Al habla con Olga Merino: "Con 'Cenizas Rojas' quería contar lo que no cabía en la nota periodística"

Por el blog Adivina quién viene a leer.

¿Por qué escribes, Olga? Cecilia

Me expreso mejor a través de la escritura. La vocación literaria me acompaña desde que me salieron los dientes. Escribo desde siempre, pero dicen que antes de los treinta es difícil escribir algo sólido porque te falta experiencia vital.

¿Qué fue lo que te inspiró a escribir Cenizas Rojas? Cecilia

Me fui a Moscú, como corresponsal, en el momento del gran cambio histórico, social y económico, cuando se hunde la URSS. Tuve el privilegio de vivir la Historia en directo y sentía que no podía marcharme de allí sin contar las sensaciones vividas durante seis inviernos. Quería contar lo que no cabía en la nota periodística, «Yeltsin dijo tal o cual», sino lo que la gente la gente de a pie estaba viviendo.

¿Cómo lo vive un periodista ahí y en esa época? Sonia

Fue durito y a la vez muy enriquecedor en lo personal. Tenía veintisiete años cuando llegué.

¿Vivías ahí? Marimén

Si, sí, vivía ahí. Yo me fui para vivir con billete de ida solo. Al principio fue duro, porque yo no sabía el idioma.

¿Y lo aprendiste ahí? Sonia

(Ríe) Lo hablo como un apache, pero me defiendo para la vida cotidiana, comprar, ver la tele, pero para una entrevista política quizá no me atrevería. En aquel tiempo, Moscú era una ciudad soviética, y apenas había tres o cuatro restaurantes en Moscú. Otro concepto de vida. Además, es una ciudad descomunal en cuanto al tamaño porque de punta a punta son cien kilómetros. En mi caso, vivía a treinta kilómetros del centro, y se consideraba un buen barrio, no demasiado periférico. Toda la infraestructura era complicada. El ritmo de trabajo era entonces brutal porque cada día pasaba algo, en un régimen cambiante donde la amenaza de guerra era real. Aparte de las borracheras de Yeltsin, hoy estallaba una guerra en Chechenia, al día siguiente bombardeaban el Sóviet Supremo, al otro se privatizaba la mayor fábrica de armamento, al otro día la mayor fábrica de… Era un no parar. Y la gente de a pie, sin cobrar salarios.

Os explico un par de anécdotas de lo que se vivía. Me acuerdo haber ido a la compra un día y ver a un señor de mediana edad entregarle a la tendera una mandarina mustia para que se la pesara, con un billete de mil rublos. La muchacha estuvo pesando varias mandarinas y no había ninguna que se acomodara al importe del billete. Por ejemplo, los huevos se vendían en una caravana, tipo roulotte, en plena. Huevos que venían rotos de los koljoses (granjas).

Esta anécdota la incluyes en Cenizas rojas, además. Marimén

Cierto. Veías a las abuelicas con su tarro de cristal, donde les cascaban los huevos rotos o les introducían un cucharón de huevo batido que sacaban de un perol. Suerte que ahí hace un frío tremendo y todos los bichos y bacterias se mueren (ríe).

En aquel tiempo, cualquier paisano hacía de taxista. Parabas el coche con la mano y te subías en el asiento del copiloto para simular, ante la policía de tráfico, que eras la prima, la hermana, la mujer o la tía del conductor. Un día, en mi incipiente ruso, conversé con uno de aquellos taxistas, quien me explicó que de joven había construido aquella avenida de Lenin por la que transitábamos. Entonces casi llorando, me dijo: “¡Yo era comunista; yo creía en la idea!” Me dije, esto lo tengo que contar. Cómo esta gente se ha quedado de repente en el aire, sin patria, sin ideología. Sin… además todo aquello fue… tremendo. No se puede uno imaginar cuánto ha sufrido esta gente.

