Literatura Violeta: Juliana Morell, la dominica que revolucionó el humanismo

Por Pilar Martínez Manzanares. @pilar_manza

Hay escritoras cuya vida y obra hablan por sí solas. Ese es el caso de la humanista Juliana Morell, única mujer que ocupa un lugar en el paraninfo de la Universitat de Barcelona.

La vida de Morell no fue nada fácil.  Hija de descendientes de judíos conversos, perdió a su madre cuando contaba dos o tres años de edad. Su inteligencia deslumbró a sus coetáneos, superdotada, aprendió a leer y escribir a los cuatro años con suma facilidad con los monjes dominicos de Barcelona, quienes declararon que ya “no podían enseñarle nada más”. Pero su desarrollo no quedó ahí, a los siete años sabía ya griego, latín y hebreo, y a los doce dominaba al menos el árabe, el siriaco, el italiano, el francés y el español. El punto culmen llegó a la edad de diecisiete hablaba, etapa en la que ya sabía leer y escribir en catorce idiomas.

Su padre, Joan Antoni Morell, un conocido banquero y hombre culto, se vio implicado en un homicidio y huyó con la pequeña Juliana, que por entonces contaba con tan solo siete u ocho años de edad. La ciudad que sirvió de refugio para ambos fue Lyon, en aquella urde su hija se siguió educando añadiendo a su conocimiento otras materias como Filosofía, Matemáticas, Derecho civil y canónico, Astronomía, Física y Música. Todo un prodigio para una joven de su edad. Lo que resulta digno de comentario es el esfuerzo que Juliana llevó a cabo para poder acceder a ámbitos completamente prohibidos para las mujeres.

En 1606 o 1607, cuando contaba doce o trece años, defendió unas tesis cum Logicas tum Morales dedicadas a Margarita de Austria, reina de España, y en 1608 recibió el grado de doctora summa cum laude en Aviñón, donde se había trasladado con su padre y que por entonces formaba parte de los Estados Pontificios; protegida por la Condesa de Comté y huyendo del matrimonio que le preparaba su padre, entró en el convento dominico de San Práxedes de Aviñón como novicia.

Hizo los votos finales el 20 de junio de 1610. A los tres años ya era priora, y lo fue otras dos veces más; en ese convento pasó el resto de su vida hasta su muerte en 1656 y allí está enterrada. La alaban Lope de Vega en la segunda silva de su Laurel de Apolo y Benito Jerónimo Feijoo entre otros muchos. Se cuenta con una biografía de esta escritora, más bien una hagiografía, por parte de Gabriela de Vellay, escrita en 1662.

Su capacidad intelectual era tan grande que fue reconocida por múltiples personajes masculinos de su época, que llegaron a calificarla como “milagro de su sexo”. De hecho, el mismísimo Lope de Vega le dedicó un poema laudatorio en el que la llama la «cuarta de las Gracias y la décima Musa». Juliana Morell murió en 1653, a los 60 años, dejando un amplio legado de obras escritas en francés.

Juliana lo tuvo claro desde su nacimiento, nadie ni nada pararía sus ansias de conocer, de aprender, ni siquiera el hecho de haber nacido mujer sería un obstáculo. En un mundo patriarcal y conservador, Morell despertó, abrió sus alas, y con ellas alcanzó el olimpo de la literatura.

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