Feliz recuerdo entre aplausos con Isabelle Stoffel, aviadora de guerra «En tierra»

La soledad de una actriz se implica en la soledad de una mujer militar, encantada de conducir aviones contra el enemigo de la patria. En su proceso personal, hecho de pequeños detalles cotidianos por donde se filtra el amor a un hombre y las peculiaridades de la maternidad, aparece de pronto un terror nuevo, inesperado, cuando al volver tras una larga baja, ya solo le queda conducir un dron donde la justicia militar en la que creía se trastoca en algo criminal.

Un monólogo fuera de lo común en manos de una actriz excepcional, cuya crítica aquí trascribo. En ella, por ejemplo, se puede leer:

Isabelle Stoffel compone este personaje con una ternura propia de cuento de hadas; sin embargo, rápidamente la vemos flotar en el escenario donde nunca abandona la posición vertical, y la sentimos muy cerca cuando se llena de energía y disfruta de algunos placeres carnales, y a buen ritmo nos alarmamos cuando su profesión militar que tanto le fascina empieza a darle quebraderos de cabeza, comienza a angustiarla, a alucinarla… entregándole una visión del mundo muy diferente a la conocida. El encanto de la joven se trastoca al compartir con nosotros la revelación de una realidad siniestra.

Reproducción de la crítica publicada en CULTURAMAS el 5 de noviembre de 2018

Valioso testimonio sobre el terrorismo de las guerras modernas

Por Horacio Otheguy Riveira

Una actriz sobre una tarima cuadrada. Espacio limitado en medio de un amplio escenario. Lleva mono de vuelo de la Fuerza Aérea estadounidense. Es muy feliz volando «en el azul» de ese cielo que despide bombas que supone justicieras. Así comienza «En tierra», de George Brant, un monólogo desarrollado con precisas imágenes cinematográficas, al margen de todo panfleto, y a través de la vida de una joven intrépida cuya belleza se expande por todas partes, portadora de una sonrisa cautivadora y un deseo de amar y ser amada muy claro y bien correspondido.

Isabelle Stoffel compone este personaje con una ternura propia de cuento de hadas; sin embargo, rápidamente la vemos flotar en el escenario donde nunca abandona la posición vertical, y la sentimos muy cerca cuando se llena de energía y disfruta de algunos placeres carnales, y a buen ritmo nos alarmamos cuando su profesión militar que tanto le fascina empieza a darle quebraderos de cabeza, comienza a angustiarla, a alucinarla… entregándole una visión del mundo muy diferente a la conocida. El encanto de la joven se trastoca al compartir con nosotros la revelación de una realidad siniestra.

Si una de las características del terrorismo es el uso indiscriminado de la violencia con el fin de castigar a toda una comunidad civil por decisiones de sus autoridades, ¿no es acaso terrorismo de estado cuando se aplica el mismo método desde instancias legales? ¿Hay una violencia injusta y otra justa, según convenga a los mayores intereses de los fabricantes de armas y el movimiento de grandes sumas de dinero? Estamos hablando de productos muy caros, de instituciones abocadas a defender «sacrosantas» causas. Eso sí, una parte aparentemente mínima del mundo padece ese ataque violento contra civiles, la mayoría ve por televisión lo que le quieren mostrar, casi siempre tomando una cena o una copa entre comentarios de su vida cotidiana. Pero el peligro cada vez está más cerca para todos. Nadie está a salvo, ni de un ataque ni de otro. Y detrás de esa amalgama de feroces acciones —todos tienen una especie de sagradas escrituras que avalan su proceder—  hay gente, hombres y mujeres que envían a sus hijos al colegio y les arropan por la noche, pero cada vez con menos ocasiones de disfrute porque pasan el día trabajando y algunos hasta 12 horas, con la posibilidad de manejar un dron criminal, sin moverse de una cabina. En tierra.

Este es, a grandes rasgos, el asunto del que trata la obra de George Brant, dramaturgo nacido en Illinois, EEUU, estrenada en 2012 en Londres, luego en Broadway, y desde entonces año a año más internacional. Autor de diez obras inéditas en España, es esta En tierra (Grounded) la que más ha impactado por su habilísimo tratamiento teatral, ágil y con un creciente suspense con el que sostiene una rigurosa documentación del tema. Y lo deja en manos de un único personaje, una oficial de la Fuerza Aérea, una simpática muchacha que disfruta con la magia de estar en contacto con un azul de extraordinaria belleza, orgullosa de su uniforme y de haber llegado a obtener el grado de Mayor en un ambiente eminentemente masculino, hasta que poco a poco, en el fluir de situaciones cotidianas, toma contacto con hechos jamás imaginados…