Aparte, el expolio a gran escala que representó la privatización soviética. Algún día alguien lo tendrá que explicar. Un proceso mafioso. Por ejemplo, una fábrica de ollas privatizada por un rublo, y era el mismo director de la fábrica comunista quien la había comprado.

Hace unas dos semanas vendieron la Kaláshnikov, la privatizaron. Es el estandarte. Cecilia

Es el orgullo, vamos. Al ingeniero que la inventó, Mijáil Kaláshnikov, pude entrevistarlo, y la URSS, por cierto, nunca le pagó derechos por el invento. Le habían dicho que inventara un fusil que fuera todo terreno, que no se encasquillara e infalible incluso en condiciones de humedad o frío extremo… Y, además, de producción barata, sin sofisticaciones. Eso me fascinaba de los rusos: parecía una tecnología primitiva y, sin embargo, llegaron a la luna. ¡Pero cómo puede ser!

 

De ahí viene la palabra ingeniero, del ingenio. Cecilia

Lo malo fue que la Guerra de las Galaxias, la política de Reagan, fue la puntilla del régimen soviético. El monstruo soviético no podía con aquel delirio de misiles. La economía no estaba preparada para ello, cuando faltaban tantos bienes de consumo. En fin, tal vez me estoy extendiendo demasiado en cuestiones no literarias.

No, es súper interesante. Casi al unísono las tres.

De ahí nació el libro. Marimén.

Exacto. Con Rusia no hay término medio: o te apasiona o tienes que largarte. Y en mi caso fue un enamorarse de todo, de la cultura, de la literatura, de la música, la pintura, el idioma.

¿Conociste a los Niños de la Guerra? Sonia.

Mucho, sí.

Es que yo fui en junio con una chica, fuimos al Centro Español de Moscú. Ella ya había quedado para su novela y conocimos a dos. Sonia.

Ya quedarán muy poquitos.

Quedan cinco. Iban a venir cuatro, luego vinieron dos porque los demás estaban enfermos.  Cuando leí Cenizas rojas, dije seguro Olga ha estado ahí. Sonia.

¡Y tanto! Muchas veces. En la de Kuznietski Most.

Es nada más ver desde el principio la estación del metro y dije, yo he estado ahí. Sonia.

¿Y la gente compartía habitación como hoy en día los estudiantes? Marimén.

El déficit de vivienda era brutal desde la revolución de 1917. En la época de Brézhnev, en los años setenta, todavía el veinte por ciento de la población vivía en kommunalkas, en apartamentos compartidos entre varias familias. Una en cada habitación. Es casi un tema literario la vida en la kommunalka.

¿Con el terreno que hay, el espacio? Marimen

Sí, sí

Perdón que te interrumpa. (Sonia le muestra una foto del móvil).

¡Hombre, chiquitín! Y tanto que le conozco. Lo que pasa es que de los nombres ya no me acuerdo. Con menos pelo.

Éste era un nervio. Sonia

Hace como de secretario, sube, baja. Éste también me suena, pero con éste conversé varias veces. Seguro.

Yo pensé, Olga debe haber estado por ahí. Sonia.

Y tanto que sí. Un día fue Felipe González a hacerse una foto con ellos.

 

Comentábamos antes, que tanto Cenizas rojas, como sobre todo, Espuelas de papel… Marimén

Yo creo que la segunda, Espuelas, es mejor novela.

Sí, pero, no es por hacerte la pelota. Nos encanta como escribes. Marimén

Y la última, mejor aún. Creo que he ido a mejor. La estructura de Perros que ladran en el sótano, era más compleja y la segunda parte me obligó a una pirueta técnica que tal vez no acabé de conseguir. Pero yo creo que he ido en progresión.

Yo empecé por la de Perros, luego Espuelas y Cenizas. Sonia.

¿Cuál te gustó más?

De las tres, Espuelas de papel. Sonia.

Hoy lo veníamos comentando. Cuando Liberto le entrega la carta a la protagonista con el diamante, a mi me dieron ganas de llorar. Marimén.

Lo de la piedra tan extraña, de dónde lo sacaste.

Me entrevisté con una joyera de Madrid para informare, y fue ella quien me contó de que las esmeraldas imperfectas tienen jardines —y eso o eres del gremio o no lo sabes—. También me habló de la padparadscha, del zafiro flor de loto, de un color asalmonado. ¡Me fascinó! Empecé a buscar. ¡Nunca he visto una en mi vida! Sólo en internet.

Yo a quien busqué en internet fue al capitán Díaz Criado. ¡Existe este hombre! Yo no sabía y lo mala persona. Marimén.

Había poquísima información. La primera referencia la hallé en un libro de Ian Gibson titulado Queipo de Llano. Sevilla, 1936. Existió, por desgracia, y sus desmanes en Sevilla obligaron al mismo Franco a cesarlo y mandarlo al frente. Malvado, alcoholizado… Murió cirrótico.

En Wikipedia, supongo lo sabrás, hay una referencia a ti. Marimén

Sí, a raíz del libro.

Se cobraba los favores a cambio de favores sexuales. Marimén

Así es. Aceptaba liberar a los pobres detenidos a cambio de abusar de sus esposas, hermanas, hijas… En la historia sobre la guerra civil, se han subrayado más otros episodios como la caída de Madrid, el frente del Ebro o el bombardeo de Guernika. Y sin embargo, en Andalucía y Extremadura las tropas de Queipo y Yagüe perpetraron, en los primeros días de la guerra, lo que el historiador Francisco Espinosa Maestre califica de “genocidio”. El sur fue una escabechina. Pero, en fin, estamos hablando de literatura.

La protagonista de Espuelas de papel, Juana, sigue viendo mal incluso cuando emigra a Barcelona. Representa que cada una de sus hermanas tiene un sueldo, seguro que miserable, y que tiene un sueldo de la fábrica y que tienen seis sueldos más el del padre que trabajaba de peón o de albañil, pero aún así malvivían en esa época. Marimén

 

Barcelona era el edén comparado con la vida en el campo. Ya incluso antes de la guerra, durante la República, las condiciones en el campo eran atroces, sobre todo en el sur. Los jornaleros sin tierras trabajaban de temporeros, lo que les daban, un puñado de olivas, un trozo de pan.

Pero aún así, con lo que les daban de sueldo en las fábricas no podían sobrevivir. Marimén

Era muy poquito, pero aquí había trabajo. A base de mucho trabajo, las horas extras, la gente podía salir adelante.

De pequeña a mí se me hacía un país como de luto en los años sesenta. Todos lloraban. Cecilia

Esa sensación también la compartían algunos niños de la guerra que habían evacuado a la URSS con la guerra. No les dieron pasaporte hasta la muerte de Stalin, en 1953.

Esa misma sensación la tenía Ricard San Vicente Nos dijo que cuando volvió de Rusia el recordaba a sus tías de negro y que él como niño tenía el recuerdo que estaban de luto. Sonia

El peso de la religión. La pobreza., El despegue económico, entre comillas, no llegó hasta bien entrados los sesenta con el desarrollismo. Años de atraso en el campo…

El padre de Juana no quería trabajar en el campo. Marimén

El trabajo en el campo es muy estacional en Andalucía, porque la aceituna dura apenas cuatro o cinco meses y después, nada.

 

La verdad es que nos ha encantado la novela. Marimén.

Muchas gracias.

¿Cómo se te ocurrió el título de Espuelas de papel? Sonia

Gracias a un fandango del cantaor Pepe Marchena. (Entona en voz baja) “Y mis espuelas de papel con mi jaquilla cascabelera, tengo que recorrer España sólo por  venirte a ver, serrana de mis entrañas”. Me pareció muy bonita la idea de azuzar el caballo con espuelas de papel.

