[Biarritz 2011] Pintando a Paco Ignacio Taibo II

Por Alejandro Inurrieta.

 

El Festival de Cine de Biarritz ha alumbrado un experimento único hasta ahora en la vida de un escritor como el astur-mexicano Paco Taibo II. Es cierto que su prosa se había aproximado al cine, cosa harto complicada para quien no tenga una mente tan anormalmente rica, rápida y acida como él, pero sin embargo, nadie había osado dibujar o plasmar en imágenes su prosa tan vehemente y reflejar el dolor que le produce México.


Este experimento se fraguó durante el Salón del Libro de París del año 2009 entre un joven arquitecto que aterrizó en la pintura, Francisco Rangel (Querétaro, México, 1978) y el célebre escritor de novela negra. Este, al ojear el catálogo de pintura hiperrealista que el homónimo dibujante presentaba en dicho evento, sintió la necesidad de dar imagen a sus textos y sugirió que diese rienda suelta con el pincel al prólogo adaptado de su última novela.  El resultado ha sido la exposición de doce textos y doce cuadros adaptados, denominada “Sombras de Ciudad”.

 

Francisco Rangel y Paco Ignacio Taibo II

La conversación con el pintor y el escritor transcurre en una terraza junto al mar de Biarritz, en una ciudad que languidece entre los últimos baños veraniegos y la despedida de los últimos cineastas. El hilo conductor lo marca el experimento, inédito en la vida del escritor y su relación con el hiperrealismo. La muestra habla de la ciudad de México mostrando todas sus sombras, la de la policía con semblante de dolor y muerte, la del vagabundo que duerme sobre el suelo desesperante, un payaso con cara de ojete, que resulta ser un enano, o la del albañil que agujerea un banco para extraer la plusvalía robada al pueblo. Estas figuras, junto a los textos, rezuman dolor y configuran un puente hacia la nostalgia desde la distancia y la añoranza, surgido en dos mentes que viven la mexicanidad desde mundos muy distintos.

 

El lenguaje y la intensidad de la conversación muestran dos universos que rara vez convergerán. La visión arquitectónica y fría de un pintor que busca el cosmopolitismo de los paisajes de la burguesía urbana europea, en contraposición a la lucha armada de la palabra por transformar una realidad que ambos catalogan de asquerosa.

 

El resultado de la mezcla entre palabra revolucionaria, pero cotidiana, e hiperrealismo visual descubre un cosmos nuevo que busca destruir leyendas urbanas y aproximar al espectador a una película de imágenes habladas, donde los personajes cotidianos, esposas cercanas y amadas, y amigos del alma, nos relatan el hedor y el drama de la ciudad de México.

 

El ambiente sórdido y tenebroso flota en el ambiente, y poco a poco la prosa y el verbo retorcido y violento del escritor, contrasta aún más, con la imagen de un pintor de cámara  que destila la fragilidad del hiperrealismo pictórico, en un contexto en el que se masca la desesperanza optimista del genio de la novela negra.

 

En el epílogo, los dos maestros anuncian una segunda parte con muestras más grandes en tamaño de lo que quiere verbalizar el narrador, y emplazan a los potenciales visionarios a que puedan ver la segunda parte de un mundo nuevo. Aquel en el que la palabra no solo se escucha, sino que se ve, siempre bajo el prisma de un México distante para el pincelante y  cercano e hiriente para el escritor.

 

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