'El objetivo' y Ana Pastor, ni ángel ni demonio

 

Por ANNA MARIA IGLESIA

@AnnaMIglesia

Esperó llegar a los sesenta años para publicar su gran obra; fue en 1960, tras años dedicados a la investigación y la docencia universitaria, cuando Gadamer publicó Verdad y método, un libro de indiscutible valor dentro de los estudios de hermenéutica. Ustedes se preguntaran qué relación tiene la obra filosófico-hermenéutica de Gadamer con la televisión, sección donde de manera más o menos paradójica se encuentra esta peculiar “entradilla”. En verdad, la relación es más estrecha de lo que pueda parecer en un primer momento, puesto que este artículo está dedicado al programa, recientemente estrenado en La Sexta, El objetivo, dirigido y presentado por Ana Pastor. ¿Siguen si ver la relación? Ahora les explico.

ana-pastor-el-objetivo_principalGaleriaApaisada

En su ensayo, el profesor y hermeneuta alemán, Gadamer definía la interpretación y, por tanto, de manera más extensa, el conocimiento como una relación circular entre el individuo, aquel que interpreta y conoce, y el objeto que se pretende conocer e interpretar. Para el profesor de la universidad de Friburgo, en esta relación circular la neutralidad y, por la tanto, la más absoluta objetividad resulta imposible puesto que los a priori siempre condicionan nuestra conocimiento futuro. Para bien o para mal, la búsqueda de la verdad, de valor indudablemente incuestionable, siempre está sujeta a los condicionantes de quien realiza la búsqueda; las respuestas no son iguales para todos y la verdad de los hechos, sin querer llegar al peligroso paroxismo posmoderno según el cual todo es relativo, está siempre sujeta a un interrogante, es decir, a la inevitable perspectiva de cada uno de nosotros. Por todo ello, resulta por lo menos llamativo que un programa de información político-social no sólo se lleve por título El objetivo, sino que se presente como un programa no ideológico. Junto a la cuestión de la imposibilidad de toda objetividad plena, al fin y al cabo, somos sujetos, aparece la cuestión ideológica. El mundo de la política maltrata el lenguaje de forma continuada, la vacua retórica que la caracteriza promueve palabras que enmasacaran, a la vez, que condena términos al ostracismo. Lo ideológico ha sido condenado, todo aquello que se postule como ideológico parece ser, a priori, censurable, pero ¿por qué motivo? Ideología, como indica la propia Real Academia, “conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época”; toda persona es intrínsecamente ideológica desde el momento en que tiene un determinado pensamiento, desde el momento en qué cree en determinados principios. El programa de Ana Pastor no debería presentarse como un programa no ideológico porque sí lo es, pero no en el sentido peyorativo que muchos no han tardado de atribuirle: El objetivo es ideológico desde el preciso instante en que se propone buscar la verdad de los hechos y reivindicar una transparencia inexistente entre nuestras fronteras. La ideología, afortunadamente, nada tiene que ver con el bipartidismo imperante y, a pesar de que no en pocas tertulias y programas de debate el bipartidismo se apodera -¿curiosamente?- de muchos de los periodistas-tertulianos, el buen periodismo, tampoco tiene nada que ver con el bipartidismo. No hay que ser ingenuo, las presiones empresariales y políticas existen; ya lo advertía el Juez Bermúdez, no se puede ser tan ingenuo como para pensar que las presiones no existen. Sin embargo, en necesario distinguir entre el hecho de recibir presiones y el someterse a ellas.

Algunos no han tardado en afirmar que El objetivo es un programa tendencioso, crítico con el Partido Socialista tras la denuncia de la manipulación de datos –manipulación, sin embargo, atribuida a diferentes partidos, desde el PP con Javier Arenas hasta (.)-con respecto al caso de los ERES y la contestación a las palabras de Valenciano, quien aseguraba que con la nueva ley del aborto –y, permítanme un inciso, ley regresiva, católicamente doctrinaria y contraria al derecho, conquista fundamental, de la mujer por decidir- España se asemejaría a Malta. La contestación a Valenciano y la denuncia de los ERES ha supuesto la condena inmediata de la periodista Ana Pastor, que, si bien hace apenas algunos meses era descalificada por su tendencia “izquierdista”, actualmente, paradojas de la vida, es acusada de ser conservadora. La Sexta no es lo que era, argumentan algunos, la unión con Antena 3 ha obligado a reconducir el tono socialista de la mayoría de sus programas, obviamente exceptuando algunos. Resulta curioso, si Los desayunos de la primera, presentados siempre por Pastor, eran acusados de ser filo-socialistas puesto que, por entonces, el gobierno lo presidían los socialistas, ahora El objetivo es acusado desde algunos ámbitos de la izquierda de ser conservador. Dos reflexiones se pueden extraer de todo ello: en primer lugar, que la cuestión no reside en la tendencia política de la periodista, sino en las críticas que ésta realice y, en segundo lugar, que, frente a las críticas, los principales y más mediáticos representantes políticos, independientemente de que estén a un lado u otro del hemiciclo, son, y disculpen el coloquialismo, “tal para cual”.