 

Es súper gráfico, me gusta mucho, hay que seguir luchando. Era natural tener muchos hijos. Sonia

Es que era así. Cuando doy charlas en bibliotecas, la gente que proviene de esos tiempos me dicen: «Es que en mi casa era así».

No sé si os recordáis una película que se llama «Solas», de Benito Zambrano. Trata sobre la relación de una madre y una hija, ambientada en Andalucía, con María Galiano de coprotagonista, quien hace un papel que me parece la quintaesencia de la mujer andaluza de esa época: abnegada, sumisa, obediente y que carga con todo. También el poema que puse al principio de la novela, Los andaluces, de José Hierro me gusta mucho. Habla de la resignación. Yo creo que los andaluces se parecen mucho a los rusos en eso, en su capacidad de aceptación.

 

Yo creo que tus personajes, como en Perros que ladran en el sótano, aceptan lo que les toca. Sonia.

Pero se redimen en el sufrimiento. Cecilia

El protagonista de Perros que ladran, si que tiene una redención en el sufrimiento.

¡También están mutilados! Marimén.

¡Sí! Eso me he dado cuenta a posteriori.

También en el cuento de Las normas son las normas, con el que ganaste el premio Vargas Llosa convocado por Hoteles NH . Entre el soldado que ya no tiene ojos y el de Espuelas de papel, no tiene pierna… Marimén

Fíjate que también fue sin querer. Si echas la vista atrás, te das cuenta que las tres novelas son de desarraigo. Son tres protagonistas, los cuales viven donde no les corresponde, en un lugar o una situación vital. El pobre españolito es trasplantado en Rusia porque la guerra va a durar solo dos meses y luego resulta que dura toda la vida. El trasplante del campo a la ciudad es brutal también.

Sabía que hablarías del ensayo La España vacía. Sonia.

¡Me encantó el ensayo de Sergio del Molino! El fondo, en las grandes ciudades españolas todos somos campesinos, hijos de campesinos trasplantados. A mí me parecieron un hallazgo sus conceptos

 

Al final todos son desarraigados. Sonia.

Sí, desde luego. ¿Quién no lo es en un sentido u otro? La tercera novela (Perros que ladran) la protagoniza un homosexual en una época de Franco. Los protagonistas de mis hasta ahora tres novelas son víctimas de la historia.

 

No es nada autobiográfico, porque tú naciste en Barcelona. Marimén

Mi familia sí viene de Andalucía, pero yo he nacido aquí.

Pero el tema te ha preocupado. Está presente el desarraigo en las tres novelas. Sonia

Te prometo que no ha sido un tema buscado.

Pero, Olga los personajes sobre los que escribes tienen ese algo. Cecilia.

La verdad que me gustan los perdedores.

¿Con cuál de tus libros has disfrutado más al escribirlo? Marimén

A cada uno le tengo cariño. El primero por la ilusión de ser el primero; la segunda por ser más afectiva y la tercera, no sé. Pasé una mala época. La había dado por perdida no creí que pudiera acabarla y ahí está. Disfrutar, no sé.

¿Has sufrido mucho, Olga? Sonia

Es que se sufre escribiendo. Marimén

Es que soy tan jodidamente perfeccionista que no se me ocurriría releer ahora, porque encontraría algún fallo, seguro… Diría, qué horror, qué horror.

¿Nunca te has planteado reeditar? Cecilia

Ojalá… Me gustaría sobre todo en el caso de Cenizas rojas, porque la caída de la URSS era literariamente un tema muy poco explotado. Pocos escritores tuvieron el privilegio de estar ahí. Se tradujo al italiano y al holandés, y Espuelas se tradujo al inglés y al italiano. Luego, llegó la crisis

Olga Merino
Foto de Marta Calvo

Es que está muy difícil. Marimén

Sí está muy complicado. Ahora estoy terminando otra.

¿Se puede saber de qué va? Sonia.

Mejor, no. Sólo tiene sentido hablar de lo que está acabado.

