Sad bastard music: 45 canciones para llorar desconsoladamente – II

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Por Pablo Hernández Blanco @pabsthewhite.

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Leer Sad bastard music: 45 canciones para llorar desconsoladamente – I

 

 

16. Frank Sinatra – «Angel Eyes» – Only the Lonely (1958)

Frank Sinatra

 

Drink up, you silly people.

Si de una película se tratase, esta es la canción que sonaría mientras nuestro querido protagonista, con el corazón roto y el traje empapado de lluvia, se sienta en la barra y, tras encenderse un cigarrillo con dramática desgana, le pide al camarero «lo de siempre», a lo que este asiente y, nada más dejar de limpiar el vaso –ese vaso eternamente sucio– se pone manos a la obra. A Frank Sinatra no le era ajeno la música para cabrones tristes (escuchen, si no este álbum, In the Wee Small Hours of the Morning) y su voz es perfecta para plasmar los sentimientos de un hombre que, sacudido por el desamor, invita a unos desconocidos a beber como si no hubiera un mañana: The drink and the laughs are on me. Y antes de acabar la noche, tras desearles una buena velada a toda esa gente feliz a la que el cantante no puede sino envidiar, Sinatra se despide educadamente, alicaído y roto (Excuse me while I disappear), en busca de sus ojos de ángel. Si los encuentra o no, bueno, eso es ya otra historia.

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17. Gram Parsons – «Love Hurts» – Grievous Angel (1974)

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Love is just a lie made to make you blue.

Acompañado por la grácil voz de Emmylou Harris, Gram Parsons hace de esta canción original de Nazareth (huelga decir que supera con creces a la estética hortera y de hard-rock facilón de la original) un manifiesto anti-amor, detallando su cara más fea y nociva. A lo largo de tres minutos y pico, Parsons no hace más que denunciar los tremendos males que provoca el amor; dando a entender, eso sí, que cuando este llega, casi contra su voluntad, el bueno de Gram Parsons se ve atraído por él cual polilla que se rinde ante una luz mortecina. Y ahí tiene las cicatrices para demostrarlo: love hurts, love scars, love wounds and mars. Es una lástima que muriese tan joven (tenia 26 años, víctima de una sobredosis de morfina y alcohol), porque el de Florida hizo en su breve carrera mucho más de lo que la mayoría de artistas logra en toda una vida. A día de hoy «Love Hurts» permanece como una de las canciones más sinceras y conmovedoras que grabó, como si fuera suya propia.

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18. Hank Williams – «I’m So Lonesome I Could Cry» – Publicado como single (1949)

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The moon just wend behind a cloud / To hide its face and cry.

Hank Williams: el eterno solitario, el cowboy genuino, América en estado puro. Como personificación del country Williams nos dejó un legado inolvidable, pero pocas canciones suyas fueron tan desconsoladoras como esta, inspirada en gran parte en su relación con su mujer, Audrey Mae Sheppard, matrimonio que acabaría en divorcio en 1952. Desde su publicación en 1949, la canción se ha convertido en un estándar y ha sido versionada por artistas de la talla de Bob Dylan, Johnny Cash o Elvis Presley. Este último, durante su concierto en Hawai de 1973, la describió como la canción más triste que jamás había escuchado: si Hank Williams ha perdido la voluntad de vivir, tal y como aquí nos cuenta, será por algo. En fin, pásame el whisky y los antidepresivos; ah, y no te olvides del revólver.

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19. The Innocence Mission – «Lakes of Canada» – Birds Of My Neighborhood (1999)

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I feel that I could change.

Con minuciosa paciencia y sin apenas hacer ruido, The Innocence Mission (con el matrimonio compuesto por Karen y Don Peris como eje central) es un grupo cuya música recuerda a inviernos interminables en casa delante de la chimenea, a inocencia perdida y a las maravillas de la infancia, gracias a la delicada voz de Karen Peris y a sus apacibles melodías.  «Lakes of Canada» (a la que, justificadamente, Sufjan Stevens se refirió como una canción perfecta) se centra en detalles de la vida cotidiana (There’s a sudden joy that’s like a fish, a moving light), buscando lo trascendente en medio de lo mundano, y resulta nostálgica a más no poder. Puede que el grupo apenas sea conocido, pero uno escucha esta canción y no le cabe duda de que su música los hace merecedores de un mayor reconocimiento.

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20. Jackson C. Frank – «Milk And Honey» – Jackson C. Frank (1965)

Jackson C Frank: 'the opposite of the loud American.' 

Autumn’s leaving and winter’s coming.

Al pobre de Jackson C. Frank nunca le sonrió la vida. Víctima de un incendio a los once años que le dejó con quemaduras en 50% del cuerpo, padeció depresión durante gran parte de su vida y fue además diagnosticado con esquizofrenia paranoide. Por si fuera poco, perdió el ojo izquierdo estando en Queens, Nueva York; resulta que había niños jugando con pistolas de balines por la zona y una le impactó de manera fortuita. En línea con sus constantes infortunios, huelga decir que nunca alcanzó fama alguna mientras vivió. Su primer y único disco, producido por Paul Simon (que después versionaría junto a Garfunkel su canción «Blues Run The Game») es muestra de su sufrida existencia: canciones intimistas e introspectivas con melodías delicadas. «Milk And Honey» es una de sus más representativas, desde luego una de las más dolorosas.

