ARTÍCULO// Crear ausencias

FRANCISCO CERVILLA.

En un reciente viaje a Berlín la visita a algunos lugares me evocaban con insistencia una breve frase de Esta bruma insensata, último libro de Vila-Matas: “energía de ausencia”.

El enunciado, que aspiraba a tomar cuerpo en los escenarios del terror  contemplados desde una afrentosa distancia, se me convirtió en un elemento berlinés. Desde ese contexto volvía a la novela, fresca aún su lectura, y pensaba que se encontraba atravesada, igual que yo en este viaje, por esa energía de ausencia que Vila-Matas escribe de múltiples maneras.

Era evidente, señala Vila-Matas, que alrededor del sillón vacío del padre recién muerto, “circulaba una especie de energía de ausencia en la que podía adivinarse el abismo que nos espera a todos.”

El libro comienza con una frase perdida. Pérdida que parece la condición de su existencia. Al principio naufraga la memoria del narrador, olvida la cita literaria que creía tener a mano y surge la energía de ausencia que causa el inicio de la novela y se convierte en su motor: el empuje de lo que falta.

Se podría decir que en la escritura, igual que en la vida, se entra con una pérdida y se sale dejándola inconclusa. ¿Cuál es la última palabra? ¿Cuál el último pensamiento? ¿El último sueño? ¿La última mirada?

Rompe el escritor cualquier fantasma de armonía existencial o de homeostasis placentera. Los personajes desaparecen, se ocultan, o se fugan, las frases se pierden. Es la vida a trozos: La vida, subraya, “es como una frase incompleta”.

La falla alienta el texto: el colapso del lector que aspira a atrapar todos los sentidos, o la imposibilidad del escritor que quiere contener todas las frases del mundo, o del traductor alcanzado por la carencia en su tesoro lingüístico.

Sobre el vacío, la ausencia, la desaparición, Vila-Matas cita un “fragmento implacable” de Beckett que, sin cerrarla, suspende la cuestión: “Lo tenue. El vacío. ¿También se van? ¿También vuelven? No. Di no. Nunca se van. Nunca vuelven”.

Tenue puede volverse una visita de emoción intensa dispuesta a desaparecer cuando te das la vuelta, y en ese giro una hiriente sensación de trivialidad se impone, momento en el que te invade el vacio.    

Tenue se torna también la experiencia de lectura de esta obra cuando compruebas que el significado parece desvanecerse del escrito y que ante ese hecho, no imprevisto en Vila-Matas, tus ojos avanzan por las páginas intentando encontrar lo que, de modo inadvertido, quedó atrás o lo que, tal vez irrecuperable, perdiste. En ese momento interrumpes y reparas en el vacío. Ese vacío beckettiano que ni se va ni vuelve, porque está siempre. Es eterno.

Esta cita de Beckett no sólo resuena con la división subjetiva ocasionada por la lectura de esos instantes extraordinarios de Esta bruma insensata en los que el texto súbitamente se vuelve inaprensible, como si se hubiese liberado de las “ataduras terrenales” y escapado hacia un espacio ilimitado e ilocalizable, “fuera del mundo real”.

Estas palabras de Beckett recuerdan también las sensaciones experimentadas en esos espacios del espanto, hoyados de vacíos, ausencias, cicatrices y borramientos, herencia de la insensata historia de la humanidad, que me traía esta insistente y brumosa cita literaria, como si fuese una explicación sin serlo, en un Berlín marcado por las Ausencias.

La ciudad, por medio de inscripciones, monumentos y huellas, convoca la energía de ausencia del exilio y del exterminio. El homenaje crea ausencias  y logra que los ausentes estén mucho más presentes. Lo hace con el bosque pétreo del Holocaust-Mahnmal que hunde sus cimientos sin vida en el corazón de la ciudad. Crea la ausencia permanente de los libros quemados en la Bebelplatz, en cuyo pavimento una losa de cristal deja ver en el subsuelo una estantería vacía, símbolo de la barbarie. O en el Museo Judío, que consigue recrear un  vacío, eco del tuyo propio. Y en plena calle cuando, de modo inesperado, tropiezas con la energía de ausencia que sube del suelo: son los Stolpersteine, esos pequeños adoquines de cemento con una placa metálica delante de los domicilios de los judíos muertos o deportados, en las que figuran sus datos personales y su brutal destino.

