No me contéis entre vosotros (2015), de Isidro Sánchez

 

Por Miguel Martín Maestro.

no-me-conteis_cartel-2“Me rebelo, luego existo” Albert Camus.

Si por algo se caracteriza DOCMA es por exhibir cine español invisible, injustamente olvidado e injustamente maltratado por la distribución, la exhibición, la crítica y, finalmente, el público. Año tras año va consolidando un espacio necesario para poder juzgar el estado del cine español con conocimiento de causa, y la presente temporada de proyecciones se inicia con esta docuficción de gran interés y valía, un exponente más de cómo hacer cine sin necesidad de grandes medios, de actores reconocidos, solamente con talento y buenas ideas. Y además lo hace explotando un tema que empieza a ser recurrente en el nuevo cine español, recurrente y necesario desmitificando la imagen ñoña, entrañable, jocosa y jovial de la ancianidad. DOCMA, Alcances, Plat, Márgenes… territorios imprescindibles para conocer el mundo de la creación audiovisual español, mundos muy alejados y antitéticos al oficial y televisivo que nos martillea con productos y subproductos clónicos.

En la estela de Eduard Solá con su Lunático, Xacio Baño con su Ser e voltar o Hermes Paralluelo con No todo es vigilia, Isidro Sánchez se arriesga, con un fantástico uso del blanco y negro que anuncia el fin de un ciclo, a adentrarse en la mente deteriorada de un anciano que utiliza su memoria y su castillo interior para abstraerse de la dura realidad de estar confinado en una residencia de ancianos. El arte de la fuga es en esencia musical, pero saber fugarse de las realidades incómodas no deja de ser un arte de fuga mental necesario para superar las adversidades. Manolo, nuestro protagonista antequerano, disfruta y es feliz en su entorno natural, en su desvencijada casa, entre sus herramientas y entre sus olivos, con sus cuatro animales y su viejo transistor en el que oye partidos de fútbol. Ahora, no todo lo que vemos corresponde a la realidad, la imaginación de Manolo es tan rica, su abstracción tan profunda que puede estar en un sitio y vivir en otro tiempo y lugar.

Hay fogonazos de grandeza en esta pequeña película donde lo real se confunde con lo imaginado, lo espontáneo con lo guionizado, o lo pautado con lo rebelde. Da lo mismo si Manolo se interpreta a sí mismo en tiempo real o presenta los déficits que la imagen nos devuelve. Desconoce su edad, el día en que vive, los políticos que nos desgobiernan, pero se iluminan sus ojos cuando mienta el lugar donde nació, la casa en la que vive, el nombre de su madre. Como muchos ancianos su memoria reciente está devastada por la enfermedad mientras permanece incólume el recuerdo del pasado, el buen recuerdo del pasado. Romper la cuarta pared no es inusual, pero muchas veces, si el resultado es acertado, produce un choque y un vuelco en el espectador. En un momento dado, cuando asistimos al último viaje de Manolo, se reúne con un viejo conocido en otro pueblo, y entra en conversación con una mujer que se sitúa fuera de plano, cuando le preguntan qué hace allí después de tanto tiempo Manolo contesta “pues que están haciendo una película y por eso he venido”. El guiño a la ficción contradice la idea del documental que predominaba en el resto del relato, una ruptura consciente para que valoremos que ni todo es verdad ni todo es mentira, que a veces el recuerdo de lo vivido y lo que se vive es tan etéreo que no se sabe dónde empieza uno y dónde el otro.

no-me-conteis_capturaEse momento de genialidad también se alcanza al rodar un par de pies inmóviles que son tapados por una sábana, una cama vacía o un caminante que se calza las botas para afrontar un largo camino, como resulta distópico en pleno campo andaluz, un viejo hombre sentado descansando y comiendo fruta oyendo a los locutores cantar la victoria de una selección de fútbol en un mundial ante la indiferencia absoluta de Manolo y de nosotros. No hay romanticismo que valga cuando tu mente se convierte en un colador, cuando dependes de terceras personas para sobrevivir, cuando no recuerdas lo que estabas haciendo cinco minutos antes y tienes que refugiarte en las rutinas del pasado, la vejez resulta, normalmente, una ruina, una masacre dice Philip Roth. Pocos se salvan del deterioro intelectual, y esos afortunados que mantienen la actividad mental intacta serán más conscientes aún del deterioro físico.

Las modernas sociedades de progreso han optado por silenciar la vejez, por añadir eufemismos a las realidades para simular que no existen, en el camino, la condescendencia marca nuestra relación con ese sector de la población cada vez más numeroso y más dependiente, como muchos no sabemos relacionarnos con niños tampoco sabemos relacionarnos con mayores dependientes. Hacerles comportarse como estúpidos o como mamarrachos, mantener su actividad a fuerza de transformarles en niños, llevarles de excursión donde no quieren o forzarles a sonreír cuando su vida tiene poco de alegre, querer vender que una residencia es el mejor lugar en el que morir y vegetar los últimos días de nuestras vidas, una eugenesia lenta y delicada pero deshumanizada al fin y al cabo. La película de Isidro Sánchez recoge todo esto y lo hace desde la seguridad de mostrarnos a una persona que mantiene su libertad a fuerza de imaginar, por eso no hay que contarle ni entre ellos ni entre nosotros, cuando Manolo siente que sólo acude a la residencia a dormir, cuando Manolo piensa que está de viaje, que come aceitunas o exprime el aceite de la primera prensa, se aleja de un mundo cruel y absurdo, en la inconsciencia de no querer pertenecer a ese mundo marca la frontera que le permite descontarse del grupo, aunque previamente un burócrata obligado por leyes absurdas le lee el contenido de un contrato que le resulta incomprensible e inasequible, un contrato que firma para a continuación ser sometido a una revisión médica en la que se constata que apenas sabe quién es ni donde se encuentra. Al final todo el mundo muere solo.

Aunque, ¿y si asistimos a imágenes verdaderamente reales y a la rebeldía de una persona dispuesta a rebelarse ante una imposición de manera pacífica y constructiva? No está de más, para quien se sienta concernido por esta magnífica reflexión en imágenes sobre la vejez, leer sobre el verdadero personaje de Manolo y el propósito del director, pero háganlo después de ver la película y sacar las propias reflexiones personales, así, como cuando Manolo se refiere a la película que están haciéndole, también sentirán una mayor sorpresa y desconcierto.

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