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21. Jacques Brel – «Ne me quitte pas» –  La Valse à Mille Temps (1959)

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Moi je t’offrirai des perles de pluie. 

Brel escribió «Ne me quitte pas» después de que Suzanne Gabriello, su novia de entonces, terminase la relación. Zizou (tal como él la llamaba cariñosamente) estaba embarazada de Brel y tras negarse este a ser padre decidió abortar. El vídeo aquí adjunto es de una actuación en vivo que hizo en 1966, y el primerísimo plano del trovador belga, fiel reflejo de la emoción desencadenada, simplemente lo dice todo; su magnífica interpretación es capaz de poner los pelos de punta a cualquiera. Años después de la publicación de la canción –de la que existen más de 3.000 versiones en multitud de idiomas, desde Nina Simone hasta Miguel Bosé– Jacques Brel, negándose a calificarla como una mera canción de amor, diría: «Es la historia de un gilipollas, de un fracasado, de un cobarde».

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22. James Carr – «The Dark End Of The Street» – You Got My Mind Messed Up (1967)

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I know time is gonna take its toll.

James Carr, uno de los cantantes de soul más infravalorados de todos los tiempos, interpreta aquí una canción compuesta por el dúo de Dann Pep y Chans Moman en la que describe la historia de un adulterio (Hiding in the shadows where we don’t belong / Living in darkness to right our wrong), contada desde la perspectiva de un hombre que,  convencido de que tarde o temprano se les acabará el chiringuito a los dos (They’re gonna find us someday), ve cómo el final se cierne sobre ambos y cómo, tarde o temprano, tendrán que dar cuenta de lo que han hecho. Se ha convertido desde entonces en un estándar del soul (atención a la estupenda versión de la ya mencionada Cat Power) y se mantiene, con razón, como la canción más famosa que jamás interpretó el cantante; la pasión que derrocha Carr y su magnífica voz son algunas de las muchas razones.

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23. John Lennon – «Mother» – John Lennon/Plastic Ono Band (1970)

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Mama don’t go, daddy come home. 

El inicio de «Mother» no podría ser más tétrico: comienza con unas campanadas de funeral que nos hacen presagiar lo peor. La tortuosa relación de Lennon con sus padres (su padre le abandonó de niño y su madre apenas vivió con él, muriendo cuando Lennon tenía 17 años en un accidente de coche) es la base de esta canción. La frustración ante el pasado sigue turbando al de Liverpool, que permanece marcado indeleblemente por esas heridas del pasado; aunque intente desentenderse diciéndoles adiós, esas fobias de la infancia le acompañarán para siempre. Al presentar la canción en su concierto en el Madison Square Garden de 1972, Lennon intentó deshacerse de todo tinte meramente autobiográfico y dijo al respecto: A lot of people thought it was about my parents, but it’s about 99% of parents, alive or dead. La intensidad con la que canta, sin embargo, sugiere todo lo contrario. ¿De verdad nunca me quisisteis?, parece preguntarse.

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24. Joy Division – «The Eternal» – Closer (1980)

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Just watching the trees and the leaves as they fall.

«The Eternal» es la banda sonora de una muerte anunciada e inminente, una elegía anticipada de alguien que sabe que su final se acerca de modo irreversible; de hecho, fue publicada –junto a las ocho canciones restantes que conforman Closer— dos meses después de la trágica muerte de Ian Curtis. Cantando como si tuviera una soga al cuello, Curtis nos habla apesadumbradamente de procesiones y de seres queridos que se fueron hace tiempo, bajo un ritmo pesado y una atmósfera que huele a punto final, a callejón sin salida. La atmósfera gris y gélida de la canción la hacen casi inhumana (no en vano el grupo fue precursor del llamado gothic rock), pero debajo de todo hay dolor a borbotones. Tu funeral es hoy y todo el mundo cree que es mañana, amigo.

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25. Leonard Cohen – «Famous Blue Raincoat» – Songs Of Love And Hate (1970)

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I guess that I miss you, I guess I forgive you.

Imposible no recurrir a los kleenex al escuchar esta historia de Leonard Cohen —aka el cabrón triste original, el depresivo auténtico al lado del que los demás no son más que insignificantes amateurs— en la que narra las miserias de un triángulo amoroso entre el narrador, una mujer llamada Jane y un tercero al que alude como “mi hermano, mi asesino”. Al contrario de lo que se podría pensar, el famoso abrigo azul que da título a la canción pertenecía a Cohen y no a una mujer:

“I had a good raincoat then, a Burberry I got in London in 1959. Elizabeth thought I looked like a spider in it. That was probably why she wouldn’t go to Greece with me. It hung more heroically when I took out the lining, and achieved glory when the frayed sleeves were repaired with a little leather. Things were clear. I knew how to dress in those days. It was stolen from Marianne’s loft in New York sometime during the early seventies. I wasn’t wearing it very much toward the end”

Y al acabar la canción con una firma (Sincerely, L. Cohen), como si de una carta personal se tratase, escrita en puño y letra, todo indica que es una historia que él mismo ha vivido, en su misma piel, aunque casi da igual este anecdótico apunte porque la canción ya hace tiempo nos embaucó con su refinada expresión de un triste amorío.

