«Los años elásticos», de Jiménez Estepa: interesante abordaje de la soledad en compañía

Por Horacio Otheguy Riveira

Juan Jiménez Estepa expone y resuelve temas trascendentes con un estilo de gran sobriedad, notable contención dramática. Géneros muy arduos como el melodrama y el testimonio social se desarrollan en situaciones breves, a través de un lenguaje aparentemente sencillo, rico en matices. Dentro de los variados temas que la función aborda, destaca el eje sobre el que se mueve: dos mujeres, madre e hija incomunicadas y, sin embargo, con una comunión muy valiosa. Distintas generaciones, ambientes y conflictos pero un mismo impulso: la necesidad de permanecer consigo mismas y a la vez en compañía de otros.

Corresponsal en Oriente Medio, Raquel es la madre de Carolina, quien —tras la muerte de aquella— deambula por Madrid emocionalmente perdida, difuminada ante el desconocimiento de su padre y la misteriosa personalidad materna. Ofreciendo colaboraciones para una ONG, conoce en la calle a un joven menos preocupado que ella por el sufrimiento ajeno. Ella es transparente, tímida, nerviosa; él un seductor sin aspavientos, que le ofrecerá una compañía sin riesgos.

La obra se divide en dos experiencias: la madre en un desierto con Jonás, reportero gráfico, sin relación sentimental. Y Carolina y Miguel en la ciudad, viviendo un encuentro amoroso que tarda en cuajar hasta que llega la impetuosa sensualidad de un oleaje marino al que entregan sus cuerpos desnudos, sin ánimo suicida, por el contrario, con renovado interés por vivir.

Las contradicciones entre el dolor de los demás, la crueldad de la guerra, el amor que nos hace libres si nos atrevemos a vivirlo en profundidad, con la soledad imprescindible para ser nosotros mismos y madurar, crecer, evolucionar… Así se conforma el perfil de estos Años elásticos escritos y dirigidos con un distanciamiento muy atractivo.

A lo largo de la función se me hace cercana la cadencia de tres escritoras, magistrales modelos de distancia y acercamiento a emociones y planteamientos muy profundos con similar musicalidad en todas sus narraciones. La sudafricana de raza blanca Nadine Gordimer (autora, entre muchas obras, de El encuentro, una novela con protagonista femenina parisiense fascinada por el encanto del desierto), y las novelistas y dramaturgas Marguerite Duras, nacida en Vietnam, fallecida en Francia; y Nathalie Sarraute, nacida en Rusia, fallecida en Francia. Las tres tienen mucho en común, se asoman —para mi deleite, quizás muy personal— en la voz propia de Juan Jiménez Estepa como reconocimiento a la energía universal de creadores afines al mestizaje filosófico y poético que les permite ahondar desde la cotidianidad en aspectos que suelen pasar desapercibidos.

En definitiva, Los años elásticos resulta una función con una puesta en escena muy lograda para ofrecer lo cotidiano de cuatro personajes atípicos, sumergidos en una atmósfera enigmática.

Julia Olivares, Elisa Berriozabal. Gustavo Rojo, Carlos Algaba. Intérpretes de personajes sensibles, huidizos, de los que siempre queremos saber más, pero debemos completarlos con nuestra propia historia. Texto e interpretación en una singular dimensión poética…

 

