«Entre ella y yo»: lo que se piensa pero no se dice ante la amenaza de ser padres

Por Horacio Otheguy Riveira

Ya en su tercera temporada de éxito en Buenos Aires, Entre ella y yo, de Pablo Mir (guionista de cine y televisión que así debuta como dramaturgo) llega a Madrid con adaptación de David Serrano y Zenón Recalde quien a su vez la dirige con buen pulso. Pieza innovadora acerca de un tema que bulle en algunas tertulias, pero sobre todo en la cabeza de los futuros padres. La originalidad de la comedia consiste en que transcurre en las penosas fantasías de una pareja mientras esperan los eternos cinco minutos que tarda en dar el chivatazo el test de embarazo.

Ella entra de la calle nerviosa, se mete en el baño con el instrumento, orina, y sale a esperar junto a su pareja, muchísimo más nervioso. Hablan entre sí, se dicen cosas en un ambiente frío, extraño, como de hotel de moderada categoría, pero es la vivienda en que viven, el lugar donde a lo largo de 5 minutos se sucederán sus peores fantasías en una cadena de temores muy divertidos por parte del titular, el varón que da forma esencial al título de la comedia, y más sentimentales, con un humor entre la ironía y la melancolía por parte de la mujer.

Cada uno defiende sus propias angustias, navegando en prejuicios, los dramas de los otros vistos y escuchados, y se imaginan a su manera las noches en vela, las relaciones sexuales convertidas en un fiasco entre bostezos y cacas de bebé; pero también sus propias angustias de infancia, con padres poco o nada edificantes.

El humor negro llega a tiempo en situaciones irreverentes, de las que ninguno de los dos se atreve a decir a su pareja, pero sí al público anónimo del teatro. Una ingeniosa manera de jugar con los tormentos de seguir siendo niño cuando «se nos amenaza» con la responsabilidad de ser padres. Sus fantasías llegan muy lejos, incluido el tener una hija que a los 18 años llama por teléfono de madrugada con una situación inesperadísima o la llamada por Skype de la madre de ella, una mujer que siempre ha ido a su aire, y que la llama de muy lejos, muerta ya, en graciosísima intervención en off de una formidable actriz como Verónica Ronda.

Carlos Chamorro resulta el comediante perfecto para este papel, dúctil, locuaz, con inventiva y mucha guasa bien servida, a veces con toques improvisados. El eje del argumento, como ya señalé, es su personaje, un arquetipo de cuarentón que se resiste a hacerse mayor (magnífica la escena en que comparte con su bebé imaginario una peli porno) y que patalea lo suyo en una resistencia más infantil que otra cosa, pero que sin embargo muchos hombres pueden compartir a lo largo del ancho mundo.

Melani Olivares aporta una gran ternura en su parte de mujer que fue niña abandonada por mamá, y una sensualidad encantadora en los amorosos encuentros; también resulta divertida en las ensoñaciones de pánico, pero sobre todo se vuelca con el talento que la caracteriza en la dimensión más dramática de quien quizás, tal vez, a lo peor… se quede embarazada y tendrá que revivir todo lo que no le ha gustado de sus amigas.

No está el final de la comedia a la altura del gozoso desparpajo de su desarrollo, ya que merecía una sorpresa mayor, remate más afinado. Poco elaborada la despedida, lo cierto es que así y todo, es tan brillante el trabajo de los intérpretes y tan bien jugado el ritmo de la función, que logra todo lo que se puede esperar de una buena comedia irreverente que permite la puesta al día de un debate eterno como el sol, a menudo dado por políticamente incorrecto.

 

 

Autor: Pablo Mir
Dirección: Zenón Recalde
Escenografía y vestuario: Mónica Boromello
Iluminación: Ion Aníbal López (A.A.I.)
Adaptación: David Serrano
Ayudante de dirección: Nacho Redondo
Producción ejecutiva: Olvido Orovio
Dirección de producción: Ana Jelin
Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas

Duración: 75 minutos
Edad recomendada: + 14 años

TEATRO MARQUINA. DEL 29 DE ENERO AL 22 DE MARZO 2020

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