Patricio Pron lector de Joseph Heller

Por Anna Maria Iglesia

@AnnaMIglesia

heller“Un hombre sensato no debería desear la inmortalidad”, afirmaba en los últimos años de su vida Joseph Heller, cuya obra literaria, sin embargo,  terminó por concederle aquella inmortalidad que él mismo rechazaba. Nada hacía presagiar que Heller se convertiría en un autor de referencia en la narrativa norteamericana del siglo XX cuando publicó Catch22, novela que, como comentaba ayer Patricio Pron en La Central de Barcelona, recibió elogios, pero sobre todo críticas. Si bien Kurt Vonnegut aplaudió la reescritura del género bélico realizada por Heller con Catch22, una reescritura que el propio Vonnegut realizaría en Matadero, Cheever mostró de inmediato su disgusto ante la novela, un disgusto que también proclamó a través de sus páginas el New Yorker, que no dudó en afirmar que Catch22 era “una novela escupida sobre el papel”. La falta de épica, propia de la novela bélica tradicional y que impregnaba la exitosa De aquí a la eternidad, fue la principal crítica que recibió Heller, cuyo propósito era precisamente el de huir de la épica, mostrar lo inenarrable del conflicto, convirtiendo la guerra en metáfora de un tiempo y de una sociedad. Es precisamente el valor metafórico que adquiere el conflicto bélico en la obra de Heller lo que hace de Catch22 una novela que trasciende su marco histórico: en efecto, como recordaba ayer Pron, durante su participación en el curso organizado por Miqui Otero en torno a las grandes novelas norteamericanas, entre los años sesenta y setenta, en concomitancia con la Guerra de Vietnam,  la novela de Heller resurgió para los lectores tras años de abandono. La experiencia de Vietnam y, sin duda, la adaptación cinematográfica realizada por Mike Nichols en aquellos mismos años, no sólo significaron una nueva vida para Catch 22, sino y sobre todo una relectura que, por un lado, convirtió la novela en uno de las más contundentes expresiones del sinsentido de todo conflicto bélico, por el otro lado, amplió los márgenes hermenéuticos en los que se había encerrado la novela. La clave de la novela, señala Patricio Pron, es su crítica al capitalismo y a la lógica burocrática y de poder que subyace a dicho sistema político-económico: utilizando como marco la guerra y las relaciones de poder dentro del ejército, Heller denuncia los dispositivos de poder que depositan la responsabilidad sobre el sujeto que no reconoce el papel que le ha sido asignado y no es consciente de la trampa burocrática en la que está atrapado. Heller denuncia los contradictorios e incomprensibles, al menos para el sujeto que los  padece, mecanismos que sirven para sostener y perpetuar una estructura de poder absolutamente inamovible en su jerarquía. En parte en diálogo con la propuesta kafkiana y con el sinsentido que define una obra como El proceso, Heller construye una novela donde a través de lo paródico y de lo absurdo-¿hay algo más “absurdo” que la detención nunca motivada de Joseph K?- se revela el sentido. Como Beckett en aquellos mismos años de posguerra, Heller recurre a lo absurdo para realizar una crítica a una estructura social que ha perdido todo su sentido para el sujeto, una estructura social en la que, como señalaba Pron, los fines y los medios son indisociables y en la que el individuo ejerce un rol del que él mismo no es consciente. Recurriendo a la figura del Smuck –término proveniente de la tradición judía- es decir, del “tonto-listo”, del loco en cuya locura se esconde el sentido común, Heller subrayaba la imposibilidad de salir de la trampa, la “locura” de intentar escapar de ella, pues no sólo todo intento es vano, sino que la lógica de la trampa 22 es la de hacer perpetuar el sistema tramposo sobre el cual se erige y se justifica el constante abuso de poder. El intento del protagonista, John Yossarian, de evitar acciones militares aéreas conduce a la incrementación de los ejercicios aéreos, demostrando así ya sea la imposibilidad de salir de la trampa ya sea la constante sumisión del dominador con respecto al poder dominante.

Patricio Pron durante la clase en La Central de Barcelona
Patricio Pron durante la clase en La Central de Barcelona

No hay épica, no hay valores a los que poder aferrarse, a diferencia de Mailer, la mirada de Heller es una mirada descreída: para Mailer, señala Pron, “los abusos de autoridad eran el precio a pagar por la participación en la Segunda Guerra Mundial”, un conflicto cuya experiencia habría tenido que favorecer la redefinición de las relaciones sociales, definidas esta vez por su horizontalidad y humanidad. La mirada ilusoria de Mailer es completamente ajena a Heller que, tomando el relevo de Hemingway, “que con El adiós a las armas había dado fin a la novelística bélica pomposa y de grandes valores épicos”, desarrolla la que podría definirse la novela bélica postmoderna, definición que abraza obras como Catch22 del mismo Heller, Matadero de Vonnegut o El arco iris de la gravedad de Thomas Pynchon. La novela bélica postmoderna se definiría por la narración de la imposibilidad de dotación de sentido: al respecto, Patricio Pron apunta que dichas narraciones responden a la nueva experiencia bélica que supuso la Segunda Guerra Mundial y que define todavía hoy los conflictos armados: la desaparición de las trincheras, propias de la Primera Guerra Mundial y que establecían una frontera física permitiendo un reconocimiento presencial del enemigo, lleva a una guerra en la que el objetivo se vuelve invisible. Se combate, pero no se sabe contra quien; se bombardea, pero se desconoce el objetivo; el soldado se convierte en una pieza de un engranaje que no comprende y desconoce. La lectura histórica de Pron explica no sólo la narrativa bélica postmoderna, sino también permite explicar la figura de John Yossarian a través de la cual Heller ensaya una crítica a un sujeto absolutamente alienado y atrapado en unos mecanismos de poder que trascienden el contexto bélico. La idea de alienación, la idea de abuso de poder y, sobre todo, la perpetuación de un mecanismo burocrático de control que encierra al sujeto en una dinámica del absurdo vaciando toda experiencia de subjetividad e individualidad, permiten concluir a Patricio Pron que Catch 22 debe leerse como una novela anticapitalista, como una novela profundamente crítica con la nueva sociedad del capital post-Segunda Guerra Mundial. Lejos de la admiración de Mailer por la política roosveltiana, lejos de toda ilusión hacia una reconfiguración de las relaciones humanas, lejos de ideales y de esperanzas, Joseph Heller ofrece la más descreída, abatida y crítica mirada hacia un tiempo y una sociedad que parece haberse condenado a sí misma sin posibilidad alguna de salvación. Tras la parodia de Catch22 se esconde el más amargo de los retratos.

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