"Aguas turbias", Rafael Ureta Cañas

 

Escritos de Rafael Ureta Cañas.

 

Lo que casi logra la sangría

 

Ver la vida pasar y sentir que no hay quien comprenda, que el error inicial puede haber sido propio o que definitivamente no existe eso de «la persona justa en el momento justo», remece el corazón y bombea la sangre de tal forma que hierven las venas pidiendo auxilio… que por favor las dejen respirar. Pero definitivamente, hay que ser valiente y yo no lo soy, por lo menos por ahora…

 

Muchos exigen atención y tiempo, pero la comprensión recíproca no existe, se ve superada por la utilización unilateral de quienes ¿están ahí?

 

El abandono, primeramente inesperado, se hace autoinfringido para poder contener dentro de este espíritu todo lo que quiere reventar en un grito que a veces podría fundirse en un abrazo, sin ser necesarias las palabras, sólo un abrazo que nunca llega y todo esto produce miedo, miedo a volver a caer en la profundidad de la nada, miedo a no sentir, miedo a tener tanta nada, miedo a volver a cegar la visión del propio existir… miedo al miedo.

 

La voz es muda, pero las acciones hablan por sí solas, sólo falta el entendimiento; sin embargo, se hace tan lejano que pensar en su llegada es imposible para la razón. Y el corazón sigue siendo creyente e ingenuo, aunque sea maltratado y hecho mierda una y mil veces. No sé cuánto es capaz de resistir, pero se cansa, haciendo de cada latir, un dolor que llega al alma.

 

La culpabilidad encierra un todo tan pisoteado que es imposible dar un paso, pero la risa es capaz de poner límites que aún nadie ha cruzado por completo y así, sustentar la ceguera generalizada. Y todo «sigue normal», aunque cada día se transforma en uno menos y eso, definitivamente, es lo más doloroso…

 
 

Aguas turbias


 

Da verde el semáforo. Cruzo convencido que la vida en que he estado sumergido es la correcta. Aparece ante mí el puente y no veo palomas, sino gaviotas que desafiaron su verdad heredada para escribir una nueva historia, sumergida en aguas turbias, pero su propia historia. Y pienso: “No cuesta tanto que las utopías se transformen en sueños posibles de realizar, pero aún cuando no tengo la certeza de que son tangibles, está la sombra de la pérdida cubriéndome con su manto… ¿Es una ley de la vida o es la ley de mi vida?”.

 
 

Palabras

 

Frente al computador pienso en las palabras que puedan describir la vida en mi ciudad o mi vida en la ciudad. Pasan miles de rostros anónimos que, raudos y con la mirada perdida, ven su destino incierto; me da impotencia pensar que también soy uno de esos personajes, inmerso en millones de problemas, que sólo y solo avanzo mirando el cemento que guarda cada paso dado.

 

Hoy dije lo que sentía. Basta un paso para hacer historia.

 

Mil caras anónimas, un personaje, millones de problemas, decir lo que se siente, un paso. Creo que me excedí, eran sólo palabras.

 

 

Más palabras

 

La vida avanza demasiado rápido, no nos damos cuenta de todo lo que ha pasado frente a nuestros ojos. Y de acuerdo a esto nace una pregunta crucial: ¿Hemos sido ciegos voluntarios o involuntarios a estos sucesos?

 

A veces me pongo a pensar sobre qué pasaría si la vida se proyectara en cámara lenta. Podríamos abrazar todas las oportunidades que se nos presentan y hacerlas nuestras, podríamos optar y tener tiempo para decidir, más a conciencia, los pasos a seguir para tejer nuestra propia historia. Pero al caer nuevamente en la realidad, me doy cuenta que todo sigue su curso, que cada segundo que avanza ya es parte del pasado y que la vida tiene una vida muy corta.

 

Es imposible saber si tendremos el tiempo suficiente para poder realizar nuestros sueños en este mundo tan revolucionado donde con suerte alcanzamos a sobrevivir, pero también hay momentos en que me he dado el tiempo de pensar en lo que he hecho, en el camino recorrido, en el por qué hice cierta elección y no otra. Hago conciencia de mí mismo y puedo mirar desde mi propio interior; me doy cuenta que he sido ciego muchas veces, y lo más terrible de todo es que la mayoría, voluntariamente. De tanto dar vueltas en la mente a las posibilidades que se nos presentan, podemos llegar a nublar el destino próspero de alguna idea o algún sentimiento que, por mínimo que sea, podría marcar precedente y ayudarnos a alcanzar esa felicidad, que a veces parece tan utópica.

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