Y así, sin proponérmelo, Esta bruma insensata se convirtió en una excelente compañera en unos claros días de primavera. No busqué sus citas, me llegaron cuando el abismo asomaba. Y por un tiempo este Berlín revisitado y la escritura de Vila-Matas se me quedaron pegados, remitiéndome el uno al otro, gracias a la asociación libre inconsciente que me dio palabras allí donde me faltaban.

4 thoughts on “ARTÍCULO// Crear ausencias

  • el 8 junio, 2019 a las 4:20 pm
    Permalink

    Querido Paco me has devuelto a esos días en los que compartimos, no solo la visita a un Berlin partido, sino un tiempo donde la emoción de lo nuevo cabalgaba sobre las huellas de la nada de la historia del pensamiento y de nuestras historias. Es un placer extraordinario haber echo que en la realidad, de los descubrimientos de las fracturas Alemanas, nos encontrásemos para disfrutar del gusto secreto de saborear la singular emergencia de la energía de la ausencia.

    Me ha gustado un montón tu escrito, que posee la extraña cualidad de convocar fantasmas que estimulan a volver la mirada a la huella, sin miedo a la pétrea amenaza del nihilismo, que es la antítesis de la potencia de la energía del vacío.

    Respuesta
  • el 8 junio, 2019 a las 6:14 pm
    Permalink

    Pateadas las mismas calles berlinesas, he recorrido este texto lleno de alusiones y nostalgias, de huecos a los que asomarse imprudente e incauto, para redescubrir una ciudad nueva, una urbe que abriga sus silencios en espacios ya abiertos, ya escondidos, en pequeños camposantos incrustados como toques de francés delicatesse, donde reposan los pensadores de nuestra civilización. He dado en un espacio mágico de sugerencias y misterios, de recónditos vacíos que aspiran el alma, pero en los que uno se deja llevar por esas hermosas palabras que saben hacer pleno donde no cabría sino la nada de la desesperación y el desconsuelo. Gracias por esa mirada amable del terror y de la humanidad en su cruda capacidad destructiva.
    Porque en ese Berlín parece sólo cupieran minúsculas tabernillas en que refugiarse junto a rubios del norte, cada vez menos arrogantes, y con panoplias de mestizos, a cada cual menos ario, revoloteando, para disfrutar de cervezas que ya no se beben con cánticos altivos, como si la mezcla de culturas hubiera reducido con brotes de ruidos actuales las pocas palabras que hubieran ido quedando de un pasado perdido, que ora quedó aplastado por los gritos del dolor, ora impuestos los que se les superpusieron en obscenas celebraciones del triunfo de la muerte, tan conocido, tan exaltado por los clásicos de la imaginería de estos nortes de tanto en cuanto desnortados.
    Un recorrido, el tuyo, menos evidente, más dispuesto al recoveco y al segundo paseo desperazado, más cercano al ocioso encontrar sin buscar de los que saben ver lo que no se muestra a los apremiados por la vida y por los placeres cotidianos.
    Gracias por compartir tu mundo, que enrriquece sobremanera el nuestro, tan brillante, tan lúcido, tan claro y tan cegado.

    Respuesta
  • el 9 junio, 2019 a las 9:31 am
    Permalink

    Querido Paco: ( rectificación ante el vertigo de un abismo…)

    me has devuelto a esos días en los que compartimos, no sólo la visita a un Berlin partido, sino un tiempo donde la emoción de lo nuevo cabalgaba sobre las huellas de la nada de la historia del pensamiento y de nuestras historias. Es un placer extraordinario haber hecho que en la realidad de los descubrimientos de las fracturas alemanas, nos encontrásemos para disfrutar del gusto secreto de saborear la singular emergencia de la energía de la ausencia.

    Me ha gustado un montón tu escrito, que posee la extraña cualidad de convocar fantasmas que estimulan a volver la mirada a la huella, sin miedo a la pétrea amenaza del nihilismo, que es la antítesis de la potencia de la energía del vacío.

    Respuesta
  • el 9 junio, 2019 a las 1:07 pm
    Permalink

    Muchas gracias, queridos Milagros y Ricardo, vuestra compañía ha sido inestimable en esas visitas. Continuaremos cabalgando.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *