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Los barrios japoneses del placer

Por Jorge Mur.

 

Contexto histórico

El período Tokugawa, también conocido como Período Edo (1603-1868), se inició tras la Batalla de Sekigahara (21 de octubre del año 1600) y fue un período de paz y estabilidad gracias a Tokugawa Ieyasu (1543-1616), quien unificó gran parte del archipiélago nipón. De este modo, Ieyasu fue el primer shôgun de la dinastía Tokugawa, gobernando Japón entre 1603 y 1605.

Bajo el dominio de la familia Tokugawa, Japón se cerró al exterior y vivió un tremendo aislamiento político y comercial, es decir, se restringió la entrada de ideas filosóficas, políticas y económicas procedentes de Occidente. No obstante, la excepción fue Dejima, una isla artificial situada en el puerto de Nagasaki, en la que siguieron realizándose transacciones comerciales con China y Holanda y, a través de las cuales, lograron filtrarse algunos libros y conocimientos científicos europeos.

En todo caso, lo más destacado del período Tokugawa fue el desarrollo de las artes, y la evolución y el crecimiento de las ciudades; un hecho favorecido por el auge de una nueva burguesía urbana y por el cambio de capital, que pasó a fijarse en Edo, la actual Tokio.

Diversión y entretenimiento en la ciudad

En 1657, Edo tenía alrededor de medio millón de habitantes. La ciudad continúo creciendo hasta que, en 1720, rozaba el millón y medio de habitantes. Otras ciudades destacadas fueron Kanazawa, una urbe que en 1710 albergaba a poco más de cien mil habitantes, u Osaka, con casi cuatrocientos mil habitantes en el año 1700.

Esta evolución fulgurante de las ciudades, sumado al enriquecimiento de la población urbana, propició la creación de estos barrios de placer —también conocidos como distritos rojos— destinados a satisfacer las necesidades de los nuevos habitantes, quienes demandaban un lugar en el que poder ser libres, soñar despiertos, además de tener la capacidad de expresarse sin miedo al peso de las leyes impuestas por el nuevo régimen.

Teatros Kabuki en la calle Nichomachi. Utagawa Hiroshige, de la serie “Famosas vistas de la capital oriental”

En esta estampa, realizada hacia 1835, Hiroshige nos presenta una panorámica de la sociedad urbana de aquel momento. Vemos a una multitud que se abre camino por la calle de los teatros Kabuki, la calle Nichomachi, y podemos reconocer a señores acaudalados, vestidos de kimono, pero también a porteadores, empleados de restaurantes con grandes bandejas de comida e, incluso, cortesanas.

Desde luego, el teatro Kabuki formaba parte de los placeres irrenunciables de los ciudadanos urbanos —los denominados chonin—, al igual que ocurría con los torneos de Sumo, o con el teatro de muñecas o Bunraku. Pero en estos barrios de diversión también había entusiasmo por las mujeres vestidas a la moda, la celebración de ceremonias del té, la visita a grandes aviarios donde contemplar todo tipo de aves, o la venta de productos de lujo como podían ser objetos lacados o los ikebana, los famosos arreglos florales japoneses.

Por su parte, la literatura y el mundo editorial también gozaron de éxito en los distritos rojos. De hecho, se realizaron un gran número de libros decorados con miniaturas y, al mismo tiempo, se generó una literatura dominada por nuevas tipologías de libros, en especial guías de teatros y restaurantes, manuales eróticos, así como novelas que narraban la vida de los comerciantes y sus aventuras con un toque picante.

Además, el rápido enriquecimiento de la clase comercial desembocó en la petición de un arte al que ésta pudiera aspirar, es decir, demandaban un arte para el pueblo. La respuesta fue el ukiyo-e, el arte de la estampa, un término que puede ser traducido como “pintura del mundo ligero y transitorio” o “pintura del mundo flotante”, y que hace referencia a los grabados realizados en madera entre los siglos XVII y XX en Japón. En ellos se representan, fundamentalmente, los temas más queridos y solicitados por esta nueva burguesía urbana, como son el mundo del placer, además de escenas populares y paisajes.

Uno de los temas más importantes de este momento era la pintura de belleza, o Bijinga, donde se recogían a las mujeres hermosas, y cuyas protagonistas acostumbran a ser cortesanas o prostitutas de los barrios de placer. A este respecto hay que señalar que, en Japón, la prostitución estaba controlada y existía un registro.

El primero de estos barrios fue el de Shinchi, en Osaka, levantado en 1585, antes del Período Edo, y que posteriormente, en 1615, se convertiría en el barrio de Shinmachi. Este barrio de placer fue uno de los más grandes de todo Japón. Más tarde surgieron el de Yanagimachi (también conocido como Misujimachi), fundado en Kioto en 1589, y el barrio de Yoshiwara en Edo, la capital, creado en 1617.

Estos barrios tenían una puerta de entrada muy bien controlada. Eran centros generadores de cultura y, sobre todo, lugares de escape que tenían un carácter de igualdad, es decir, las clases sociales se difuminaban.

En la imagen superior, Hiroshige nos muestra la puerta de acceso al barrio de placer de Shin-Yoshiwara, situado en el distrito de Asakusa, y que había sustituido al anterior de Yoshiwara. A su vez, Shin-Yoshiwara (“Nuevo Yoshiwara”) fue destruido en el terremoto de 1855, pero reconstruido en 1857, año de elaboración de citada estampa. Sin embargo, un grave incendio en 1913, y su casi total destrucción en el terremoto de Kanto de 1923, no fueron suficientes para hacer desaparecer el barrio, que siguió en activo hasta que la prostitución fue oficialmente abolida en todo Japón en 1958.

Fuegos artificiales en el puente de Ryōgoku. Hiroshige, de la serie “Vistas famosas de Edo”

En los meses más cálidos del verano, para refrescarse, era costumbre realizar un viaje en barca por el río Sumida. En aquellas noches de verano, en los alrededores del puente Ryōgoku, se podían presenciar los fuegos artificiales con los que el día 28 del quinto mes comenzaba la temporada de “kawabiraki” (apertura del río). Se podían alquilar barcas de placer, adornadas con linternas rojas, en las que geishas o músicas se ocupaban del entretenimiento y ofrecían comida y bebida a los invitados. Hiroshige representó los fuegos artificiales sobre el citado puente en varias ocasiones, siempre de forma diferente.

En esta época también se desarrolló el gusto por la buena mesa, y se podía obtener información sobre los mejores restaurantes y casas de té. Entre 1835 y 1842, Hiroshige dedicó una serie de 26 estampas a los restaurantes y casas de té de primera categoría de Edo.

 

Para saber más:
  • García Jiménez, Olga. El período Edo. Sociedad y cultura popular urbana. Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2014.
  • Guth, Christine. El arte en el Japón Edo. Madrid, Ediciones Akal, 2009.
  • AA., Hiroshige: cien famosas vistas de Edo, Editorial Tachen, 2010.

 

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