«Al final de la carretera» y «Cancún»: dos comedias tristes sobre parejas

Por Horacio Otheguy Riveira

Estos espectáculos me producen una tristeza profunda con pocos matices de sonrisas saludables y uno que otro toque de risa nerviosa, de amarga observación del amor, el desamor y la penosa costumbre de vivir. Así, estrenadas casi al mismo tiempo, Al final de la carretera, del británico Willy Russell, y Cancún, del español Jordi Galcerán, se presentan como funciones sin brillo, decepcionantes en todos los aspectos, completamente innecesarias, de esa clase de comedias que en realidad se producen por el justo prestigio de sus autores, aquí irreconocibles. Lo mismo que el director, por lo general admirable, Gabriel Olivares: todos parecen ausentes, escribiendo y dirigiendo sin ganas, con una pesadumbre en el diseño de personajes, de conflictos, de situaciones… y este leal espectador sale del teatro asombrado y con las manos vacías de aplausos que en muchas otras ocasiones ha brindado con entusiasmo.

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«Al final de la carretera». De pie: Manuel Baqueiro y Melani Olivares. Sentados: Marina San José y Raúl Peña.

 

Willy Russell es autor de funciones muy interesantes como Educando a Rita y Shirley Valentine, ambas representadas varias veces en España y llevadas al cine. Aquí es traducido y adaptado al contexto español por Juan Carlos Rubio, autor y director muchas veces brillante (La monja alférez, Arizona, Las heridas del viento…).

Al final de la carretera va de dos parejas de holgada posición económica que prácticamente conviven en una colonia de adosados. Uno de ellos podría intentar una liberación de su vida al parecer monótona, y a partir de la supuesta rebelión se entreteje una serie de situaciones de comedia ligera con algún gag brillante, muchos lugares comunes y un final de resignación y apatía dentro de un artificio que en ningún momento logra resultar interesante.

 

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Los cuatro actores de «Cancún».

 

Cancún fue escrita por Jordi Galcerán, uno de los mejores autores teatrales de los últimos 10 años (El método Grönholm, Burundanga, Carnaval, Fuga, El crédito…). Esta vez no ha estado inspirado lo más mínimo, y si se lee el programa de mano, menos todavía, pues pretende aportar una profundidad psicológica a una comedia llena de tópicos con ribetes de teatro del absurdo que no se llegan a complementar con el resto de la trama. Para colmo deja en una especie de epílogo el único pronto realmente humorístico, pero a manera de golpe de efecto impropio de un autor de su calidad.

En ambas funciones, todos actores con demostrada profesionalidad que no encuentran personajes suficientemente bien desarrollados como para entregarles el tono, la pasión y el corazón de su talento. Grandes profesionales todos ellos que apenas pueden hacer el boca-a-boca a dos obras muy pobres, de autores en horas bajas. Desde luego tienen su derecho, no se puede estar siempre en la cima, en los habituales 10 puntos, pero me hace reflexionar respecto de los muchos autores que esperan su oportunidad en un país donde casi siempre estrenan los mismos, y resulta tan difícil hacerse un hueco… Pero, bueno, esa es otra historia.

 

Al final de la carretera, hasta el 2 de noviembre en el Teatro Fernán Gómez.

Cancún, hasta enero en el Infanta Isabel.

 

 

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