Guelbenzu retorna a la trama policíaca en “Nunca ayudes a una extraña”

«¿Por qué la muerte de Concepción Ares, una vez terminadas las gélidas honras fúnebres, se cerró sobre ella como lo hizo su propia tumba? Porque lo más llamativo era el silencio que siguió a su defunción, como si el olvido hubiera tomado posesión de su espíritu».

Nunca ayudes
Nunca ayudes a una extraña, de J. M. Guelbenzu.

Actualidad editorial:

El escritor madrileño J. M. Guelbenzu retoma en Nunca ayudes a una extraña (Editorial Destino, 2014) el pulso de la novela policíaca, con un caso que nuevamente tiene como protagonista a la juez Mariana de Marco. Guelbenzu se alimenta de los clásicos del género para retomar la carrera judicial de Mariana, una mujer ya entrada en los cuarenta que aún conserva la sugerente belleza que da la madurez alcanzada con inteligencia; independiente y mordaz, en su trabajo destaca por ser crítica y concienzuda, algo que ya le ha permitido cerrar con éxito algunos importantes casos, aunque también le ha granjeado ciertas enemistades. En esta ocasión la intriga parece estar resuelta desde el primer momento, pues un más que evidente suicidio, no da para muchas indagaciones. Sin embargo, de Marco se niega a aceptar, en un arrebato de justicia solidaria, la versión que podría llegar a imponerse… Suspense, juego psicológico e investigación se dan la mano en una trama que promete hacer las delicias del lector ávido de historias inteligentes, elegantes y efectivas

 

Ayudar a una extraña puede traer a veces complicaciones inesperadas que el buen samaritano de turno ni siquiera se llega a plantear cuando se decide a intervenir… Que se lo pregunten, si no, a Javier Goitia, un curtido periodista de investigación, que tras una larga trayectoria profesional acaba de ser despedido. Recién llegado a la ciudad de G… busca pasar unos días que le permitan la tranquilidad necesaria para replantearse su futuro. Sin embargo, la realidad distará mucho del plan… Una noche de copas intenta auxiliar a una mujer que ha sido agredida en un oscuro callejón del que inesperadamente sale corriendo un hombre. Tras iniciar una persecución y posterior pelea, ambos son detenidos. Ante la desconcertante desaparición de la víctima, y ya puestos a disposición judicial, la versión del periodista queda en entredicho por la declaración de su rival, hijo pródigo de un rico empresario de la zona, que mantiene que él también había entrado al callejón a ayudar, y que fue allí donde Goitia se confundió de hombre.

«Estábamos contemplando el crimen y la escena o, mejor dicho, las escenas del crimen, desde el punto de vista errado. Todo crimen tiene una explicación lineal, los torcidos somos nosotros cuando lo enfocamos equivocadamente».

Finalmente, dos asuntos que no tenían que ver terminan relacionándose. La visión de los hechos parece dar un giro y el enfoque, antes claramente errado, deberá replantearse hacia una explicación criminal. En esa tesitura, la cooperación con Goitia se hará ciertamente importante para Mariana, que cada vez es más consciente de la triste hipocresía de ciertos sectores sociales. Solo hace falta escarbar un poco para ver la oscura corrupción moral que domina la alta sociedad de la ciudad, sus enredos especuladores y las relaciones de silencio que parecen primar en sus acciones. Una vez más, Guelbenzu vuelve a demostrar su buen hacer a la hora de construir personajes que, si bien enmarcados en un círculo de crimen y misterio, no pueden evitar mostrar sus propios dramas, particularidades y su naturaleza más íntima.

 

El humor y el potente pulso narrativo de Guelbenzu se conjugan con maestría a la hora de enfrentar incluso las más inmorales circunstancias. Intentar ponerse en la piel de la víctima, comprender sus impulsos, temores y emociones puede resultar entonces una labor ciertamente traumática. Solo atando los cabos y procurando castigar a los responsables del crimen, podría Mariana acallar la incomprensión y rabia que le produce la corrupción moral y provinciana de determinadas personas. Individuos que buscan especular, enriquecerse y mantener un poder y posición social que no entiende de sentimientos ni ilusiones. No aprovecha Guelbenzu para hacer crítica mordaz del asunto, sino que busca sobre todo profundizar en el carácter psicológico de los personajes, someterlos a un tercer grado que saque a la luz sus vicios y podredumbres. De esa lobotomía narrativa no se escapa ni la protagonista absoluta de la novela. Leer a Guelbenzu es siempre una aventura narrativa que en esta ocasión adopta la tenaza criminal para explorar las contradicciones y los intersticios más miserables del hombre, para ampliar la escala de aquellos mapas psicológicos que de otra manera ni siquiera llegaríamos a observar con detenimiento. Un escritor firme y leal a sus personajes que nuevamente devuelve la fe en una literatura de calidad, capaz de llegar e impactar en cualquier lector, que como debería ser habitual, esté dispuesto a ayudar a una extraña.

 

Nunca ayudes a una extraña.  J. M. Guelbenzu.  Editorial Destino, 2014.  456 páginas.  20,00 €

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