Los cantos de cada cual

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Los cantos de cada cual

María Eloy-García

Arrebato Libros, 2013

Por Alberto García-Teresa

Ya desde el título tan explícito de este libro, Los cantos de cada cual, María Eloy-García deja clara su posición ante la literatura y ante la vida. En efecto, la obra de María Eloy-García siempre ha reivindicado que todo objeto y todo contexto, incluido lo cotidiano, lo vulgar, lo pragmático, puede ser poetizable. El título de su segundo poemario no deja lugar a dudas: Metafísica del trapo. Ahora, proclama la capacidad de todo individuo para poner en marcha la práctica poética al mismo tiempo que desmonta la construcción del poeta como alguien extraordinario. Así, arremete contra la idea de que la poesía sólo puede ser ejercida por algunas personas concretas.

Fundamentalmente, en este volumen se produce una reivindicación del individuo frente a la agresión de la sociedad («me siento hombre con orden de alejamiento del mundo»).  Para ello, Eloy-García despliega diferentes recursos. Por una parte, realiza una interiorización de la Historia de la Humanidad. Lo que le sucede al sujeto tiene su correspondencia con acontecimientos históricos, o se expresa con términos históricos. Este reenfoque de la Historia y de la existencia desde el individuo, esa traslación de sucesos, conceptos o referencias históricas a la vida del «yo» resulta constante en el poemario. Al mismo tiempo que relativa los sucesos, sin duda, potencia al individuo, al «yo» como centro del mundo. El mundo subjetivo, en definitiva, adquiere valor de totalidad. Sin embargo, no se produce una magnificación del «yo», sino lo que se manifiesta es una relación conflictiva de lo público con lo privado. Eloy-García dinamita en sus versos esa separación con esos mecanismos. A la vez, muestra cómo el paradigma de la dominación y de la propiedad privada se encuentra tan extendido que reconfigura la realidad. La voz del «yo», de hecho, se coloca humildemente al lado de lo sencillo («canto sin sentido / a las cosas pequeñas de la tierra»). No en vano, en otros poemas expresa la configuración múltiple del «yo», en el cual se integran todas las víctimas.

La autora exalta la sorpresa, el asombro, el negarse a asumir con naturalidad los extraordinarios sucesos de nuestra sociedad de consumismo y alienación. Apuesta por mostrarse «atónito», por no perder el escepticismo, por enjuiciar de modo constante el alrededor y no claudicar a la docilidad.

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También aparece explícitamente una condena del Poder, de la injusticia, del control social. Surge, entonces, una actitud llena de furia e irreverencia («que os den por el culo miserable / (…) no me daréis más tranquimazin para la calma»). Habla de la sociedad entendiéndola como un conjunto de personas heridas. En ese sentido, la enfermedad aparece con frecuencia en este conjunto de piezas.

La escritora sabe utilizar inteligentemente la ironía y el humor. El reconocimiento de los referentes cotidianos genera complicidad en el lector y también cierta comicidad debido a la descontextualización. Esta decontextualización se ha convertido, de hecho, en un procedimiento central en la obra de etsa poeta. Provoca desconcierto y sorpresa y responde, en esencia, a un afán de agitación, de incordio, de ruptura de la lectura pasiva, monótona y lineal. A su vez, en esa apertura del campo de lo poetizable, en Los cantos de cada cual, incorpora términos tecnológicos y científicos, igualmente sacados de su contexto, puesto en relación, nuevamente, con acontecimientos cotidianos.

Por otro lado, destaca la excelente construcción de los poemas, que poseen un estudiado equilibrio de la tensión y que aportan cierres redondos. Asimismo, la intención lúdica queda bien patente en el poema que cierra el volumen; un texto construido con onomatopeyas en el que cuenta su vida. Además, no emplea signos de puntuación ni mayúsculas, con lo que obtiene un ritmo fluido y se trata de resaltar esa sencillez que pone en práctica su discurso.

De esta manera, María Eloy-Rodríguez vuelve a conseguir un poemario inquieto y original, donde sabe manejar con buen pulso la ironía, la ira y la mirada crítica de nuestro alrededor.

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