Dead Synchronicity, una aventura inolvidable

Las aventuras gráficas están volviendo a vivir una época de juventud y popularidad. Aunque nunca se fueron del todo desde aquella época dorada de LucasArts y Sierra, en estos momentos se están multiplicando de nuevo, y dentro de esta multiplicación, hay varias que han nacido en España, como Dead Synchronicity (Fictiorama Studios; 2015), una de las apuestas más interesantes dentro de este género a nivel internacional.

Temáticamente se enmarca dentro de la ciencia ficción más oscura. Las grandes obras de este género han logrado conseguir el estatus de cimas literarias por su calidad literaria, pero también por las reflexiones y mensajes que contenían. Las ideas y críticas sobre la sociedad presente utilizando un futuro distante se han convertido, en muchas ocasiones, en una pieza indispensable de este género. No son pocas las que nos advierten de los excesos de la tecnología y de la dependencia de ésta, como va a ocurrir con la obra que hoy nos ocupa, Dead Synchronicity. Otras, las más famosas, son severas críticas sociales como las conocidas 1984, de George Orwell o Un Mundo Feliz, de Adolf Huxley. Otras obras, como la excelsa Dune, de Frank Herbert, nos advertía de los peligros de la dependencia del crudo y especialmente de los peligros de la explotación sin medida de los recursos, además de mostrarnos los riesgos que conlleva la unión entre religión y política dentro de la élite social y de mando.

Aparte de los referentes temáticos de la ciencia ficción, Dead Synchronicity bebe de otras influencias literarias, especialmente dos, La Carretera, de Cormac McCarthy, novela que le valió el premio Pullitzer a su autor y El Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad. Las dos obras, muy separadas en el tiempo, pivotan sobre el mismo eje temático ¿qué ocurre con el hombre cuando la sociedad y la cultura que lo sostiene desaparece? La respuesta a esta pregunta viene dentro de cada novela y aunque se viste de manera diferente, en un futuro no muy distante en la primera y en la época del imperialismo en la segunda, no difieren mucho, el hombre, cuando es aislado de la cultura y las normas, valores y reglas de la sociedad se convierte en un salvaje, homo homini lupus, que decía un vetusto Plauto y un moderno Hobbes.

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Estos dos ejes serán los dos planos que recorrerá el jugador que disfrute de Dead Synchronicity, una historia de ciencia ficción clásica contenedora de una crítica social y una reflexión sobre la condición humana al no encontrar referentes sociales ni culturales. La trama se desarrollará en un escenario post apocalíptico donde un fenómeno conocido como “La Ola”, una gran fuerza radiomagnética ha acabado con todos los dispositivos electrónicos. Esta “Ola” también ha afectado a los seres humanos y a los afectados los han convertido en “disolved”. El protagonista, Michael, despertará en mitad del caos, dentro de una caravana, en un campamento de supervivientes sin conocer nada de todo lo que ha pasado. Poco a poco irá descubriendo el caos e irá persiguiendo la posible solución.

En los videojuegos, y dentro de estos en el género de las aventuras gráficas, la historia es, al igual que en las novelas mencionadas anteriormente, una pieza fundamental de su engranaje. Y es aquí, en su historia, donde brilla con luz propia la obra de los madrileños Fictiorama. Dead Synchronicity es un proyecto español nacido del humilde estudio Fictiorama Studios y que ha conseguido superar con éxito su campaña de micromecenazgo en la plataforma Kickstarter. En el apartado de la jugabilidad no difiere en exceso de los demás ejemplos de este género, mediante una interfaz de apuntar y clicar podremos seleccionar los elementos del juego que se irán incorporando al inventario del personaje. Con estos objetos solucionaremos pequeños puzles que no destacan por su dificultad, pero que no traban tampoco el desarrollo del juego. Este es uno de los puntos diferenciadores del título, su tratamiento cinematográfico, ya que al no tener una dificultad compleja, los puzles no entorpecerán el desarrollo y no romperán el ritmo de la partida. Además, el acercamiento a un primer plano durante las conversaciones incidirá aún más en el tratamiento cinematográfico del título.

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Vivimos en un mundo cautivo de la tecnología. Para muchos de nosotros es inconcebible imaginarnos nuestra vida cotidiana sin acceso a la red, teléfonos inteligentes, tabletas, ordenadores, etc., sin embargo este aspecto de nuestra sociedad es relativamente novedoso y aún existen personas que no son nativas con respecto a estos sistemas. Con todo esto, sentimos nuestra necesidad tecnológica en cada paso que damos, por lo tanto, la pregunta que plantea el título es ¿qué pasaría si, de un día para otro, todo esto desapareciera? El juego va desarrollando su historia girando sobre esta premisa, las nuevas relaciones humanas en el Nuevo Mundo. Los afectados por la enfermedad, leimotiv de la historia, son apestados de la nueva sociedad. Son buscados incansablemente por los servicios de limpieza en un empeño eugenésico total en el que se interpone nuestro héroe, un ser sin memoria, amnésico. Aspecto narrativo fundamental para el desarrollo de la historia del videojuego, ya que la condición de amnésico abre la necesidad de tener que ser informado del mundo que le rodea y a nosotros con él, sumergiéndonos en una historia de altos quilates dentro de la ciencia ficción con la fragilidad del tiempo y las nuevas situaciones que abre la desaparición de nuestra sociedad como telón de fondo.

Otro dos aspectos brillan con luz propia en la aventura gráfica, el primero de ellos su apartado gráfico, el segundo la banda sonora. Dentro del primer apartado, estamos acostumbrados a ver entre la aventura gráfica independiente de calidad dos tipos diferentes de apartados estéticos, el primero es el relacionado con el pixelismo, heredero de las aventuras de los años noventa y el segundo el que podríamos denominar de dibujo animado, más cercano a las series de animación. Sin embargo Dead Synchronicity abandona este sendero y plasma su propia línea estética, sin encajar en ninguno de los dos apartados anteriormente descritos, traza su propio camino y no podría ser más satisfactorio. Las líneas rectas, los bruscos movimientos de los personajes, el uso de una paleta más bien sombría, sin concesiones a los colores radiantes, así como los afilados ángulos de los dibujos que se nos muestran en pantalla son el acompañante perfecto para el tono serio de la aventura, muy alejada de la comedia. Los referentes que citan los encargados del apartado gráfico son principalmente los ligados a la corriente artística del expresionismo, Egon Schiele, Guayasamín o Giacometti.

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El segundo apartado que mencionábamos era el sonido, y especialmente su banda sonora. En este punto es necesario mencionar que dos de los miembros del equipo integran la banda Kovalski, encargada de la banda sonora del título. La introducción del juego es un manifiesto, una declaración de intenciones y un breve anticipo de todo lo que está por venir, la fuerza de las imágenes sumada a la música no solo permiten, sino que obligan al jugador a centrar la mirada de la pantalla sin poder apartarla. Sin duda han conseguido un efecto de inmersión en el juego realmente sobrecogedor del que es muy difícil escapar.

Cabría añadir, como conclusión, que nos encontramos ante un juego madurado, que incita al jugador a la reflexión sobre la propia condición del ser humano en un escenario donde las normas tácitas de la sociedad han desaparecido por completo. Todo ello traído de la mano de una simbiosis entre las mecánicas de un género sagrado para los amantes de los videojuegos en ordenador, pero traídos al siglo XXI con novedades como las ya mencionadas, además de envuelto con una genialidad de la que surge una personalidad propia y arrullado por una banda sonora excepcional. Sin duda alguna Dead Synchronicity sobrevivirá al tiempo y no se disolverá en la memoria de los hombres.

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