No quisiera que este artículo se convirtiera en una mera defensa de la periodista Ana Pastor, que, dicho sea de paso, no conozco y por tanto toda posible defensa o crítica está sujeta a la propia independencia de quien les escribe. Además, todo lo comentado hasta ahora tiene poca relación con el programa en sí mismo, programa que, evidentemente, no es perfecto, pero que propone, y ya era hora, un nuevo modelo para hablar de cuestiones políticas que no sea la tertulia, género que acapara las parrillas y que tiene siempre, independientemente de los canales, los mismos protagonistas. La ausencia de tertulianos y, por tanto, la ausencia de la opinión y del comentario permite a Ana Pastor ofrecer un una lectura de los hechos a partir de datos incuestionables; El objetivo rescata, en cierta medida, el género del periodismo de datos, tan fructífero en países anglosajones y, en cambio, bastante olvidado en este nuestro contexto. La opinión es siempre relevante, pero siempre y cuando vaya acompañada de los datos: acostumbrados a tertulias basadas en afirmaciones seguidas de inmediatas negaciones –el espectador difícilmente sabe quien tiene la información correcta-, El objetivo se propone utilizar los dato para demostrar la veracidad de cuanto sucede y, así, mostrar las mentiras que envuelven el ofuscado escenario actual. Sin embargo, no hay que dejarse traer a engaño: los datos son evidentemente indicativos, pero no bastan para describir la realidad. La realidad social y política es compleja, la sola aportación de datos no sirve, si éstos no son contextualizados y, sobre todo, si no son acompañados por su reflejo real en la cotidianidad. El paro no es solamente cifras, la violencia de género –por mucho que determinado político, cuyo nombre no quiero acordarme, haga perversos malabarismos con las cifras- no son sólo porcentuales, como tampoco los cientos de estudiantes que ya no pueden continuar sus estudios, todos aquellos obligados a dejar el país en busca de una mayor suerte en el extranjero o las familias desahuciadas por  hipotecas completamente abusivas.

El objetivo parece ser parcialmente consciente de ello y, por esta razón, junto a la verificación de datos, son invitados algunos expertos de la materia. ¿El problema? La brevedad: temas como el aborto o los ERES necesitarían un espacio mayor, un tiempo que la televisión actual no ofrece. Está bien demostrar si cuanto se dice desde los representantes políticos es falso o no lo es, está bien denunciar la dificultad para obtener unos datos que, sin embargo, deberían ser públicos, está bien hacer público documentos y datos hasta ahora desconocidos, pero se necesita de tiempo: un verdadero o un falso no resumen la actualidad. Mientras algunas tertulias resultan, en ocasiones, extremadamente largas y repetitivas, el programa de Ana Pastor resulta excesivamente breve, el espectador aspira a que después de la verificación de los datos haya algo más. Otro de los aspectos reseñables del programa, es la entrevista. Como siempre Pastor demuestra una envidiable agilidad para las entrevistas; en su diálogo con Luis de Guindos, la periodista no deja resquicio abierto y, aunque, como ella misma confiesa, siempre quedan preguntas en el tintero, la percepción es la de asistir a un inteligente juego diálectico, tan ausente –ai las, en nuestros días.

En definitiva, los elogios como las críticas deben ser moderados, ni al cielo ni al infierno dirían algunas de nuestras abuelas. El objetivo es una interesante propuesta que, sin embargo, deberá pulirse en los siguientes programas; siempre que se inicia un proyecto, lo más importante no son los primeros dos programas, sino los siguientes. Hay que esperar, confiar en la andadura de Ana Pastor en El objetivo, no ser acríticamente elogioso, pero tampoco condenar por el mero hecho de que la realidad que allí se explique sea más o menos ventajosa y/o agradable para nuestros oídos. Y, un apunte final, no se trata de demonizar las tendencias político-ideológicas, más o menos visibles, de los periodistas; no se trata de etiquetarlos según el periódico en el que escriban o la cadena en la que trabajan; se trata de analizar su labor, la honestidad con la que se enfrentan a la actualidad. Se deberá juzgar el trabajo de un periodista sobre la base de su rigor, su honestidad y su compromiso con la información, un compromiso que debe ir más allá de sus preferencias políticas. Desde esta perspectiva el lector debería enfrentarse a cada una de las noticias publicadas, de esta manera el espectador deberá escuchar, siempre con cierta incredulidad, los debates y así deberemos opinar sobre El objetivo y sobre el trabajo de Ana Pastor, antes, sin embargo, dejemos que trace su camino.

One thought on “'El objetivo' y Ana Pastor, ni ángel ni demonio

  • el 14 junio, 2013 a las 5:06 pm
    Permalink

    Bastante de acuerdo con el artículo. Aparte de que la objetividad es un absoluto (y, como tal, nunca por completo realizable), no es tampoco deseable. El periodismo requiere, hoy más que nunca, de sentido común y de humanidad (y de combatividad contra la tropelía y la injusticia). Es preferible llamar a un informativo hoy, por ejemplo, «El afilador», como el que yo conduzco en Antaura Radio.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *