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Entrevista a Antonio Mercero por «La vida desatenta»

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Por Benito Garrido.

«Cuando era más joven, Vildsvin disfrutaba representando los intereses de los criminarles más abyectos. Le gustaba el permiso emanado de su profesión para ser levemente amoral. Había llevado casos mediáticos de asesinos de niñas, de parricidas, de estafadores de gente humilde, y siempre había intentado obtener para ellos, si no la absolución, al menos la condena más favorable

La vida desatenta, de Antonio Mercero.
La vida desatenta, de Antonio Mercero.

Antonio Mercero Santos (Madrid, 1969), famoso guionista de cine y de populares series de televisión, se adentra ahora en una novela de personajes que coloca al lector en un universo familiar sórdido y angustiosamente reconocible. En este su segundo libro, tras La cuarta muerte, el autor nos habla de la destrucción de la familia, de nuestras debilidades y de la cobardía que nos impide acercarnos al otro para amarlo, respetarlo o siquiera comprenderlo.

 

La vida desatenta. Antonio Mercero. Debolsillo Editorial, 2014. 352 páginas. 12,95 €

La novela gira alrededor del bufete de abogados que dirige Ignacio Vildsvin y sus dos hijos, Mateo y Gonzalo. Un despacho cuyos años de esplendor quedan cada vez más lejos y que debe conformarse ahora con subsistir gracias a casos menores: una joven que ha sufrido abusos sexuales en la adolescencia por parte del cura de su pueblo, una anciana algo enajenada y demasiado generosa con su fortuna a la que su sobrino quiere inhabilitar y un concejal corrupto. Todos estos casos constituyen una ventana que nos permite asomarnos a la familia Vildsvin y a sus propias miserias cotidianas: las limitaciones afectivas de los hijos, la tiranía del padre y el instinto de supervivencia de las tres mujeres que los acompañan, madres y esposas siempre a la sombra pero aferradas a la vida más que a las circunstancias.

 

P.- Hablas de relaciones familiares, de incomunicación. ¿Es en las pequeñas cosas, en las muestras de cariño donde puede apreciarse de verdad el valor de la amistad, de la familia?

La amistad y la familia son palabras tan grandes que parece que tienen valor en sí. Las aceptamos como cosas importantes sin más, y no nos preocupamos mucho de explorar sus resortes. Yo creo que es difícil tener una buena relación de amistad, como también lo es tener una buena relación de pareja. Es difícil encontrar el equilibrio en la relación con tus hijos o con tus padres. A mí siempre me ha interesado hacer esta exploración. Y en tiempos como estos, de crisis feroz, en los que peligra casi todo, es más importante que nunca aprender a extraer felicidad de un amigo o de la vida familiar. Eso no nos lo puede quitar nadie, pero tenemos que aprender a querernos bien.

 

P.- ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro? ¿Quizás como una manera de exorcizar ciertos demonios?

El libro nace de la rabia ante la época que nos está tocando vivir. Nace de una cierta sensación de estafa, y también de la conciencia de haber sido un poco tonto al creerme que estas décadas de despilfarro y de juerga continua formaban parte de la normalidad de la vida. Me indigna la mediocridad que nos rodea, sobre todo la institucional. Pero a nada que empecé a explorar el tema comprendí que la mediocridad más penosa es la afectiva, la que nos impide querer bien a la gente que tenemos más cerca.

 

P.- Dentro del bufete se trata el caso de un concejal y de un cura… ¿Vivimos quizás una época de corrupción moral a todas las escalas?

Yo creo que la corrupción moral ha existido siempre. Por lo menos yo, desde que tengo uso de razón, recuerdo casos de corrupción y de pederastia en la iglesia. Lo que pasa es que ahora vienen mal dadas, y en los momentos críticos uno se vuelve más susceptible y se siente más legitimado para reclamar un poco de seriedad. Es mucho lo que hay en juego, y en este contexto resulta grotesco seguir leyendo noticias de políticos que se lo llevan crudo.

 

Antonio Mercero.
Antonio Mercero.

P.- En la cultura del enriquecimiento rápido, la mediocridad política y el aparentar, todo vale. Inevitable: ¿Cómo podríamos salir de ese bucle de hipocresía social que hoy nos gobierna?

Una de las cosas que nos ha enseñado la crisis es la trastienda de la política. Podíamos pensar cándidamente que la política consiste en estar cerca de los problemas de la gente. Pero hemos visto que no es así. Cuando más falta hacía acercarse al ciudadano, los políticos le han dado la espalda. Las políticas de austeridad, los recortes en sanidad, cultura, educación, la reforma laboral, el estrangulamiento del crédito, el trato de favor a la banca y a los empresarios… Ha quedado claro que no les importamos nada. El abismo entre los políticos y la gente es de tal magnitud que no hay modo razonable de salir de ese bucle de hipocresía social. La única solución pasa por superar la crisis y restablecer el mito de la armonía política y social en la imaginación de la gente.

 

P.- Ignacio Vildsvin representa la tiranía y la lucha incansable por el éxito profesional… por encima de todo. ¿Es lo que nos ha enseñado la actual sociedad de consumo?

Sí, yo creo que hay toda una mitología del éxito en nuestra cultura, construida desde distintas fuentes (el cine, la literatura, el discurso social preponderante, las expectativas de nuestros padres…). Ese discurso es muy sólido, y surge de la creencia de que solo el dinero trae consumo masivo y por tanto felicidad. En mi novela parto de un personaje que representa esta corriente, para comprender, muy tarde ya, que ha establecido mal las prioridades de su vida.

 

P.- Una enfermedad extraña ha invadido la familia Vildsvin, la falta de cariño y comunicación entre sus miembros… ¿la vida desatenta?

La vida se vuelve desatenta cuando tú la desatiendes, podría ser el aforismo. Pero sí, la familia Vildsvin se roza con la mediocridad del mundo por los clientes que van pasando por su despacho de abogados, y al final descubren que los más mediocres son ellos. Lo que pasa es que la suya es una mediocridad afectiva. Nunca han sabido decirse los afectos. Y esa parálisis afectiva les pasa factura.

 

P.- Dada su capacidad y alcance, ¿crees que hoy día la literatura es el mejor camino para hacer denuncia y crítica social?

En cuanto a la capacidad para crear mundos complejos y para sugerir nuevas realidades, la literatura es un arma muy penetrante. Hace pensar a la vez que entretiene. Al lector le gusta aprender cosas nuevas, hacer suyas las opiniones de un autor o de un personaje de una novela. Pero cada vez se lee menos, y me temo que la crítica y la denuncia tienen hoy un altavoz mucho más eficaz en las redes sociales. Ese es ya el termómetro del descontento y también al arma que todo el mundo tiene más a mano para disparar a todo lo que le moleste.

 

P.- ¿Son las historias cotidianas (personajes cercanos) como las que cuentas el mejor camino para concienciar al lector y atraparle en la narración?

No lo sé. Supongo que hay una gran variedad de lectores y que es absurdo pretender interesar a todo el mundo. Seguramente hay lectores aficionados a sumergirse en una narración histórica porque les gusta salir de su realidad y visitar otras épocas y otros lugares. Pero también habrá otros muchos que estén muy atentos a lo que pasa hoy día, al tiempo que nos ha tocado vivir, y estos agradecerán narraciones como la mía, que pretender hacer un retrato de las complejidades de la vida actual.

 

P.- Esta es tu segunda novela, pero ¿qué influencias ha tenido tu trabajo como guionista?

Mi academia como escritor son los guiones de series de televisión. Supongo que eso se nota en mi trabajo como novelista. A mí me gusta mucho apoyarme en los diálogos, me gusta dar voz a los personajes y que se vaya perfilando su personalidad por lo que dicen y por lo que hacen. También me gusta que las historias tengan giros, que los conflictos sean claros y que la estructura del relato sea muy reconocible. Estas son herramientas del guionista de series de televisión. Pero a la hora de escribir una novela creo que hay que ampliar la mirada, abrir más capas y conseguir un buen equilibrio entre la historia ágil y el calado literario que debe tener el tema.

 

P.- ¿Qué te aporta la literatura que no lo hace el cine o el guión?

La literatura me aporta libertad, soledad, reflexión, paz. Los guiones de cine y de televisión pasan por muchos filtros, y generalmente se diseñan en reuniones largas en las que participa mucha gente. La literatura es para mí soledad y reflexión. Me gusta saber que yo soy el único responsable del resultado final. Esa sensación me resulta embriagadora, a veces también un poco paralizante. Pero muy adictiva.

 

P.- ¿Andas ya embarcado en nuevos proyectos narrativos?

Estoy escribiendo ya mi tercera novela. Todavía queda mucho trabajo por delante. En estos momentos atravieso una fase de euforia al pensar que tengo algo muy bueno entre manos. Esa euforia se verá desmentida en alguna noche de dudas, y entonces entraré en la fase terrenal del escritor. En fin, lo de siempre. Van a ser meses largos y duros, pero al final quedará bien.

 

 

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