Nunca quise quitármelo
Mirándome fijamente en el espejo
Yo en esto
Me lo he ganado
Esto era yo ahora
Esto era quien yo era ahora en lo que me he convertido gracias a mi sudor a mi cerebro y a mi coraje
Esto soy yo

No es sólo un mono
Es la velocidad
Es la fuerza G aplastándote mientras rompes el cielo
Es el viaje
Es mi «Tiger» – mi tigresa
Es mi chica acunándome y aupándome
Es más
Es el respeto
Es el peligro
Es
Es más
Es
Eres el azul
Estás sola en la inmensidad y eres el azul
Los astronautas
Tienen la eternidad
Pero yo tengo el color
Tengo azul

Estoy en el azul por una razón
Tengo misiles que lanzar
Tengo Sidewinders
Tengo Mavericks

La riqueza de matices de Isabelle Stoffel (Invernadero, La rendición, Festen) se apoya en un texto afianzado en una admirable narración teatral con mucha acción. La piloto nos cuenta paso a paso su experiencia con palabras que deambulan felizmente por la cornisa de lo realista y lo poético. El cuerpo de la actriz, su mirada, los diversos tonos de voz nos abren la puerta de un mundo del que apenas sabemos nada, apenas retales de información rápida de telediario. Aquí entramos en las vicisitudes de un caso femenino, madre de familia, y por lo tanto, aporta una severidad, un rigor muy grande a su trabajo, pero también una ética que comparte con otros hombres que han plantado cara a la barbarie cometida en sus países. Y este es el asunto que se subraya en la recta final de un modo también muy bien logrado escénicamente. Hay siempre muy buen teatro que ejemplifica una vivencia que a todos nos atañe.

Stoffel ha elaborado muy concienzudamente este trabajo: primero tradujo la obra, luego ajustó la versión escénica española y finalmente asume la interpretación codirigiéndose junto a Sigfrid Monleón, con quien ya trabajó en otras ocasiones, un hombre de cine y de teatro con amplia experiencia. En el equipo hay un sobresaliente diseño de iluminación de Pilar Velasco (Otelo a juicio, Las leyes de la relatividad aplicadas a las relaciones sexuales) que ha elaborado un campo visual imprescindible para que la escenografía de Silvia de Marta adquiera los sórdidos ribetes que la trama exige, todo envuelto en un sonido leve, sinuoso, que olfatea el peligro como un animal salvaje, creación de Suso Saiz.

Sentada en un coche cruzo el desierto para luego estar sentada en una silla en un contenedor helado
Perseguir a un convoy
Seguir al convoy 
Al convoy
Me despierto de golpe entre carcajadas
Me he dormido y me he dado con la cabeza contra la pantalla y eso es gracioso
Gran revuelo
Resulta que han apostado cuánto tardaría en caer
A todos y cada uno les pasa
Tarde o temprano a cada cual

Un momento
Veo algo
Un punto que con el zoom se convierte en un hombre y con un paneo resulta ser varios hombres junto a la carretera a 3 kilómetros de nuestros chicos
Hacen algo
Hacen algo en la carretera
Son hombres en edad militar
Esto se puede ver
Las cámaras son tan buenas que esto se puede reconocer
Se puede distinguir la edad si son hombres mujeres niños
No se reconocen las caras
No exactamente
Pero no hace falta
tu imaginación la completa

Y son caras de hombres en edad militar al lado de la carretera
Lo notifico a mi equipo
Espero su confirmación
Los Cascos declaran culpables a estos hombres
Siento que mi pulso se acelera
Ridículo
Estoy sudando los sobacos las manos (…)

 

EL OJO EN EL CIELO. ESA SOY YO

Autor: GEORGE BRANT.
Dirección: SIGFRID MONLEÓN & ISABELLE STOFFEL.
Intérprete, versión y traducción: ISABELLE STOFFEL.
Escenografía: SILVIA DE MARTA.
Vestuario: LAURA RENAU.
Iluminación: PILAR VELASCO.
Fotografías: PILAR VILLALAIN
Espacio sonoro: SUSO SAIZ.
Canción: TULSA.
Producción: RECYCLED ILLUSIONS, en co-producción con Ayuntamiento de Soria, Numancia 2017, Institut Valencià de Cultura, Conde Duque Madrid.

TEATRO DEL BARRIO. Hasta el 30 de noviembre de 2018

 

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