel iba siguiendo a Gretel,  te pide que mates. Tú pensarás “¡mola!”, ¿no? Pero el resultado, en vez de ser tétrico y siniestro, es que “no pega”. Y no sabes qué han hecho mal en 505 Games –los adaptadores del juego-, pero el caso es que ese “mundillo” con el que intentas abstraerte no acaba de cuajar, por más que pongas empeño en encontrar ese sentido que crees que no ves. Como cuando intentabas “entrar” en las láminas en 3D de El ojo mágico y bizqueabas durante un rato antes de darte por vencido. Es entonces cuando me planteo: ¿es posible que el juego sea simplemente “malo”?

La contra llega con los elementos desbloqueables de los menús, que son muy prometedores, sobre todo porque ofrecen hasta 31 variantes del oso protagonista, a las que podrás acceder al superar distintos requisitos, como lograr Bronce u Oro en los distintos episodios.

En lo tocante a la banda sonora, la poca que hay, quien esto escribe echa en falta algo más heavy, no porque la musica ambiental, tipo nana, sea una mala idea, sino porque es uno de esos elementos que dan la sensación de quedarse cortos; pese a los efectos de sonido, el silencio a veces cansa, aunque lo que se pretende sea un contraste entre la parte en que nuestro oso está escondido y poniendo trampas –guardando sigilo- y el momento en que es descubierto y se desata la acción, cuando comienza a oírse música: una pretendida vorágine de ataques, carreras, muertes y ensañamiento con el mobiliario que se nos ponga por delante. Elementos como avisos del narrador y flechas que nos indicarán la dirección a seguir nos servirán de referencia para que no nos desorientemos y encontremos el sentido, lo que debemos hacer para superar la fase, entre tanto desorden y carreras. El problema es que hay demasiado contraste entre una cosa y la otra: o se está totalmente escondido y haciendo movimientos con cuentagotas, o el final de la fase se precipita desde que uno es descubierto a base de flechas de dirección.

Pero vayamos a lo que realmente suele importar: la jugabilidad. El control está bien porque es sencillo de aprender y más de manejar, pero la mecánica, lamentablemente, es repetitiva: no hay más que hacer que poner trampas, dar sustos, cargarse el escenario y a los osos que lo pueblan. Eso sí: estas cosas las puedes hacer de cien formas diferentes. Si no te importa que la secuencia sea simple, disfrutarás afinando tu habilidad para sabotear objetos, esperar a los otros osos, asustarles y rematarles. La cantidad de objetos sobre los que interactuar es grande y, si bien casi no se puede elegir qué hacer con ellos, los elementos que encontrarás (desde una cocina de gas que incendiar hasta un armario con el atrancar puertas) y el efecto –simpático- que causarás sobre éstos es un sustituto, aunque algo pobre, ante esta carencia. En resumen: que no esperes encontrar un editor de trampas.

Pero no todo iba a ser malo: en este apartado hay otro punto destacable, y es que lo que sucede en cada fase es una escena “integrada”, algo que aporta calidad y aumenta la diversión. Me explico: los movimientos de los personajes por el escenario no serán aleatorios, sino que tu irrupción al descubrirte desencadenará una secuencia sobre la que tendrás que actuar y que no esperará por ti para avanzar. Si, por ejemplo, alguno de tus peludos enemigos te ha descubierto, o acabas con él o correrá a avisar a los demás, quienes emprenderán la huida sin esperar a que llegues al punto donde se encuentran para verles marchar. De todos los cambios que debieras saber y que tu oso no vea, serás informado por medio de una “pantalla” que aparecerá y desaparecerá automáticamente. Así sabrás si debes dejar de esperar a tus atacantes tras los cepos que has tendido porque debes correr para evitar que el astuto de “Fliffi” huya en una lancha y te arruine la misión.

Haz tus maldades lo mejor planeadas que puedas, recuerda que es mejor asustar que matar directamente, recoge ítems, rompe, sabotea, aprovecha los combos y logra muertes brutales que verás ejecutar a tu “osito travieso” en pequeñas secuencias, y serás premiado con trofeos que desbloquearán nuevas fases, disfraces con los que mimetizarte entre tus enemigos y elementos que te permitirán mejorar tu técnica. Pero, eso sí, misión fallida es misión a repetir. Y desde el principio. Menos mal que la dificultad no es nada exigente.

¿Mi veredicto? Un acierto que cueste 49,95€. Un precio reducido para un juego con una mecánica y jugabilidad propias de un público infantil, del que se aleja solamente por el contenido violento. Si buscas un título exigente este juego no es para ti, pero sí lo es si lo que quieres es pasar un rato entretenido y vengar al adolescente inadaptado que llevas dentro.

Lo peor: es simple, repetitivo y el ambiente no termina de encajar ni logra “envolver” al jugador. Los gráficos.

Lo mejor: su precio, estética y argumento.

Puntuación: 7

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