¿Y qué pasa con los amores imposibles?¿Estos amores imposibles que nunca terminan bien en las historias? En Perros que ladran en el sótano Anselmo Rodiles nunca pudo realizarse. En Espuelas de papel, también el relojero sufre de amor. Sonia.

En Cenizas rojas, Ginés y Nadia es tormentoso. Cecilia

En Las normas son las normas, la protagonista también se enamora del pobre soldado. Marimén.

Las mejores historias de amor son las de un amor imposible o contrariado.

Son historias imposibles, por ejemplo el amor del relojero con Juana no podía acabar de otra manera, es un acto de amor decirle a ella: Olvídate de mí, soy un desahuciado de la vida. Tú eres joven…

Rechazarla es un acto de amor en realidad. Darle alas.

La verdad es que en Moscú viví tantas cosas que por eso la estructura de la Kommunalka, con personas absolutamente dispares en cada habitación, me vino bien para la novela. Me permitía hablar del desplome de la URSS desde diferentes perspectivas.

Cuando leía pensaba, esto lo ha vivido. Cecilia

Sí, sí, todo es absolutamente verosímil porque historias así las respirabas en la calle.

¿Qué vida hacías ahí, tenías amigos rusos? Sonia

Muy pocos. El nivel económico era tan dispar entre los rusos y los extranjeros —y os aseguro que yo no era Rockefeller— que las relaciones acababan mediatizadas por el dinero. Ellos vivían rozando en la pobreza o rozándola. Me relacionaba con expats, con gente de otros países, sobre todo corresponsales y diplomáticos. Había muy pocos lugares para socializar, de manera que las reuniones solían hacerse en las casas particulares.

¿Volverías a vivir en Rusia? Sonia

Creo que no; eso ya pertenece a mi pasado, a mi corazón a mis nostalgias. La primera vez que regresé, bastantes años después, me pegué una panzada de llorar cuando vi los almacenes GUM repletos de comida y lujos, después de la escasez que había vivido. Empecé a llorar y a llorar. No podía parar. Aquél Moscú ya no era el mío. Cuando vi aquellas fuentes de langostinos, lloré porque yo había visto miseria. Ay, Moscú… Como Chéjov, siempre estará en mi corazón.

Cuando escribes, ¿cómo lo haces? ¿Te ciñes a un guión? Marimén.

Les digo la verdad, cada vez me ciño menos a una escaleta. Así como la primera vez tenía una escaleta detalladísima y sabía más o menos cuántos folios iba a tener, qué sucedía en cada capítulo, quién actuaba, he ido prescindiendo de ella. En esta, la que estoy haciendo ahora, voy a pelo. Sé adónde quiero ir y tengo clara la voz de la protagonista. En tu cabeza vas escribiendo. Ir sin el mapa que te salva en caso de extravío es mucho más creativo, pero también da más trabajo.

¿Eres de las que escriben de ocho a ocho y desconectan el móvil? Marimén

Soy más de mañana que de noches, intento hacerlo así. Aunque mi vida es muy caótica. El trabajo periodístico exige mucha energía. Pero intento escribir cada día, aunque sean sólo tres párrafos. Hay que intentar que el guiso se enfríe lo menos posible, no perder el hilo con tus personajes. Cuando estás en ello, cuando convives con la novela cada día, se te ocurren cosas o lees cosas o te pasan cosas que dices, ostras, esto es lo que estaba buscando. La escritura es generosa: cuanto más le das, más te devuelve.

Completaremos la colección con la cuarta novela. Sonia

(Olga ríe) Muchas gracias.

Nos falta terminar nuestra entrevista con una cosa. ¿Tienes un libro que te haya cambiado la vida? Marimén

Ya que hemos hablado de Rusia, recomiendo los cuentos de Chéjov o El maestro y Margarita de Mijaíl Bulgakov. Me gustan mucho también los anglosajones. Greeene. McEwan, Roth. ¿Un libro solo?

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