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26. Lou Reed – «The Kids» – Berlin (1973)

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I’m just a tired man, no words to say.

Decir que «The Kids» se acerca peligrosamente al sadismo musical no es ninguna exageración. Su temática no es, ni mucho menos, ligera: sencillamente, trata sobre una mujer a la que le quitan los niños por no ser buena madre. Todo el mundo sabe que se dedicaba a ir de hombre en hombre (¡incluso hizo cosas innombrables con su «amiga» de París!) y que las drogas no le eran extrañas. That miserable rotten slut, canta Lou, –y es casi imposible no simpatizar con él–, hasta que en el tramo final suenan los llantos de unos niños pequeños (Mommy! Mommy!!!), y es entonces cuando pasa del terreno de la tristeza a lo explícitamente aterrador. De hecho, cuenta la leyenda que para captar tal momento el productor Bob Ezrin cogió a sus hijos y los metió en un cuarto tras decirles que su madre había muerto en un horrible accidente. En todo caso, es un momento brillante con el que Lou Reed trastoca repentinamente nuestras expectativas, poniendo broche final a una pequeña tragedia musical que cala en lo más hondo.

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27. Low – «Words» – I Could Live In Hope (1994)

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Man in a box wants to burn my soul.

Desde el agónico bajo con el que comienza la canción, es obvio que estamos ante una canción triste. A veces se puede hacer mucho más con un susurro que con un grito, y esa es la filosofía que desde sus orígenes ha mantenido Low; considerados los pioneros del slowcore de principios de los 90 (por mucho que les pese), el grupo es notorio por sus ritmos lentos y las armonías vocales del matrimonio formado por Alan Sparhawk y Mimi Parker, marcado todo ello por un planteamiento minimalista. «Words» es una de las muchas bombas melancólicas del grupo, una canción que deja al oyente atrapado en una telaraña de tristeza y al borde del agotamiento físico. Todo parece una pesadilla claustrofóbica, dando lugar a una atmósfera agobiante en la que temor y sufrimiento se solapan con indiferencia. El producto final resulta tan desalentador como llorar a solas en una casa oscura y vacía.

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28. Lloyd Cole and the Commotions – «Are You Ready To Be Heartbroken?» – Rattlesnakes (1984)

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What would it take to wipe that smile off of your face?

¿Estás preparado para que te rompan el corazón?, pregunta Lloyd Cole. No, por supuesto que no. Nadie está preparado para un momento así, y aún estándolo, siempre duele igual: de ahí que la canción acabe con una última frase tan premonitoria como Are you ready to bleed? Prepárense por si acaso. Décadas después, el grupo escocés Camera Obscura le dedicó un curioso homenaje con su canción «Lloyd, I’m Ready To Be Heartbroken».

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29. Neil Young – «Borrowed Tune» – Tonight’s the Night (1975)

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I’m climbing this ladder, my head in the clouds.

Dos de tus mejores amigos han muerto de sobredosis y lo único que te queda es plasmar tu tristeza y rabia por medio de la música.  Te sientes abandonado e indefenso, como si te hubieran dejado tirado en la cuneta. No te queda otra que irte al estudio, colocado y borracho, ponerte a tocar. Con esta melodía que has tomado prestada de los Rolling Stones («Lady Jane», en concreto) rindes homenaje a tus compañeros de viaje que se han quedado por el camino. Todo te da igual y te das cuenta de que la muerte se cierne sobre ti mires donde mires, pero que al fin y al cabo es parte de la vida misma.

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30. Nick Cave & The Bad Seeds – «Into My Arms» – The Boatman’s Call (1995)

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And I believe in love / And I know that you do too.

Aunque no lo parezca, Nick Cave es un tipo tierno cuando quiere. En Into My Arms (canción inspirada por su ruptura con Viviane Carneiro y su posterior relación fallida con la británica  PJ Harvey), Cave dice no creer en un Dios intervencionista, pero sabe que su chica sí. Y tan enamorado está de ella, de hecho, que está dispuesto a ir en contra de sus propias creencias, hasta el punto de que haría que Dios interveniese para proteger a la mujer a la que ama –sin tocarle un pelo, porque es perfecta tal y como es–, y que simplemente le dirigiese directamente a sus brazos, que es donde tiene que estar.  La canción es extrañamente romántica –y, cómo no, triste a su manera–, no exenta de cierta esperanza y con una melodía de piano capaz de emblandecer al más cínico.

 

Continua en “Sad bastard music: 45 canciones para llorar desconsoladamente – III”

 

 

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