RAQUEL. ¿Sabes por qué estoy “enganchada” a esto? Es porque trabajando en esto ni los años ni los momentos son iguales, el sufrimiento o la marginación son únicos en cada sitio. Y en Madrid todo es igual, la gente, los momentos, los años. No lo creerás, pero tengo grabado cada momento, cada foto, cada reportaje, cada entrevista. El tiempo que estoy en Madrid siempre es igual. El intervalo de tiempo que hay entre dos sucesos no es igual en todos los sitios. No es igual en Siria, en Irak, en Guatemala, en Sudán que en Madrid. En Madrid el tiempo se para, y yo no vivo. En Líbano, en Afganistán, yendo de un sitio para otro los años se vuelven elásticos y se llenan de cosas: de miradas, de personas, de lugares. De sensaciones. De dolor. De esperanza, porque ves a mucha gente luchando por sobrevivir. Y te dices: ¡hostias, qué fuerza tiene el ser humano, cómo se aferra a la vida! Y luego están los momentos en los que llega la calma. En las zonas habilitadas en los hoteles, cuando te ríes mucho y bebes con tus colegas… o en las conversaciones a distancia con tu familia… Te parece imposible que quepan tantas cosas en cada año que pasa. Los años se vuelven elásticos, en Madrid son rígidos y ásperos. El tiempo aquí es elástico, cabe de todo en cada segundo. Te basta con mirar alrededor. Me basta hasta con mirarte, porque en tus ojos está lo que has grabado hoy, lo que viviste ayer. 

En el desierto una calma única, rodeados de la miseria y el espanto de la guerra. A un lado del horror cotidiano, descubren una paz en la que se puede compartir la soledad, mientras se escuchan arias de Giacomo Puccini.

[…] JONÁS. Algunas arias me hacen llorar.
RAQUEL. ¿Llorar?
JONÁS. (Sonríe) Sí, yo no lloro mucho. Lo hago poco. Pero todo el mundo necesita
llorar, ¿no? Me pongo estas arias y lloro. Con algunas. Sobre todo con Chi il bel sogno di Doretta.
Es una recopilación. Mi padre ponía el disco en casa. A mi padre tampoco le gustaba la
ópera pero le gustaba este disco.
RAQUEL. ¿Y ahora te ibas a poner a llorar delante de mí?
JONÁS. No, para llorar tengo que estar solo. No lloro delante de nadie.
RAQUEL. Y hoy que estás: ¿con miedo?
JONÁS. Con miedo estoy siempre… ¿tú no?
RAQUEL. Estamos siempre con miedo… Es lo que nos mantiene despiertos, ¿no? […]

Un encuentro por azar en la ciudad, las palabras y los sentimientos parecen entreverarse con dificultad. La confusión del comienzo tiene las claves de un amor inesperado.

[…] CAROLINA. Lo de conocer a mi padre mola. Lo de hablar con mi madre cada vez
menos.
MIGUEL. ¿Por qué?
CAROLINA. No sé, me desconcierta. Yo intento que me consuele y ella erre que erre
con el dolor y con la guerra y… no me contesta… y no me explica… cómo era posible
que prefiriera eso a estar conmigo, y siempre dice que mi dolor no importa… y cuando
me explica algo no me gusta cómo lo hace… en fin…
MIGUEL. Vaya, tu imaginación empieza a ser como la vida. Nunca se comporta como
queremos, ¿verdad?
CAROLINA. Siempre puedo imaginarme que me encuentro con mi padre en el desierto.
Nadie me va a quitar al padre que me imagino. […]

Ante el mar, cuando las palabras se apartan, se quedan a un lado para que los cuerpos se desnuden y reinicien su camino…

 

TEXTO Y DIRECCIÓN
Juan Jiménez Estepa

AYUDANTE DE DIRECCIÓN
Daniel Oliva

INTÉRPRETES
Carlos Algaba, Elisa Berriozabal, Julia Olivares, Gustavo Rojo

COLABORACIÓN ESPECIAL
Rafa Muñiz (Voz en Off)

ESPACIO ESCÉNICO E ILUMINACIÓN
Javier Ruiz de Alegría (AAPEE)

ESPACIO SONORO
Eduardo Ruiz

VESTUARIO
Teatro Cinco

DISEÑO GRÁFICO Y FOTOGRAFÍA
Juan Jiménez Estepa y Daniel Oliva

 

TÉCNICO
Álvaro Caletrio

PRODUCCIÓN
Eslinga Producciones y Teatro Cinco

TEATRO NAVE 73. HASTA EL 28 DE NOVIEMBRE 2020

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