Miseria y belleza de los mitos en ‘Aquel aire infinito’

 

Por Horacio Otheguy Riveira

Una obra de Lluïsa Cunillé en castellano por la compañía valenciana Hongaresa: emocionante deleite audiovisual.

Pocas veces tenemos ocasión de ver obras de Lluïsa Cunillé, y en cada caso se detiene el rumbo de nuestras percepciones, de nuestros conceptos e ilusiones: la ficción y la realidad necesitan un reposo de estilo chejoviano, recrear un espacio donde podamos concentrar nuestras energías para permitirnos renacer. Tal el ambiente que la Cunillé recrea, así las profundas y hermosas palabras que se entrelazan en la voz de actores desprotegidos por completo y a la vez armados con el incalculable valor del teatro mayor de todos los tiempos: textos que existen para reinventar la existencia.

Así sucedió con dos milagros teatreros: Barcelona, mapa de sombras, en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle Inclán en 2006: en un caserón de la ciudad Condal se entrecruzan historias de emigrantes y nativos, burgueses y desclasados, bajo el estigma de la canallesca ocupación franquista. Sus fascinantes actores: Walter Vidarte (1931-2011), María José Alfonso, Montserrat Carulla, Marina Seresesky y Nicolás Dueñas con dirección de Laila Ripoll. En la misma sala, Vicky Peña y Jordi Dauder (1938-2011) —dirigidos por Carlota Subirós—, en 2008, fueron los únicos intérpretes de un interrogatorio esencial para comprender la insaciable crueldad de Occidente sobre África: Después de mí, el diluvio.

 

 

'Aquel aire infinito' 

El presente en el mítico pasado

Escrita en 2002, Aquel aire infinito ha sido traducida a varios idiomas y obtenido premios nacionales e internacionales. En un escenario despojado con singulares proyecciones de vídeo, un Ulises de aquí y ahora, ingeniero emigrante, tiene cuatro encuentros con personajes femeninos fundamentales en la mitología griega, fuente de incalculable riqueza de nuestra cultura, bañada en extraordinaria belleza y sensualidad, y fatalmente tocada por dramáticos episodios que aún nos acosan: el odio pegado al amor, como una pareja de siameses, la venganza ciega, la devastación de culturas ajenas, y la pérdida de las conquistas más puras junto a la corrupción de los mejores sentimientos ligados —y he aquí la feliz paradoja— a una esperanza de redención que no cesa.

Cunillé reinterpreta y compagina, reescribe y reconstruye para que Ulises se encuentre con Electra, que vuelve del entierro de su madre; con Fedra, que se ha enamorado de él pero acabará traicionándole; con Medea, recién salida de la cárcel tras diecisiete años por el asesinato de sus hijos, y Antígona, hermana de un terrorista perseguido.

En la sucesión de escenas no hay héroes, el protagonista es un extranjero más cuya odisea es la dura supervivencia en un mundo en continua transformación que le mira con recelo. No hay necesidad de llegar a Ítaca, el objetivo es la adaptación:

“Caminar con la mirada, ni tan alta ni tampoco muy abajo; no mirar a los ojos, pasar inadvertido, ser de pocas palabras, las necesarias y basta”.

Mientras él busca su destino, las cuatro mujeres que encuentra arrastran penurias que parecen reproducirse a lo largo de los siglos, como Electra que reniega y maldice a su madre, sin abandonar el deseo de recomponer ese pasado; Fedra ama con una pasión enfermiza pero será rápida a la hora de convertirse en delatora; Medea ha ejecutado a sus hijos para vengarse del abandono de su adorado esposo; Antígona y su dura elección ante el absoluto amor fraternal.

Una representación austera a través de la cual el espectador es transportado a zonas de profunda belleza en la que se sorprende gozando con las voces poderosamente atractivas de los intérpretes, y padeciendo estremecimientos por donde se filtra la historia para susurrarnos un aliento extraño, un consuelo fértil porque, precisamente, proviene de la tragedia lejana y pertinaz.

Pep Ricart asume al protagonista masculino y vive intensamente una evolución que no sería tal sin la compañía de todas las mujeres que maravillosamente encarna Lola López, ambos —junto a Cunillé, fundadores de esta compañía en 1994—.  

 

Aquel aire infinito

Autora: Lluïsa Cunillé.

Dirección: Paco Zarzoso.

Intérpretes: Lola López y Pep Ricart.

Lugar: Sala Cuarta Pared, Madrid.

Fechas: Del 27 al 30 de noviembre, a las 21.00h.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *