La risa inasible

Por María Antoranz.

Zoo de y por el grupo Yllana

Teatro Alfil – Calle del pez, 10 – Madrid

www.teatroalfil.com ; www.avenueq.es

Desde el 6 de agosto

El grupo Yllana se define a sí mismo como una compañía de teatro de humor gestual. Se constituyó a comienzos de los noventa y al poco tiempo se hizo cargo del teatro Alfil, una sala que estaba a punto de desaparecer. Hoy en día, el Teatro Alfil es una parada obligada en los recorridos escénicos madrileños, con un público asiduo y fiel y un estilo inimitable que resumiremos con una sola palabra : humor. Desde entonces, en esta sala se representan, en alternancia, las obras de Yllana junto con espectáculos de compañías de toda índole, con cierta preferencia por la comedia y los musicales. Huyendo de la intertextualidad que nos lleva a menudo a una risa, cuando no impuesta por la rigidez de ciertos cánones heredados de otros siglos sí al menos prefabricada, Yllana construye sus espectáculos al margen de la palabra, en una concatenación de situaciones que estos artistas suelen llevar hasta un límite cómico insospechable para el espectador. Aunque fuertemente influido por el cine norteamericano y el circo, por ahora este grupo polifacético se ha entregado sobre todo al espectáculo instantáneo de los teatros, quizás por su apego inconfesado al contacto humano. Es así que en cada nueva obra que estrenan, a sabiendas de que la oscuridad no le protegerá, el público se pregunta con impaciencia o canguelo por dónde y cómo estos actores les harán subirse, esta vez, encima del escenario… o de sus rodillas en pleno patio de butacas !

La obra que nos ocupa cosechó un premio en la última edición de los premios Max, con la salvedad de que, a diferencia de lo que pasa con cierta frecuencia, Yllana se merecía realmente su premio a la mejor obra de teatro infantil. La noche en que yo les vi hace poco, había niños, de hecho, pero los que más se reían eran los niños grandes. Un equipo de intrépidos exploradores se adentran en la isla Misterio para capturar un extraño animal y llevarlo a un zoo. Recurriendo a todo tipo de artilugios, materias, técnicas y efectos especiales, Yllana consigue crear un espectáculo dinámico y mordaz, casi siempre apto para cualquier edad, donde no falta nunca la refrescante improvisación ni la ironía. En este caso, cabe destacar, sin duda, la escena de los pajarillos despertando a la vida (y a la muerte) desde su nido, de una belleza poética indescriptible. Junto con esa mirada de cámara implacable proyectándose encima del escenario, la ley de la gravedad desaparece así como las escalas y tamaños propios de los teatros. Y un personaje tan pronto queda capturado por el zoom como catapultado al espacio infinito sin que el espectador pueda realmente comprender cómo lo han hecho. Y aquí, desde luego, nos quitamos el sombrero ante el o los técnicos que tienen la culpa de los magníficos resultados en cada función.

El espectador no lo comprende pero sí lo disfruta, y mucho. La otra noche, hubo quien, al salir del teatro, comentó : “faltó un poco el mensaje”. Yo os invito a comprobarlo personalmente para opinar mejor. Y es que Yllana no cuenta historias en el sentido clásico de una narración. Más que una historia, lo que nos ofrece es un mosaico de experiencias y de vivencias que siguen, sin embargo, un orden menos irreflexivo de lo que parecería de buenas a primeras. Sí, en última instancia, yo os invito a vivir la trepidante aventura por vosotros mismos. Lo mejor es ir a verles cuando estéis bien deprimidos, bien hartos de la vida y de vuestra puñetera rutina, en pleno trance de desilusión y de vacío. Id a verlos convencidos de que no os reiréis jamás. Y si no salís del teatro con una sonrisa de oreja a oreja, como flotando por el espacio intersideral de la calle del pez y con ganas de volver a comeros el mundo, haced una reclamación al teatro Alfil. En serio. Seguro que os devuelven el importe de vuestra entrada… o por fin empiezan esa terapia de psicoanálisis.

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