Entrevista a Douglas Kennedy por «El momento en que todo cambió»

 

Por Benito Garrido.

Fotografías Pablo Álvarez.

 

A propósito de su última novela El momento en que todo cambió (Editorial Planeta, 2012), hemos entrevistado al escritor estadounidense Douglas Kennedy.

 

Douglas Kennedy nació en Nueva York el año 1955. Hijo de un broker y de una asistente de producción, vive a caballo entre Londres, París, Berlín y Maine. Tras su paso por la dramaturgia y el periodismo (ha escrito entre otros para The Sunday Times, The Sunday Telegraph, o las ediciones británicas de Esquire y GQ), en 1988 comenzó su carrera narrativa escribiendo literatura de viajes.  Aunque si por algo ha tenido verdaderos éxitos internacionales, ha sido por su faceta novelística.  Destacables son En busca de la felicidad, Una relación especial o Tentación. Traducido a varios idiomas, alguna de sus obras han sido adaptadas al cine. Sus novelas han sido aclamadas particularmente en Francia, donde reconocido por crítica y público, se le ha otorgado el título de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. El momento en que todo cambió es su décima novela.

 

El momento en que todo cambió.  Douglas Kennedy.  Editorial Planeta, Barcelona 2012.  576 páginas.  22,50 €

 

Hay momentos en los que nos vemos abocados a tomar una decisión. Momentos en los que elegimos, de entre todas las opciones que la vida nos ofrece, un camino y no otro. Esta novela es el relato de uno de esos momentos: de Berlín en 1984, de un momento que lo cambió todo y de las consecuencias y las huellas que dejó para siempre en los corazones de dos personas. Estamos ante una profunda historia de amor que transcurre en la ciudad alemana todavía hostigada por la guerra fría.

 

Thomas Nesbitt es un escritor americano a punto de divorciarse de manera oficial. Roza la cincuentena y vive una discreta vida en Maine. Con pocos días de diferencia, recibe dos misivas que van a cambiar su vida: los papeles de su divorcio y un paquete de Alemania cuyo remitente es Dussmann. El pasado irrumpe en cascada. Los recuerdos acechan de nuevo… ¿Estará preparado para afrontar la verdad veinticinco años más tarde? Los recuerdos de Nesbitt viajan hasta el Berlín de los años ochenta, donde se enamoró por primera y única vez. Ella era Petra Dussmann, una berlinesa del este con mucho que contar y grandes secretos que ocultar. Su apasionada relación se hace pedazos cuando Thomas descubre uno de esos oscuros secretos, que le lleva a tomar una decisión sin retorno. Devastado, escoge creer que todo su amor ha sido un engaño. Más de veinte años después, y pocos días después de la muerte de Petra, el escritor va a descubrir la amarga verdad.

 

Con sus recuerdos, Nesbitt traslada al lector hasta Berlín, escenario donde se desarrolla el grueso de los acontecimientos de esta novela. La ciudad del muro se mueve entre la efervescencia del Oeste y un Este que enferma sumido en el terror. Petra, una víctima de las injusticias de la RDA, se convertirá en el gran amor del escritor, y también en portavoz de la realidad vivida en la antigua república del pueblo. El momento en que todo cambió explora por qué y cómo nos enamoramos además de cómo proyectamos sobre otros aquello que nuestros corazones tan desesperadamente buscan.

 

Entrevista:

 

P.- ¿Cuáles fueron los motivos que te llevaron a escribir este libro?

Fueron muchas las razones que me impulsaron a escribirlo. Después de 25 años de matrimonio, me encontraba en medio de un divorcio, con todo el sufrimiento que eso implica, y aunque la decisión fuera mía, siempre se sufre. Esos momentos se viven como si fueses embarcado en una montaña rusa. Me hacía todo tipo de preguntas en torno al amor y la experiencia que yo había vivido. Sobre todo me planteaba cómo se enamora una persona y por qué. Fue en esos momentos cuando me también me di cuenta de algo que me interesaba mucho contar en mis libros, y es que en nuestras vidas más íntimas, antes o después, todos tenemos que enfrentarnos a más de un fracaso.

 

P.- Precisamente esos fracasos, las decisiones erróneas, o las confusiones emocionales son temas que tratas en tu novela.  Algo común a la mayoría de los humanos.

