Las radiantes esculturas de Regine Schumann

Por Rubén Cervantes Garrido.

 

Regine Schumann/Alberto Frei. Touch Me!

Galería Rafael Pérez Hernando. C/ Orellana, 18. Madrid

Hasta el 3 de marzo

 

Mandorla (Iris I, Iris II), 2008

 

La artista Regine Schumann (Goslar, Alemania, 1961) dice tener como referentes a Donald Judd y Dan Flavin. Pero también que en su época de estudiante admiraba, ante todo, a Matisse y Rothko. Esa base no parece haberse diluido del todo. Sí, es cierto que a primera vista sus esculturas sobrias se nos muestran como objetos impersonales, pero el material, metacrilato, tan parecido al de los minimalistas, no debe distraernos.

 

Schumann es plenamente consciente del potencial de la luz y como ésta sirve no sólo para iluminar sino que es capaz de transformar la percepción del espacio. El metacrilato que Schumann utiliza tiene una coloración que cambia de manera radical dependiendo de la luz a la que la pieza sea expuesta, de modo que ésta tiene apariencias múltiples. Cuando yo entré en la galería Rafael Pérez Hernando, las luces habituales estaban veladas, sustituidas por unos tubos de luz ultravioleta. En la relativa oscuridad las esculturas se revelan como imponentes iconos fluorescentes. Se desvirtúa la percepción de esa sala de la galería donde un gran rectángulo amarillo cálido y su irradiación ocupan una pared entera.

 

La inteligencia y sutileza de la artista va más allá de la impresión que causan a primera vista estas piezas luminosas. Si uno se acerca a ellas, comprobará que las planchas plásticas no tienen una coloración uniforme. Tomemos esa pieza amarilla a la que hacía alusión como ejemplo. Las planchas superior e inferior del paralelepípedo son rojas, y extienden su influjo cálido a la superficie amarilla del resto de la obra.

 

Esta sabia combinación cromática puede verse también de manera clara en las bellas obras que encontramos en la sala que se encuentra al fondo de la galería: se trata de dos grandes mandorlas fluorescentes que están colgadas a muy poca distancia la una de la otra. Hay obras de arte que están hechas para verse exclusivamente de frente. Aquí, desde luego, ese no es el caso. Es muy sugerente comprobar cómo la obra cambia con sólo dar unos pasos y colocarnos en uno de sus laterales.

 

El color alterado por medio de la luz negra llega también al terreno de la pintura. Schumann presenta papeles sobre los que ha empleado pintura de spray que, expuesta a la luz ultravioleta, se vuelve fluorescente. Por último, la artista explota las posibilidades de esta técnica mediante esculturas blandas hechas con gruesos hilos de plástico de distintos colores. La obra que da título a esta exposición, Touch Me! (¡Tócame!) –la pieza, efectivamente, se puede tocar– consta de un gran número de estas “cuerdas” colgadas del techo, creando una composición caprichosa, un amasijo de plástico que reverbera debido a la luz negra que resalta los colores fluorescentes. La sensación que crea, de nuevo, tiene sus efectos en todo el espacio.

 

Hay un complemento a las obras de Schumann. La artista ha colaborado con el fotógrafo Alberto Frei (Südtirol, Italia, 1963). Las obras delicadas de éste suponen un contraste con las potentes obras de colores de la alemana. Ella explica así la colaboración entre ambos: “A través de mis muchos viajes y proyectos expositivos en Europa y Norteamérica, me focalizo cada vez más en la importancia de los lugares donde vivo, y cómo estos lugares influyen en mi forma de concebir las obras. Las obras de Alberto Frei muestran estos lugares.”

 

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