Gracias por su visita

 
GRACIAS POR SU VISITA
José Luis Morales
 
Hiperión, Madrid, 2016
 
Por José M. Prieto  (Catedrático de Universidad, UCM)
 
 
Gracias por su visita” es lo primero que ha de escuchar por empezar a leer esta reseña de un libro que es poesía. Pertenece usted a una especie protegida, rara avis. Los poetas, no, abundan, casi invisibles, haberlos haylos, no son fantasmas en las librerías.
 
Gracias por su visita” es también el título del poemario escrito por José Luis Morales, que el 13 de Septiembre del 2016 obtuvo, por unanimidad, el vigésimo premio internacional de poesía Antonio Machado en Baeza. Otros galardones anidan también en su mochila, por ejemplo, desde el 2000 el José Hierro y el Miguel Hernández nueve años después.
 
En este libro Morales se confiesa, lo dijo en el acto de presentación celebrado en el Ateneo de Madrid, en el salón de actos (rara avis también él, ahí con ese propósito) el 13 de Enero del 2017 con placenteros intermedios de piano, flamenco y voces que sabían recitar (existen aún). Escasearon los asientos libres para los que llegaron tarde y querían escucharle, respaldados con comodidad. Merecía la pena el acto. Tenía la palabra un hombre lleno de esa unción que estremece a los oyentes que aplauden si hay un bis al final.
 
José Luis es un poeta del linaje de Antonio Machado y al darle las gracias por su visita los camareros (diáconos de esos templos de la palabra que son los bares y los restaurantes) reconocían que les habían mantenido abastecidos y entretenidos a él, a Ángel González, a Blas de Otero, a Carlos Sahagún, a Rafael Soler por citar algunos de sus contertulios: sus largas horas de charla respiran aún en sus versos: basta que haya un lector cotilla.
 
El título es un homenaje a “esa servilleta/ de papel que te aguarda/ en el dispensador de las tabernas/ y en la que sólo pone/ gracias por su visita”. En los hospitales no suelen decirle lo mismo al paciente por irse al pagar. Esta vez las gracias las ha dado José Luis Morales. Le habían cambiado su nombre, se llamaba Cáncer, dijeron, por esa temporada pasajera en que estuvo hospitalizado.
 
En tres partes se agrupan los poemas: Principio de Incertidumbre, El Conjunto de los Números Imaginarios y Galería de fractales.
 
El lenguaje es directo, las frases se dejan querer pues se asimilan, eso en poesía contemporánea es un elogio. Si además se pronuncian en voz queda los versos las vivencias afloran. Si es en voz alta, las sílabas arrullan al oído que es un pretendiente que escucha. Además abundan los contrastes, el efecto sorpresa. Lo que empieza diciéndose con claridad resulta ser una verónica con capote. Logra el poeta que rote con lentitud su mente el lector y se descubre anegado en la metáfora, en la sugestión.
 
Maneja con circunspección el ritmo, la cadencia el poeta, la refina. No es de esos autores con oído dodecafónico. Se muestra afablemente jovial incluso en los pasajes más incordiantes. Expresa emociones gentiles. No hay lamentos funerarios. Doliente sí es en la primera parte, sensato y guerrero pues tenía un parte de baja en la almohada.
 
A destacar algunos versos.
 
Regresar del quirófano. /Salir, dudoso aún, de la anestesia. / Cegarse al ver la luz./ … Ser/ lo que resta de ti, sin una queja (p. 15).
 
Que la muerte iba en serio/ lo noté al comprobar de qué se había/ rodeado: aparatos/ con tubos, escalpelos…/ … venía/ con mi nombre en su boca, era evidente (p. 22).
 
Volví del hospital/ y no me conocieron los vecinos (p. 24).
 
El hombre teme a la muerte/y se equivoca: a la vida/ es lo que debe temerse. (p. 29).
 
¡Salud/ oh roja cicatriz de amputación/ bebe y olvida (p. 34).
 
La infancia siempre ha sido un paraíso/ inventado (p. 63).
 
Junto a un enfermo, en su cuarto, estos poemas no son una distracción, más bien son un hallazgo (de pronto/ doy con la cara oculta/ de lo que soy, p. 64), una sugerencia (sigue hablando/ en futuro plural sobre nosotros, p. 58), un presentimiento (no es justa,/ no es cruel:/ la vida mata, p.30).
 
En un hospital acude servicial este libro, con bata blanca, a veces verde, es un gotero afectivo con cofia. Hacen también compañía al convaleciente, pues son concisos los poemas que son bombones sin azúcar; con chocolate endorfinas complacientes.
Pacientes existen que están en el chic muy chic del chasquido. No es el caso de José Luis Morales. «Y decidí clavarme a este paisaje/ como una vid«, es su manera de afirmarse y reafirmarse con entereza en el día a día. Creía en sí mismo de entrada y pues tenía oídos para el toma y daca con el médico «...porque/ ponía alta en el parte… /dijo casa«.  Ahí está ahora disfrutando por vivir encantado de reconocerse.
 

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