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Margarita García Robayo a propósito de «Lo que no aprendí», su último libro

«La noche anterior me había dedicado a perseguir a mi mamá: me planté a su lado cuando lavó los platos, cuando miró la novela y hasta cuando se sentó a orinar. Le insistí que me dijera qué era lo que no podíamos contarle a nadie. Ella se hacía la sorda, me ignoraba, hasta que en medio de un bostezo me dijo: Lo que le pasa a tu papá. ¿Y qué le pasa? Que a veces se muere. Y después siguió como si nada».

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Lo que no aprendí, de Margarita García Robayo.

Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980) ha publicado los libros de relatos Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza (2009), Las personas normales son muy raras (2011) y Orquídeas (2012) y la novela corta Hasta que pase un huracán (2012). En 2014 ganó el premio literario Casa de las Américas con el libro de cuentos Cosas peores. Sus títulos han sido publicados en Argentina, Colombia, México, Perú, España y ha sido traducida a varios idiomas. Desde que vive en Buenos Aires trabajó para Clarín, donde creó el blog Sudaquia: historias de América Latina, que ganó diversos premios y reconocimientos. Sus textos fueron reproducidos en medios como El País, El Espectador de Colombia y Le Monde. Lo que no aprendí, primera novela de García Robayo, profundiza sobre un tema tan complejo como fascinante: las versiones que elegimos guardar de nuestra propia historia.

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Lo que no aprendí. Margarita García Robayo. Malpaso Ediciones, 2014. 184 páginas. 18,50 €

Caty tiene once años y no entiende a ninguno de los miembros de su familia, al que menos a su padre, eminente figura que la tiene deslumbrada y que además oculta un secreto que sólo parece revelarse ante ella. También está fascinada por Aníbal, el hijo hippie del vecino con quien tiene encuentros en una casa abandonada. Los paseos en bicicleta logran aparcar su desconcierto, pero cuando cae la tarde debe volver a casa y compartir las desdichas cotidianas con sus allegados. Caty dejará de tener once años en un colegio exquisito mientras su pequeño mundo se desintegra: el padre se recluye en la antigua vivienda familiar, una de las hijas mayores da cobijo a su madre… Intentará conjurar esos espectros para atender sus contratiempos privados, pero la familia siempre llama a la puerta. Cuando por fin comprenda las razones de cada uno será demasiado tarde y sólo le quedará la culpa de su propia incomprensión… Relato que habla de cómo se construye la memoria individual y familiar, cuando ante la inminente extinción de los recuerdos se reflexiona sobre la infancia y sobre la ambigüedad del pasado común.

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P.- Narración en primera persona, como una voz muy íntima y personal que cuenta sus propias experiencias. ¿Tiene este libro mucho de vivencias autobiográficas?

Sí, tiene mucho. Pero no estoy tan convencida de que la autobiografía como género esté determinada por el formato. Es decir, en este caso elegí una voz femenina en primera persona, pero el libro podría estar escrito en tercera y tratarse sobre un hombre viejo y conservar, sin embargo, sus rasgos autobiográficos.

 

P.- El peso de la memoria. ¿Por qué crees que en determinado momento se hace indispensable echar la vista atrás y repasar todos los recuerdos importantes de nuestra vida?

No sé si es algo que se hace conscientemente. En algunos casos tiene que ver con un acontecimiento puntual que disparó ese revisionismo. Esta novela se gestó así. Murió mi padre, volví a mi ciudad y me enfrenté con las versiones de él que tenían mis hermanos, mi madre, mi familia, y me obligó a preguntarme por mi propios versión, a buscar en mis recuerdos.

 

P.- Novela de preponderantes personajes femeninos, y además de gran fuerza y protagonismo. ¿La familia quizás como pequeña sociedad matriarcal?

Yo diría que es una típica familia caribeña, donde las mujeres las juegan de sumisas pero en realidad se construyen esos roles para manipular el entorno. Y lo consiguen.

 

Margarita García Robayo
Margarita García Robayo.

P.- ¿Qué peso tiene la figura del padre en este entorno familiar?

Los padres ocupan lugares de supuesto poder, pero dentro de las familias son mas bien figuras ausentes, cargadas de una importancia simbólica que en general le atribuyen las madres.

 

P.- ¿Crees que difiere mucho la visión que sobre la identidad familiar tiene una niña de once años como la protagonista, de la que tiene una persona más adulta?

Absolutamente. Los niños tiene la habilidad de naturalizar conductas bizarras, extravagantes, incluso siniestras. Tienen los ojos todavía frescos y desprejuiciados. Ser adulto, en cambio, es tener plena conciencia de la podredumbre de la condición humana y batallar contra ella, o bien resignarse a ella; por muy atrofiada que esté una mirada adulta, siempre podrá dar cuenta de cuándo un elemento está corrido del lugar que le corresponde.

 

P.- ¿Cómo bordas y unes en tu novela la conciencia de los recuerdos reales con los inventados?

El procedimiento está un poco contado en la segunda parte –pero por supuesto que esa segunda parte también está bastante ficcionada. No hay una medida muy clara, en general los recuerdos son sólo el primer impulso y después van variando de acuerdo a las necesidades del argumento.

 

P.- ¿Qué es lo que tú personalmente no aprendiste y qué se quedó fuera de esta novela en la revisión de la misma?

No aprendí a aceptar las versiones de los otros sobre una historia compartida. La novela es un modo de expurgar esa frustración. Como la novela versa justamente sobre esa frustración, no siento que se haya quedado nada afuera. Dije lo que necesitaba decir.

 

P.- ¿En qué medida el entorno de una Colombia como la de tu novela condiciona a la persona, a la familia y a la escritora?

En gran medida. Recuerdo el clima de esa época como una especie de convulsión pasiva. Pasaban cosas terribles, se estaba jugando el destino del capo del narcotráfico más importante de la historia nacional, pero al mismo tiempo la vida transcurría, como no podría ser de otra manera. El tema entraba tangencialmente en los hogares y muy seguramente modificaba las conductas; en un episodio de la novela esto se ve bien: cuando Caty se perdió y los padres salieron a buscarla con un policía en una patrulla, estaba claro que se esperaban lo peor. Hacía poco habían asesinado a una chica en el barrio, la posibilidad de que la tragedia te tocara de cerca estaba muy latente.

 

P.- ¿Qué te empujó a escribir este libro? ¿Crees que te puede haber servido como posible liberación?

Sí. Suelo decir que es un libro escrito desde la necesidad y de verdad lo creo así. En ese sentido probablemente sea un libro que envejezca rápido, al menos para mí, porque una vez se expurgan las necesidades dejan de interesarte, quedan atrás, pierden vigencia.

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Por Benito Garrido.

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