Homenaje a Morla Lynch, diplomático en tiempos de guerra

Por Horacio Otheguy Riveira

Almas en pena de la guerra civil española en una creación teatral con el espíritu poético de Eusebio Calonge y Paco de la Zaranda, al que se suma el esperpento que tanto interesa a la Sala Tribueñe, con su piano reconfortante, a ratos irónico y de pronto convertido en una enorme radio sobre la que se abalanzan los sufrientes seres anónimos en busca de noticias. El dolor se baña en humor con momentos gloriosos de contrapuntos; todo sucede bajo una prodigiosa iluminación que aprovecha al máximo el escenario de esta sala con aura de misterioso recogimiento.

El corazón entre ortigas es una función con mucha carga valleinclanesca y algunos aires lorquianos, abunda en detalles de época para despegarse de la tierra y alcanzar una amalgama de pasiones desatadas, a menudo —como el propio origen del esperpento— lindantes con el terror. Avanza a horcajadas de un mundo que se resiste a dejarse comprender del todo porque aquí no se abunda en palabras que expliquen lo político o lo militar, sino que apuntan la desazón de un hombre privilegiado que ayuda a perseguidos pero que no puede más con tanto sufrimiento alrededor. Centro neurálgico de una puesta en escena coreografiada hasta el más mínimo detalle, con un coro de diversas expresiones musicales que cuenta con solistas de notable talento.

Todo lo aquí reseñado es una de las tres capas sobre las que se asienta el espectáculo. La primera y tal vez principal. Como experiencia teatral propiamente dicha reclama del espectador abandono completo de sus sentidos ante lo que sucede en aproximadamente una hora y cuarto sin interrupción, e ignorancia de lo que se propone el autor: un homenaje al embajador de Chile en Madrid Carlos Morla Lynch (1888-1969), cuyo retrato sale a escena en la recta final. Esta segunda parte es de difícil encaje porque el personaje está exclusivamente explicado en el programa, salvo alguna que otra escena sin escasa representación histórica para quien nada sepa de esta intención:

Sobre el fondo sangriento de las tragedias se impone el perfil del héroe, cruza la historia sorteando todas las trincheras ideológicas, todo lo que tendenciosamente quiere sacarle un rédito político. Nos señala con nitidez la sinrazón, el miedo y el espanto de su época como advertencia, buscando misericordia en nuestra mirada, quizás eso que los griegos llamaban la catarsis. Carlos Morla Lynch, fue capaz, en un mundo que se despedazaba, de tener la integridad ética de permanecer fiel a su cargo, al frente de la Embajada Chilena de Madrid, salvando la vida de unos dos mil refugiados, primero de un bando y luego del otro, con frecuencia jugándose la vida por personas que no eran afines a su pensamiento. Sacrificando su bienestar y el de su familia por el de los otros, sin mirar facciones ni militancias, en ese equilibrio tan peligroso, casi milagroso diría yo, de obrar con independencia.

Esta intención expresada con tanta claridad no tiene ningún referente escénico, donde todo se sume en sensaciones y aportes emocionales —sin duda muy logrados como cuadros de impacto audiovisual—, sin datos sobre el fenómeno que se indica, basado en los Informes Diplomáticos de Carlos Morla Lynch.

La tercera capa es la otra realidad histórica puesta en duda por otros investigadores, ya que resulta muy interesante indagar en sus libros sobre la guerra civil (En España con Federico García Lorca y España sufre, entre otros, editados por Editorial Renacimiento), diarios donde relata pormenores cotidianos escalofriantes. Sin embargo, resulta muy discutible la decisión de convertirlo en un héroe independiente que ayudó del mismo modo a falangistas acosados por republicanos que a éstos cuando los franquistas ganaron la guerra. Las cifras de sus protegidos que se barajan son muy distintas: unos 2.500 que apoyaban el golpe en Madrid, corazón de la República resistente en ese momento, y luego bajo el dominio de Franco, alrededor de 15 o 20.

Y es que Morla Lynch fue un hombre de derechas, de educación conservadora que se sentía identificado con el golpe de estado, e incluso se le adjudican simpatías por los nazis. No obstante, como suele darse en muchos hombres de su condición, era abierto en lo cultural y por su casa desfilaron artistas plásticos, escritores y músicos de todas las tendencias. Personalidad compleja y sin duda muy interesante, a poco que se recorra su obra, ofrece perspectivas más complejas y contradictorias de las que el espectáculo podría aportar, más allá de su exposición de mágicas abstracciones antibélicas.

No obstante, considero apasionante que, a partir de una función tan breve, a partir de El corazón entre ortigas se ofrezcan estos tres puentes de comunicación con un conflicto como el de la guerra civil española, sobre el que no cesan de plantearse inquietudes, puntos de vista propios y ajenos entre numerosos investigadores, además de que está sin resolver el período de la dictadura de posguerra, sobre la que el partido en el poder se niega a pronunciarse en algunos aspectos y en otros se pronuncia a favor.


 

 

 

EL CORAZÓN ENTRE ORTIGAS

Texto: Eusebio Calonge
Basado en los Informes Diplomáticos de Carlos Morla Lynch publicados por Editorial Renacimiento.
Dirección: Paco de la Zaranda
Reparto: David García, Nené Pérez-Muñoz, Nereida San Martín, Helena Fernández, Inma Barrionuevo, Josefa del Valle, Pablo Múgica, Miguel Pérez-Muñoz, Irene Polo, Matilde Juárez, Begoña Caparrós, José Miguel Baena
Diseño de iluminación: Eusebio Calonge y Miguel Pérez-Muñoz
Técnico de iluminación: Paula Sánchez
Dibujo de cartel: Matilde Juárez
Producción: Tribueñe
Música: Vivaldi, Bach y Morla Lynch, interpretada al piano por Helena Fernández con las voces de José Miguel Baena y Nené Pérez Muñoz
Teatro Tribueñe. 
 
 

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