La favorita (2018), de Yorgos Lanthimos – Crítica

 

Por Jaime Fa de Lucas.

Yorgos Lanthimos se va alejando cada vez más de su esencia, acercándose con sigilo a lo razonablemente accesible –por no decir comercial–, casi como si fuera un proceso natural: más popularidad, más dinero, más nombres, creaciones más digeribles. Esto no sería un problema si el director no perdiera de vista la relevancia y la originalidad del contenido, algo que ya flaqueó en su obra anterior y que aquí vuelve a flaquear, de forma más pronunciada si cabe.

La favorita presenta una historia ambientada en el siglo XVIII sobre la vida y las aventuras amorosas de Ana Estuardo, en el periodo en el que fue reina de Inglaterra. Sigo con spoilers… Lo más destacado es que la dirección de Lanthimos y el guion de Deborah Davis y Tony McNamara dan un giro retorcido a una etapa histórica, añadiendo un toque lésbico –bienvenido sea el colectivo LGBT, a nivel social y a nivel de taquilla– y varias excentricidades más o menos acertadas. También hay que destacar la excelente fotografía de Robbie Ryan y las grandes actuaciones de Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weisz –en ese orden–.

Por desgracia, no creo que todo esto sea suficiente para considerarla una obra notable, ya que la historia en sí misma no aporta nada nuevo; no es más que un triángulo amoroso conflictivo en el que la seducción se utiliza como herramienta para obtener poder –algo mil veces visto–. La historia es floja y las florituras de Lanthimos tampoco sirven para mejorarla. El primer, y quizá único, suceso distintivo –el primer escarceo lésbico de la reina– ocurre a la media hora. Antes y después se lanzan infinidad de elementos extravagantes para que el espectador tenga algo que saborear, pero estos resultan gratuitos debido a su falta de resonancia en el conjunto. Además, cuesta conectar con los personajes y apenas despierta emociones, ya que es una película que parece evitar lo íntimo en favor de lo distante y estrafalario. De hecho, el propio Lanthimos, consciente de esa falta de emotividad, se apoya constantemente en la música clásica para dar peso a las escenas, generando una evidente sobrecarga musical que no impide que la frialdad predomine.

También es cuestionable que La favorita necesite dos horas para contar las aventuras amorosas de tres mujeres y cómo éstas influyen en la política del país. Hay ciertos simbolismos sugerentes, pero la duración no es directamente proporcional al nivel de profundidad que alcanza. No entiendo cómo un director que ha logrado tanto con sus obras más radicales (Canino, 2009; Alps, 2011; Langosta, 2015) se limita a ejecutar esta variación estridente de un capítulo histórico. Supongo que a estas alturas más de uno echa de menos al guionista Efthymis Filippou.

 

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