Después de mi experiencia personal, y tras darle muchas vueltas, me percaté que las cosas más importantes que vivimos, las afrontamos sin haber tomado ninguna decisión. Y eso es algo que solo lo entendemos una vez que ya lo hemos vivido, no sobre la marcha, cuando lo estamos viviendo. Quizás es porque en el fondo solo vemos lo que cada uno quiere ver, y no la realidad como tal.

A todos nos encanta leer sobre los errores y problemas de los demás, sobre todo si nos hacemos a la idea que nos pueden ocurrir a nosotros mismos. Supongo que esa es la razón por la que tengo tantos lectores en todo el mundo.

 

P.- También reflejas la edad como señal inequívoca del paso del tiempo, la familia frustrada o las relaciones personales que marcan. ¿Es imposible llevar una vida tranquila y feliz, ideal?

Tuve un compañero de la universidad que se hizo cura anglicano. Se casó con la primera mujer que se acostó y ya llevan 35 años juntos. Todo iba muy bien, con una vida realmente tranquila, hasta que su hija de veinte años les anuncia un día que es lesbiana. Y de repente, ese barniz de vida perfecta, esa casa sólida que se habían construido como ideal, se les derrumba por algo que no pueden entender. Creo que eso es lo que nos ocurre a los hombres: tenemos que aceptar que la vida que nos toca nunca puede ser a nuestro gusto, nunca es ideal. A veces vivimos desilusiones, sena de la índole que sean, pero que cuyo origen está en uno mismo, y esas son quizás las más duras.

Y luego surge la eterna pregunta tan difícil de contestar: ¿qué es lo que de verdad quiere uno mismo? Vemos mucha veces que lo queremos, no es lo que realmente vivimos. Estamos ante algo inherente al ser humano. ¿Por qué no vivimos lo que de verdad queremos?

 

P.- Otro tema clave es ese desencanto que deja el amor perdido y la rutina en la que se convierte la relación actual que conduce directamente al. Pero, ¿siempre es así?

El tedio es aquello contra lo que todos luchamos con más esfuerzo, de hecho es la mayor causa de divorcios. La vida cotidiana y compartida es el mayor reto para el amor. Buscamos la felicidad, el amor y al mismo tiempo la intimidad. Pero esa es una intimidad que luego también nos asusta. Las tensiones entonces son inevitables. 

Además, con el tiempo, también va cambiando lo que buscas, lo que quieres. Yo, cuando conocí a mi mujer era un joven que no tenía ni idea de la vida, y mira que hemos estado casados veinticinco años, que no está nada mal. Pero al final van cambiando las cosas, sobre todo las que quieres, y es entonces cuando el tedio se hace ya insoportable.

Incluso a Petra y Thomas, los personajes de la novela, si no hubiera sido por las circunstancias les podría haber pasado lo mismo. Imagina que ambos hubiesen seguido juntos: se van a EEUU, viven en Nueva York, y durante algunos años todo es maravilloso; luego tienen hijos, se tienen que ir fuera de Manhattan a un suburbio que es lo único que pueden pagar, las facturas aumentan, y como cada uno sigue con su trabajo… Todo cambia, la vida se hace diferente y el tedio y las tensiones terminan llegando.

 

P.- Thomas Nesbitt es un escritor que necesita estar solo, obsesionarse, y a veces es poco soportable… ¿Es ese el perfil habitual del escritor americano o el perfil de Douglas Kennedy?

Desde luego, no tengo la pretensión de retratar a todos los novelistas americanos, porque cada uno es un mundo, cada uno es atípico en su estilo. Thomas es americano, criado en Nueva York, con unos padres enfrentados por un mal matrimonio, que escribe sobre viajes, que necesite huir del tiempo… En todo eso, es como yo, pero todo lo demás es pura invención. La vida en Berlín por ejemplo, es totalmente ficticia. Y aunque yo también estuve viviendo en esa ciudad, te aseguro que  no tuve una relación con una agente de la Stasi (al menos que yo sepa). Thomas necesita de la soledad, necesita aislarse para poder escribir, pero eso es algo muy común en muchos escritores. En mi caso, yo también busco ese aislamiento para meterme de lleno en mi novela mientras la estoy escribiendo. Mi ex-mujer solía decir que yo no estaba nunca donde realmente estaba, físicamente sí, pero con la mente en otro sitio.

