Lollapalooza Chile: El primero de los que vendrán (1 de 2)

Por Marianne Rippes.

A los 20 años fui a mi primer concierto masivo. Antes había asistido a presentaciones menores, festivales de bandas y cosas por el estilo, pero cuando se trataba de conciertos grandes, de esos que se recuerdan, el plan siempre fallaba. Malas fechas, falta de dinero, o simplemente la parrilla no me convencía lo suficiente para desembolsar los billetes. Hasta este año, que cumplí 20, y qué mejor que hacerlo con otro veinteañero: fui al Festival Lollapalooza, que luego de 20 años sobre los escenarios decidió salir de su Estados Unidos natal y aterrizar directamente en el Parque O’Higgins en Santiago de Chile, los pasados 2 y 3 de abril de este año. Aquí les dejo un poco de esta increíble experiencia.

Al principio me costó decidirme. Cuando supe la noticia me entusiasmé al instante, pero los altos precios y la incertidumbre de la parrilla para cada día me frenaron de comprar las entradas apenas salieron a la venta. No quería gastar tanto, y sobre todo, quería asegurarme de no ir sola. Pero una vez que unas amigas me dijeron que querían ir, y cuando me decidí por el día sábado, fue cosa de comprar las entradas y empezar a prepararse.

Llegamos a primera hora. A las 10:30 las puertas aún no abrían, contrario a lo estipulado, pero mientras esperábamos nos dedicamos a mirar al resto de los asistentes. No sólo había grupos de jóvenes como el nuestro, sino que también muchas familias. Padres jóvenes con sus hijos pequeños, todos vestidos de forma alternativa, lo que demostraba que se cumplía muy bien con el objetivo que se había propuesto el festival: ser un espectáculo para toda la familia, que quedaba de manifiesto por la amplia convocatoria, y por el espacio “Kidzapalooza”, un escenario dedicado a los niños con show y actividades especiales.

Otro aspecto importante, y que se mantuvo presente desde que entramos y a lo largo de todo el día, fue el reciclaje. Por todo el Parque se paseaban personas con bolsas de basura gigantes, y había dispuestos basureros específicos para cada tipo de material cerca de los puestos de comida, y entre los escenarios principales. Al final del día, era sorprendente la poca cantidad de basura que había en el piso, por lo que se cumplió otro de los objetivos, que era mantener el recinto lo más limpio posible.

Pero lo más destacable fueron, sin duda, las presentaciones. Debo admitir que ninguno de los artistas que se presentaban ese día me gustaba lo suficiente para haber pagado una entrada solo por ir a verlos. Sin embargo, sumando y restando, la parrilla era de mi agrado, y realmente la disfruté.

Segunda parte

 

Fotos vía | Marianne Rippes

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