El talento de Ana Adams refuerza el interés por «39 Defaults»

Por Horacio Otheguy Riveira

 

Nueva York. Un encuentro de dos jóvenes. Uno podría ser un fugitivo que crece en tensión, discurso mitinero, recelo, miedo y agresividad. La dueña de casa es una chica anhelante dispuesta a emborrachar un poco al españolito que viene de lejos y marchará a Canadá.

 

Les ronda un desencuentro que a ratos parece romperse, y es que la muchacha es una criatura muy sensual, que exhibe sus muslos y no hay pudor alguno en su generoso escote, así que a ratos podría encontrar un camino en algunos abrazos que provoca pero chocan con la frialdad y el desconcierto del hombre que parece escapar de una situación de mucho peligro, aunque al mismo tiempo asegura que lo que le convendría sería que le detuvieran, para dar ejemplo revolucionario de una causa grande, espectacular, internacional de «Desobediencia civil»…

Todo sucede en un íntimo salón. Él es cada vez más antipático y sinuoso, a más huidizo más encantadora ella, la neoyorquina que se defiende en un español con acentazo, y que quiere a toda costa tener una espléndida noche de amor entre copas de vino blanco…

 

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Todo sucede en un íntimo salón bajo una estructura dramática de mucha sutileza, con estupendas situaciones que recuerdan algunas obras del teatro sugerente y circular de Harold Pinter. Cuando termina puede dar la sensación de que se trata de una obra sin acabar, como un primer acto del que esperamos más. Pero ofrece la posibilidad de un interesante juego de reflexiones, de debate incluso político: los dos personajes son muy vitales y muy políticos, aunque hay una descompensación notable: el personaje masculino tiene una única situación que crece en la misma línea, un poco plana (muy bien interpretado por Juan Caballero), pero el personaje femenino es una maravilla de composición desde el texto a la interpretación magnífica de Ana Adams, actriz hispanoinglesa que ha creado un personaje neoyorquino no sólo en el acento, sino en los giros castellano parlantes, en algunas reflexiones, y en las misteriosas llamadas telefónicas que realiza a escondidas de su invitado, su penoso acompañante sobre el que le gustaría descubrir un poco de amor en la angustia cotidiana. Lo mejor de la función es su personaje, claramente enriquecido por una interpretación que divierte y conmueve en un crescendo casi musical por el que va expandiendo una historia, unas situaciones sociales y emotivas, un mundo que necesita apoyo y sólo encuentra a un hombre tal vez demasiado cantamañanas, quizás muy peligroso…

 

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No conviene adelantar detalles del argumento de esta obra singular, breve y muy atmosférica. Sí conviene recomendarla como una de las perlas que acostumbra poner en escena este Teatro Guindalera. Una función que se representa miércoles y domingos a las 20,30 horas hasta el 2 de noviembre, con acompañamiento musical en escena del clarinetista francés Olivier Pontini.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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