Giacometti o la escultura como espacio

Por Eloy V. Palazón.

 

Giacometti. Terrenos de juego

Paseo de Recoletos, 23. Madrid

del 13 de junio al 4 de agosto

 

La Fundación Mapfre trae a la capital una exposición que recorre la obra del artista, desde su época surrealista hasta sus grandes figuras para la plaza del Chase Maniatan Bank, proyecto que, al final, no se llevaría a cabo.

 

Lo interesante de esta propuesta es que es una exposición de tesis, algo a lo que nos tiene poco acostumbrados Mapfre, que ha dedicado sus salas más a exposiciones atrayentes que novedosas. Plantea la escultura del artista no como un objeto ante el cual se pone el espectador sino de un lugar donde el espectador forma parte del juego, del tablero, y de ahí el título de la muestra Terrenos de juego.

 

En la primera planta encontramos las obras precursoras, donde queda patente su fascinación por la magia de África y Oceanía, sus cabezas se “aplanan”, como en Cabeza mirando, y crea objetos sin pedestal, concebidos para jugar con ellos en las manos, o para tirarlos, como Figura coja andando.

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A principios de los años 30 Giacometti concibe esculturas horizontales, como si fueran maquetas de lugares. Este tipo de obras es el germen de esa escultura como espacio o como lugar, maquetas que parecen tableros de juego. Juegos que giran en torno al erotismo, vida, muerte… todo acompañado de una profusa cantidad de bocetos y dibujos preparatorios.

 

Estas obras ya introducen al espectador en la escultura y lo hacen participativo de ella, como un actor más.

 

A partir de 1945 comienza a darle una mayor importancia a la reproducción fenomenológica de la realidad y, por tanto, a la presentación de la figura en su contexto esencial.

 

En 1946 escribe el texto El sueño, el Sphinx y la muerte de T., texto programático importantísimo para entender la obra del artista y que está traducido en el catálogo de la exposición. En este texto reflexiona sobre su propia persona en relación con los demás, con el espacio y con el tiempo. En este escrito habla de un disco espacio-tiempo, que el reprodujo y que es posible ver en la muestra, un artilugio que recuerda perfectamente a Maqueta para una plaza. El diseño horizontal del espacio-escultura permite al espectador transitar, mostrar la temporalidad y mezclar los escenarios, acontecimientos y sentimientos personales.

 

Un espacio especial de la muestra está dedicado al taller de 18 metros cuadrados que tenía Giacometti cerca de Montparnasse. Fue su espacio físico y su espacio mental, el lugar en el que celebrar el arte y lo cotidiano. En sus dibujos, muy relevantes en la muestra, Giacometti detalla la visión del espacio y la ubicación de todas las cosas.

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El hombre que camina aparece en la obra de Giacometti como la contraposición a la hierática frontalidad de la mujer, dicotomía que se ve perfectamente al final de la exposición. Se convierte en el símbolo de la ansiada perfección vital que Giacometti buscaba para sí mismo y para su trabajo.

 

En 1958 Giacometti recibe el encargo de diseñar la explanada que se extiende ante el Chase Maniatan Bank de Nueva York, y con ello iba a materializar uno de sus sueños.

 

En 1960, por presiones del cliente, hace vaciar algunas de sus figuras de bronce y, finalmente, el cliente renuncia al proyecto argumentando que las figuras no formaban la composición que él esperaba.

 

La exposición de Mapfre es una ocasión perfecta para ver gran parte de la obra de este importantísimo artista del siglo XX, sin embargo, a pesar de que su tesis apunta hacia la escultura se echa de menos más escultura, aunque bien es verdad que hay verdaderas obras icónicas. Abundan fotografías (Doisneau, Man Ray, Cartier Bresson,…), dibujos, grabados y pinturas. En todo caso, una muy interesante exposición con un argumento detrás que la sustenta y que funciona a modo de hilo conductor.

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