Combates

Por Pedro Pujante.

COMBATES

EDNODIO QUINTERO

CANDAYA, 2009

combaAlgunas veces el lector se aproxima a un texto, a un libro con los convenientes prejuicios. A veces, incluso, estos prejuicios son mínimos, pero sí que permanecen ciertas reticencias, reservas, digamos, que sirven a modo de conjeturas previas, marcos mentales en los que encuadrar la obra que el lector se propone abordar. Este mecanismo, más o menos, consciente es de algún modo necesario porque nos sirve para situar y situarnos, para establecer un diálogo con el texto y así poder asimilarlo a nuestras expectativas.

Pero a veces, es mejor dejar a un lado estos ‘marcos mentales’ para lograr disfrutar de un modo total de la lectura y no estar sometidos al condicionamiento.  

Estas reflexiones previas las traigo aquí porque precisamente con este singular libro de ¿cuentos? de Ednodio Quintero he tenido que realizar un proceso de desprejuiciamiento a la vez que me adentraba en su ¿prosa?

Combates compila los relatos de madurez de Quintero, concretamente entre 1995 y 2000. Aunque sí que es cierto que muchas de las piezas que componen esta recopilación antológica, sobre todo en libros aquí incluidos como El corazón ajeno, responden fácilmente a la denominación de cuento literario, hay muchos otros textos que difícilmente se avienen a ser catalogados como historias, como narraciones propiamente dichas.

En Combates, encontrará el lector una serie de prosas que Quintero destila mediante un lenguaje poético, atávico, que te arrastran a una aventura pavorosa, pero interior. La peripecia narrativa es en ocasiones sustituida por una suerte de epifanía, una travesía introspectiva que nos subyuga mediante un uso magistral del lenguaje al servicio de la emoción, de lo íntimo. Se perciben ecos de Kafka, pero sobre todo de Rulfo, de ese minimalismo descriptivo de la novela japonesa (Kawabata, Akutagawa) o de Cien años de soledad.

Se pierde el yo, se anula la trama y se sustituye por interrogantes, por una inusitada textura de urdimbre filosófica que desaloja el contenido para insertarnos en un intersticio de vértigo, de lo inefable. El narrador se custodia a sí mismo mediante el acto de la propia escritura.

La fuerza que Ednodio Quintero consigue catalizar es de un orden telúrico. El hombre se aparta –el autor, el protagonista, el narrador, incluso el lector racional- y deja paso al ello freudiano.

La bestia de carácter onírico palpita, a veces a través de paisajes desolados, casi mitológicos. Otras, por pueblos en los que la civilización apenas parece comenzar a emitir sus primeros balbuceos. También encontraremos historias en quinterolas que predomina el mundo rural, agreste, en el que las personas están todavía en contacto consigo mismas, con sus miserias y sus pasiones, el amor, la infancia, los celos. E incluso el propio acto desesperado de escribir y de contar, que repliega el relato hacia una metaficcionalidad infructuosa.

El título del volumen con evocación bélica no es casual. Muchos son los episodios –extractos oníricos y presencias inexactas más que composiciones realistas- en los que guerreros exhaustos al límite de sus fuerzas, casi derrotados, parecen enarbolar una fuerza imaginaria en una lucha que tiene más de simbólica que de actitud violenta. Y en los cuentos más costumbristas, también los protagonistas incansables se disponen a arrostran los embates de la vida, la usura de lo cotidiano.

Este libro es una de esas joyas testimoniales que demuestran que la literatura proveniente del otro lado del Atlántico tiene vida propia más allá del Boom.

Libro de gran intensidad, que se puede leer como reverberación de sueños y de apropiación de otras lecturas; y que, con un lenguaje rico y en ocasiones anacrónico, actúa menos en nuestra parte racional y más en el espíritu, con la inercia aniquiladora de una bestia extraña y bella y combativa.

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