María Elena Sofía: “Quise escribir un tango y resultó una novela”

La escritora de Chacabuco (Argentina) se refiere a su flamante novela Mil veces la vida, publicada recientemente por Nido de Vacas. La historia toma el fondo de la expresión musical y cultural que nos identifica a los argentinos en el mundo: el tango.

Cuando Ulysse cae en prisión y es destinado a Ushuaia, la isla del fin del mundo, cree que su vida ha terminado. Es imposible para un muchacho como él salir vivo de allí. Pero una fotografía hallada en los váteres se presenta como la llave que abrirá su celda hacia una vida nueva. Aferrado a la ilusión de un amor lejano mantiene la esperanza de transformar su vida, de recuperar la dignidad y mejorar su futuro.

“Quise escribir un tango y resultó una novela”, asegura María Elena Sofía sobre su nueva obra, Mil veces la vida, que publicó recientemente la editorial rojense Nido de vacas. “O quizás, por el contrario, la historia de un hombre quedó impregnada de esa música que fue la forma de vida de aquella gente y hoy forma parte de nuestra identidad”, agrega.

Mil veces la vida crea un espacio para desarrollar temas diversos: el amor, la desilusión, el vivir cotidiano en el arrabal, la figura de la madre, los códigos de la amistad, el trasfondo de la época de la gran inmigración en Sudamérica. La trama encuentra sus escenarios en Ushuaia, Buenos Aires, París y nuestra cercana pampa, desde el arrabal porteño a nuestros pueblos.

“Siempre me provocó una emoción especial todo ese tiempo en que brilló Gardel, cuando la Argentina era un país tan distinto al presente”, explica la escritora sobre el germen de esta novela, en la cual intenta reconstruir las pasiones humanas en torno a una época de grandes cambios para la cultura popular argentina. “Escribir la historia de un hombre sería muy sencillo; ponerle música fue el verdadero trabajo literario”, asegura.

Sofía reconoce que esta novela se gestó en medio de numerosas vicisitudes y limitaciones personales. Como dijo Susan Sontag, “amo las limitaciones porque son la causa de la inspiración”. De allí que la historia representa un camino hacia un estado de salud perfecta que todo ser humano debe recuperar. Es el camino del personaje, Ulysse D’Hollbach, que todos sin excepción recorremos en situaciones y paisajes diferentes. “Solo el gran arte que contiene en sí el bien y la belleza muestra, sin el ruido asonante que caracteriza nuestra época, ese camino, el de todos los hombres”, reflexiona.

―¿Qué idea de novela acompaña tu escritura? ¿Por qué el tango?

―Alguien dijo una vez “los argentinos somos un tango”; entonces tuve una sensación, solo eso. Cuando decidí la época, es decir cuando el personaje se instaló por cuenta propia en los años treinta, el tango surgió como una música de fondo que acabó entramándose en la historia. Fue algo natural, como un nacimiento. Yo también, como muchos escritores actuales, pienso que la trama es el tema. Hay muchos temas en esta novela, como tantos personajes con sus historias, que van acompañando igual que en un baile, con todos sus dramatismos, al personaje principal. Escribir la historia de un hombre sería muy sencillo; ponerle música fue el verdadero trabajo literario.

―¿Por qué elegiste esta forma de narrar? Porque tu obra abarca otros géneros literarios…

―Eso no puedo determinarlo, con honestidad. Técnicamente no podría decirte por qué me embarco en una obra de teatro, si deseo por ejemplo hablar de la libertad, o un cuento para niños. En esos espacios que van surgiendo puedo hablar del mismo tema, de distinta forma. Y así llego a concluir que, en verdad, es la manera en que están contadas las historias lo que conlleva el arte. La elección, aún no puedo distinguir en qué momento, decanta por una cosa o por otra; quizás se deba a que escribo continuamente y esos límites me quedan velados.

―¿Qué registros de otros autores reconocés en tu escritura?

―Los autores que me gustan han dejado sus marcas, seguramente. Pero fueron muchos y no podría distinguir eso, cuándo ni en qué forma. Dickens, J. Conrad, Rulfo, Saer, los cuentos de Silvina Ocampo y de Horacio Quiroga; he leído dramaturgia, poesía… Leer poesía es como escuchar música. Y hace muchos años, pero no tantos, leí pilas de revistas de historietas, y esos libritos pequeños con historias románticas y del lejano oeste. ¡Quién sabe qué cosas me influyen en mi momento creativo! Leía esas novelitas de Corín Tellado, y un escritor cuyo nombre me provocaba una gran fascinación: Marcial Lafuente Estefanía. Hace unos años, gracias a internet, pude saber de él. Creo en mi obra y escribo seriamente, no me da vergüenza decir que fui lectora de obras comerciales, como las llaman. Fue divertido, escribo para el lector que gusta de la lectura como yo.

―¿Qué opinión tenés de la actualidad literaria?

―Estamos un poco atrasados en cuanto a probar cosas nuevas, mezclar géneros, permitirse otros juegos… Creo que ya lo hizo la pintura y la música, otras artes renacieron y se desarrollaron gracias a una libertad o intrepidez que la literatura aún no se anima a mostrar. Existen algunas excepciones, pero hay como un gran temor a la crítica o a la exposición. Y los artistas no debemos detenernos ante eso, vinimos a hacer el ridículo y seguir sonriendo. No pasa nada.

―¿Qué autores de hoy te gustan?

―Me gusta el chaqueño Mariano Quirós, por ejemplo, y algunos amigos que aún no son muy conocidos, que no tienen la difusión necesaria. Estoy convencida de que hay una literatura genuina en nuestras provincias, que desde el interior se va a producir la renovación que esperamos. Te diría desde el interior de Sudamérica.

―¿Qué encontraste y qué perdiste a lo largo del proceso de escritura de esta obra?

―Escribir esta novela me llevó cuatro años. Gran parte fue hecha en 2019. Tuvo el marco de varias vicisitudes personales, no muy felices. Sin embargo la escritura salía en medio de la tormenta, transformándose en el sostén que me llevó a la orilla. Di con el editor al comienzo del año 2020 y rápidamente empezó la puesta a punto para edición. En este tiempo todos sabemos el grado de dramatismo (¡y de ficción!) que impregnó nuestras vidas. Encontré (mejor dicho, asimilé) el valor descomunal de la amistad, de esa gente que siempre está. Una buena historia para contar, que no es poco. ¿Y qué perdí? El miedo. Muchas veces hemos tenido la sensación de que somos capaces de sobrevivir a cualquier calamidad. Bueno, eso es cierto.

―Si tuvieras que elegir uno de tus libros: ¿con cuál te quedás y por qué?

―Con el último, aunque eso es temporario. El tiempo va generando una especie de historia familiar alrededor de cada escritura, y sabemos que todos fueron absolutamente necesarios e importantes en la vida. Son como los hijos, cada uno se lleva parte de tus entrañas. Pero este es especial: está bien editado, bien escrito, es ambicioso… Creo que va a darme muchas satisfacciones.

©Nido de Vacas Ediciones, 2020.

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