 

P.- Otro idea que ronda continuamente es la de escapar, esa huída hacia delante pero mirando hacia atrás, al pasado, a lo que dejamos. ¿Por qué esa huída?

La huída tiene que ver con mi infancia. Huía porque mis padres no se llevaban bien. La suerte que tuve es que como vivía en Manhattan, donde la vida cultural es tan intensa, podía escaparme y ver cine independiente y de autor, ir a conciertos y otros espectáculos… Se me abría un mundo terriblemente interesante y al que sigo siendo muy adicto. De todas formas, yo creo que todos huimos, y si físicamente no lo hacemos, es porque entonces soñamos con huir.

 

P.- Personajes bien dibujados, todos importantes hasta los más pequeños, pues cada uno viene con una compleja historia detrás.  ¿Buscas personajes que tengan algo que contar?

Efectivamente busco crear personajes complejos, con su propia historia. Me gusta definir a los personajes con la tensión que todos vivimos, de ahí que puedan llegar a enfatizar con los lectores. Todos vivimos un conflicto permanente, con lo que nos rodea y con nosotros mismos.  Es probable que al dibujar cada personaje con ese conflicto interior, eso de fuerza al texto y se produzca empatía con el lector, ya que puede sentirlo cercano.

También me interesa retratar personajes que vayan en contra de los clichés. Por ejemplo, Alastair es un yonqui, artista y sin embargo tiene la casa muy limpia y ordenada. En mi novela anterior, La mujer del quinto, ya escribí siguiendo esa línea de ir contra los clichés preconcebidos. Y luego, también las ciudades escenario de mis novelas son personajes dentro de las mismas.

 

P.- Berlín se convierte en otro emotivo personaje, uno de los más importantes en la novela. ¿Trabajo exhaustivo de documentación?

Aparte de trabajo de documentación, también viví en la ciudad durante los años ochenta. Llegué allí en el 81 con una beca del gobierno alemán para estudiar. La acción transcurre sin embargo en el 84, un poco como homenaje al libro de Orwell, y también porque esa fue la etapa más dura de la guerra fría entre Reagan y Andropov. Y esos precisos momentos eran los que me interesaban.

Ahora tengo un piso en Berlín, precisamente en un barrio de la parte oriental. Un barrio moderno, burgués y visitado continuamente por movimientos culturales y por la bohemia.

La gente se ha olvidado ya del pasado, sobre todos las nuevas generaciones que son menores de cuarenta, a las que ya todo aquello le queda como muy lejano.

 

P.- ¿Cómo te iniciaste en la escritura de novela romántica viniendo de la literatura de viajes?

Cuando se habla de novela romántica, yo tengo mucho cuidado con que no se identifique con novela cursi. Prefiero el término romántica en el sentido de literatura del siglo XIX.

El Sunday Telegraph me encargó una vez un artículo sobre el aniversario de la ópera “La Boheme” para el que tuve que leerme el libreto de Puccini. Me llamó la atención que en un margen había una glosa que decía: “con sentimientos pero sin ser sentimental”. Y eso es lo que ocurre en mi libro, hay sentimientos pero no quiero caer en lo sentimental. De hecho meto muchas otras cuestiones como viajes, reflexiones o ideas filosóficas realmente serias. Me gusta mucho que, como en Francia que se han vendido 250.000 ejemplares, me lean tanto el profesor de La Sorbona como el taxista, es decir, tanto un escritor serio como una persona más llana y popular.

 

P.- Es cierto que eres un escritor de gran éxito en Francia.  ¿Qué tienen los franceses que se identifican tanto con tus novelas?

En realidad no solo ocurre eso en Francia, sino también en otros países como Inglaterra. Ahora tengo ediciones en 22 países y el número va en aumento. Esto me hace muy feliz, pues tal y como te decía, me considero un escritor fácil y accesible pero serio a la vez. Recuerdo una cena en la que un publicista me comentó que Tchaikovsky no era un buen compositor porque era muy popular.  Sin embargo yo creo que era un muy buen compositor precisamente por eso, porque además de ser fácil y accesible, era popular. Hay una idea extendida y es que el buen arte debe ser difícil, que lo realmente artístico debe ser así. Y yo no estoy de acuerdo, considero que la combinación de algo popular e inteligente, que llegue a todo el mundo, es mucho mejor.  Mi escritura es así.

 

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