Permanent Green Light (2018), de Dennis Cooper y Zac Farley – Crítica

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Tenéis luz verde para pasar olímpicamente de esta Permanent Green Light, mediocridad surgida de la colaboración entre el escritor Dennis Cooper y el artista visual Zac Farley que se centra en la obsesión de un joven con la muerte y el suicidio. Película charlatana que se desarrolla exclusivamente a base de diálogos y en la que el elemento audiovisual parece que simplemente pasaba por allí. Es evidente que se trata de la creación de un escritor que apenas sabe manejar el lenguaje audiovisual y que delega toda la responsabilidad narrativa en las palabras –esto funcionaría si hubiera recursos literarios interesantes–.
Por si esto fuera poco, Permanent Green Light es uno de esos casos en los que se confunde lentitud con profundidad, algo que se ve acentuado por la falta de intensidad y dramatismo de los sucesos y por unos personajes que vagan por la pantalla como si estuvieran ausentes. De hecho, todos los personajes tienen el mismo carácter indolente, como si el objetivo fuera homogeneizarlos para potenciar la atmósfera apática unidimensional que predomina.
Para compensar la indolencia, Cooper y Farley intentan ofrecer algunos momentos de humor negro –el gif en el que explota una persona, el protagonista que pregunta por los explosivos en el funeral de la chica, etc.–, pero estos sufren de esa falta de intensidad que impregna a todo el conjunto. También exponen ciertas conductas extravagantes para lograr algo de diferenciación, pero éstas apenas tienen relevancia en el tejido global del relato. No obstante, lo peor de todo –ojo spoiler– es que los motivos del suicidio del protagonista no están bien desarrollados y son poco convincentes, algo que acaba por destrozar una película que ya desde el minuto uno empieza a suicidarse lentamente.

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