Los esfuerzos de la sitcom española

 

Por IVÁN F. MULA

Antena 3 ha estrenado con éxito de audiencia la serie Fenómenos, la última propuesta de comedia nacional. La sitcom cuenta con un flamante reparto y un despliegue digno de cualquier producto de calidad. Sin embargo, algo parece no funcionar en todo el conjunto. Las críticas y los comentarios en las redes sociales reflejan un descontento generalizado. Pero, ¿qué es lo que falla exactamente?

Fenómenos no es el primer producto fallido que se ha estrenado recientemente en nuestro país. Todavía duelen en nuestro recuerdo comedias como Stamos okupa2, Vida loca, ¡A ver si llego! o los lamentables remakes de Las chicas de oro y Cheers. Las televisiones son conscientes del poder que da tener en su programación una buena sitcom como lo son Aída o La que se avecina. Cuando una serie de estas características cuaja, puede llegar a ser infalible. Véase el caso de las imperecederas repeticiones en Neox de capítulos de Aquí no hay quien viva, alcanzando audiencias sorprendentes para un canal de TDT. Por este motivo, las cadenas buscan insistentemente la variación de la fórmula que se convierta en la nueva revelación; el juguete irrompible que después moverán a su antojo por la parrilla y que funcionará siempre, incluso cuando la enfrenten a las apuestas fuertes de la competencia.

En el caso que nos ocupa, Fenómenos parecía tener todos los ingredientes necesarios para ser la nueva gran sitcom nacional y, sin embargo, se quedó en la promesa de lo que pudo ser y no fue. De entrada, apostaron sobre seguro con un reparto lleno de rostros conocidos. Pero el peligro de mezclar a actores y actrices que, irremediablemente, nos recuerdan a otras comedias (Alejo Sauras de Los Serrano, Ana Polvorosa de Aída, Julián López de Muchachada Nui, Julián Villagrán de Extraterrestre, Luis Fernández de Los protegidos, etc.) es que en vez de ayudar a la risa, puede generar confusión. Tantos referentes en una historia nueva, no la ayuda a tener entidad propia. Se percibe como un rompecabezas de piezas cómicas inconexas que muchas veces no terminan de encajar entre ellas.

Este pequeño obstáculo inicial puede llegar a superarse, pero lo inaceptable de Fenómenos es que no tenga gracia. Los chistes vienen y van pero suenan todos a ya oídos. Los personajes algunas veces se muestran demasiado tontos y otras demasiado ingeniosos. En ambos casos, si lo que dicen no es creíble para el público, no les hará reír. Pasan muchas cosas y, al mismo tiempo, la sensación es que la trama avanza despacio y acaba por aburrir. Y se nota demasiado el esfuerzo. Esfuerzo por que todo se entienda introduciendo información en los diálogos que el espectador podría deducir con formas más sutiles. Esfuerzo en hacer humor actual, con referencias a la Pantoja, Urdangarín, la Cospedal, Belén Esteban, Obama o Jorge Javier Vázquez. Esfuerzo en generar situaciones que si surgieran de forma natural, aunque sean muy típicas, podrían resultar simpáticas. Lo malo es que se ven venir y parece que para llegar a los enredos más sencillos, se haya escogido el camino más largo. Al final, el gag queda forzado y la comicidad se diluye. La confusión del becario por el jefe y la jefa por una striper o el mensaje en el contestador, son algunos ejemplos.

En defensa de los guionistas, cabe decir que no es fácil aguantar una comedia de estas características en un formato de 70 minutos. En realidad, lograrlo es toda una proeza. Me pregunto qué ocurriría si sitcoms americanas como Big bang o Cómo conocí a vuestra madre tuvieran que adaptarse a un formato tan largo. ¿Seguirían siendo tan buenas? Lo que quiero decir es que a veces las televisiones, por necesidades  de parrilla, hacen encargos que están por encima de lo razonable. 

Lo que destacaría como positivo de Fenómenos es la actuación de todos sus protagonistas, especialmente la de los veteranos Miguel Rellán y Chus Lampreave que son toda una delicia para el género. También la música, la dirección artística y la factura estética son excelentes. Lo que falta por ver es cómo evolucionará la audiencia ahora que ya conocen el producto. En principio, deberían abandonarla, si no mejora lo antes mencionado. Pero estas cosas nunca se saben. El público siempre es imprevisible. ●

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