El éxito de sumar formatos

 

Por IVÁN F. MULA

El éxito en televisión es impredecible. Tanto los buenos productos como los malos están a merced de una serie de factores inconstantes que los pueden hundir o elevar al estrellato más allá de su calidad objetiva. Pero tras esta aparente volatilidad del triunfo, algunas mentes pensantes parecen saber lo que están haciendo. Gestmusic, después de muchos años en el negocio, ha demostrado que es capaz de vendernos el mismo programa una y otra vez y, aun así, conquistar a la audiencia. Es el caso de Tu cara me suena, una fórmula que funciona aunque no sea más que una suma de formatos bien resuelta.

Para cualquier espectador asiduo a la televisión de nuestro país, no pasa desapercibido que Tu cara me suena no es más que un cóctel de formatos ya conocidos. Por un lado, tenemos la academia (profesorado incluido) de Operación triunfo; por otro, un jurado estilo Tú sí que vales (por poner un ejemplo reciente), aunque, probablemente, su origen natural radique en Lluvia de estrellas. Precisamente, el mítico programa presentado por Bertín Osborne (siendo el más antiguo) es el que tiene más puntos en común con Tu cara me suena. En realidad, a parte de que ahora la puerta que transforma a los personajes en los cantantes que deben imitar es un ascensor, podríamos decir que estamos ante un Lluvia de estrellas VIP. Dicho así, suena antiguo y casposo cuando, finalmente, el resultado es de pura diversión.

Tu cara me suena se apoya en todos estos referentes para, sobre terreno conocido, dar espectáculo del mejor. Una de las claves de que su universo freak funcione es que cuentan con un buen casting. El cáustico humor de Santiago Segura combinado con la gracia natural de Arturo Valls, el sex-appeal de Anna Simón, un par de cantantes solventes y camaleónicos (Diges y Roko) y el tufillo crepuscular de ex-artistas como Javi de Pecos y María del Monte dan como resultado un show perfecto para degustar en familia. El abanico de lecturas es tan amplio como las actitudes de los propios concursantes (desde los que se ríen del propio programa hasta los que no entienden nada). Si observamos el casting de la primera edición, veremos cómo existe un equivalente para prácticamente cada uno de ellos. Esto no es baladí ya que la aportación de cada uno se corresponde con un target concreto al otro lado de la pantalla.

A esto hay que sumarle su buen ritmo, una edición ágil (importante: no es en directo) y el extraño interés que genera (casi morboso) por ver el aspecto final de los participantes caracterizados: famosos disfrazados de otros famosos con resultados diversos, algunas veces inverosímiles. Esa curiosidad por ver cada actuación nos impide despegarnos de la pantalla, incluso aceptamos tragarnos con resignación las tediosas y constantes pausas publicitarias tan marca de la casa (Antena 3).

No nos queda otra, en definitiva, que aplaudir la habilidad de los productores del programa que han sido capaces de dar vida a este monstruo de Frankenstein y conseguir que camine por sí solo con una naturalidad pasmosa. Tu cara me suena tiene audiencia, gana premios y muchos países están comprando el formato. ¡Bravo por ellos! El combinado sabe tan bien que poco importan sus recodos más ingenuos como el pulsador trucado o la falsa competición en la que -ya lo sabemos- cada semana ganará uno distinto.●

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